(10 propuestas para un año electoral)
1. Se gana las elecciones convenciendo al que no votó al Proyecto Nacional en 2015. Se logra desterrar la actual calamidad solo si se logra obtener votos que tres años atrás votaron por el neoliberalismo.
2. El electorado argentino esta dividido en tres tercios: uno de ellos está conformado por votantes cercanos al proyecto nacional. El segundo ha sido claramente colonizado por la lógica imperial, cipaya, autoritaria y antipopular. El tercer segmento es el que define las elecciones. El trabajo político del activismo, de la militancia e incluso de aquellos que simplemente son víctimas del neoliberalismo, debe estar orientado a ese tercio esquivo que en general posee poca información política y está en tensión entre los dos tercios antedichos.
3. A este tercer sector –que llamaremos acá “indeterminados”—se los logra interpelar únicamente con dos dimensiones: con la económica y con la esperanza de un futuro más beneficioso a su entorno. La primera estrategia supone trabajar en la diferenciación entre su presente y su pasado (objetivado en la etapa kirchnerista), o en su defecto (sincrónicamente), en su actualidad de carencia, de desocupación y/o de terror a perder el trabajo.
4. Estas dos estrategias son diferentes: la primera requiere la capacidad del destinatario para comparar, lo que no siempre es posible debido a al desconexión de este tercio con la evolución política, que genera una incapacidad amorfa para vincular diferencialmente ambos periodos. Si la primera fracasa se puede activar la segunda, que únicamente necesita profundizar en la actualidad, sin comparación alguna con el pasado: con sólo recuperar el entorno de depresión laboral, de repetidas noticias de crisis laborales y puntualizando las falsedades prometidas por el macrismo, se encontrarán espacios de interpelación adecuados.
5. A su vez, estas estrategias pueden ser combinadas si se logra oponer un esquema rentista (que no privilegie el mercado interno ni al trabajo), opuesto a otra tradición en la que lo prioritario es el trabajo, la paritaria negociada por sobre la inflación y el rol hegemónico del Estado para hacer cumplir esos requisitos al mundo de la empresa privada. Especulación financiera versus Trabajo: fuga de capitales versus defensa del mercado interno. Endeudamiento versus inversión del Estado en infraestructura. Oligarquía versus Pueblo.
6. A este tercer grupo se lo expulsa si se lo aborda con soberbia: si nos reconocen como partícipes del proyecto nacional kirchnerista estarán esperando alguna autocrítica o por lo menos el establecimiento de un vínculo horizontal y no inculpador de su voto al macrismo cargado de una esperanza que fue fraudulenta. Este tercio no vive en relación con la política y su lazo con ella está cargado con desconfianza y desprecio a todo “lo político”. A este grupo –central en la posibilidad de conformar un exitoso Frente Patriótico de Salvación Nacional—es posible interpelarlo desde el diálogo, la mayéutica y la duda: nunca desde el discurso apelativo, el vanguardismo o la acusación.
7. Este grupo es especialmente sensible a tres grandes temáticas: (a) el trabajo/desocupación; (b) la inflación y el costo de vida (c) la seguridad/ inseguridad / delito y (d) la desconfianza a la política a al que asocian con la corrupción. La dimensión cronológica que manejan es el presente y el futuro. No logran posicionar esas dos temporalidades en el origen, en al causalidad de las decisiones políticas previas. Ergo, no tiene sentido ejemplificar sobre lo que pasó: son sujetos de Esperanza. No de causalidades del pasado. En ese marco, la priorización de esas cuatro temáticas debe ser brindadas en términos de proyecto. Y no de lo que sí se hizo (o no) en el pasado. La actitud frente al presente se vincula además con el castigo a quien gobierna. Son el grupo menos encarnado (ideologizado9 y por lo tanto someten la realidad a una actualidad casi perpetua. Desprecian el lenguaje politizado y exigen soluciones fácilmente comunicables de las cuatro preocupaciones citadas. Las estrategias, entonces convergen en dos vectores. Por un lado a aquellos que apuntan a desmontar los fracasos del gobierno actual, y por el otro a ofertas de soluciones concretas sobre las dimensiones citadas. La cuarta de ellas, al de delito/seguridad/ es que ofrece mayores dificultades para la concepción nacional y popular (y/o progre), atravesada por la influencia (lógica, reivindicable y valida) de los Derechos Humanos. Sin embargo es imprescindible presionarse en la seguridad como uno de los elementos centrales de los Derechos Humanos. Uno de los básicos que el Estado debe garantizar. Un proyecto popular defiende a los trabajadores que son los que más sufren el delito, dado que carecen de seguridad privada, autos blindados y barrios custodiarlos por aparatología tecnológica. A ellos, los y las trabajadorxs son a quienes un estado popular debe garantizarles la seguridad. Y ellos deben sentir que la política tiene ofertas de cuidado frente a los que más sufren tiroteos nocturnos, pibxs que resultan reclutados por los narcos y/o fuerzas de seguridad que terminan asociados a estos últimos.
8. El tercio que expresa en núcleo duro del macrismo (que “compra” neoliberalismo entre otras causas como defensa a la invasión “de la negrada”) no se lo puede convencer. No vale perder el tiempo. Pero se puede hacer algo con ellos: se los puede confundir, interrogar, desenmascarar, desempoderar, debilitarlos, hacerlos sentir perdidosos de una batalla que los encontrará a la defensiva en el futuro. Y esa estrategia requiere de dialéctica y de una parsimonia carente de agresión. Se trata de hilvanar un razonamiento lógico, carente de agresividad, que no pierda la concentración del objetivo prioritario: hacerle caer la máscara. Hablarle a este sector es trabajar para poner en evidencia los prejuicios más profundos que –en muchas ocasiones—son rayanos con el racismo y el discurso profundamente antidemocrático: simplemente hay que hacerlos hablar, escribir, delatarse. Esto los muestra en la desnudez de su origen autoritario e inclusos (en el límite) partidarios de genocidios y masacres. Ponerlos en la palestra, exhibirlos en su radicalidad egoísta, oligárquica y despreciadora del pueblo, es hacer visible que odian al Pueblo, que se definen por antagonismo a la existencia popular. Pero, para transitar ese trayecto ligado al abandono del closet democrático, se necesita mostrarse como dubitativo, capaz de alojar la “enseñanza” que (supuestamente) puede brindarnos este dinosaurio. Si nuestra respuesta se constituye en una forma frontal terminará inmediatamente el intercambio en el marco de una inútil confrontación, alejando la posibilidad de poner en evidencia que se “le vea la hilacha”, y que logre de esta manera traicionarse con sus palabras.
9. Detectar los puntos débiles de este sector es prioritario: pero incluso es pero es preferible que sucumban en el aforismo insípido de “todos los políticos son iguales”, antes que se conviertan en militantes del campo oligárquico: paralizarlos, lograr que titubeen; hipotetizarles situaciones futuras que los podría ubicar como damnificados o perjudicados, supone niveles de inmovilización ventajosas. Es preferible que desconfíen de todas y de todos antes que se sientan portadores de confianza movilizadora rayana en una cruzada militante.
10 El tercio propio, aquel que debe acompañarnos en el trayecto al triunfo popular, requiere de herramientas bifrontes: tanto presenciales como virtuales. La construcción política actual no se logra sólo con la calle. Ni solo con las redes sociales. Requiere de ambas. E incluso que sean articuladas con coherencia. (continuará)
*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).