“Todo lo que se de
los hombres, lo aprendí del fútbol” decía en la década del 50 del siglo pasado
el gran escritor argelino Albert Camus y hoy tiene más vigencia que nunca. El
fútbol, como la mayoría de los deportes, es una representación de la guerra por
eso “hay dos equipos enemigos” y uno de los dos “conquista el triunfo” y se
lleva la Copa, que en otro momento eran territorios o el dinero de las
distintas coronas.
Era, como también
dijo Camus “Una forma civilizada de
odiarse, sin tener que matarse” pero ya con eso no alcanza, dejó de ser un
pasatiempo pasional, para ser una representación de la sociedad y de la
enemistad que una parte de ella, tiene por otra parte y viceversa.
Qué pasó entre
medio, de un fútbol que tenía algunos violentos de esquina (esos que se
agarraban a trompadas o tiraban alguna piedra) a estas barras bravas
organizadas, verdaderas Pymes de la violencia que sacan chapa en el fútbol,
pero que venden sus servicios a todo aquel que necesite una fuerza de choque.
Pasó que la televisión se quedó con el fútbol y armó un negocio fabuloso, pasó
que los publicitarios vieron una brecha para vender sus productos a partir de
una pasión malsana y entonces exacerbaron las diferencias entre unos y otros y
el miedo a la derrota. Desde aquella propaganda de Adidas, donde una nena
tiraba en la vereda el trofeo del segundo puesto, porque “el segundo es el
primero de los perdedores”, pasando por el programa de TyC Sports “El aguante”
donde los barrabravas eran poco menos que héroes y contaban sus “hazañas” al
aire, pasó mucha agua debajo del puente.
También pasó que
en 1975 se homologaron los convenios colectivos de los futbolistas, luego de
una larga huelga encabezada por Pastoriza y de los directores técnicos y estos
ganaron derechos que los dirigentes no estaban dispuestos a darles. Por eso, cuando querían echar a un técnico
(al que le tenían que firmar contrato con un mínimo de un año y pagarlo
completo si lo echaban) le mandaban a “los muchachos” para hacerlo reflexionar
y lo mismo a los jugadores que pretendían cobrar el 15% de una transferencia,
como marcaba el estatuto.
Eso le dio poder a
un grupo que empezó como idealistas “que hacían todo por el bien del club” y
terminaron como mercenarios de la violencia, haciendo negocios con una parte de
la policía, con políticos, con gremialistas para ser un “grupo de choque
profesional” y también participar de los negocios siendo controles en los
recitales, manejando los trapitos en la calle y hasta en algunos clubes
quedándose con todos los kioscos de ventas de comida y bebida. Entonces, el ser
barrabrava pasó a ser una ocupación y llegar a manejar la barra no es solo una
muestra de poder, sino una forma de llenarse los bolsillos.
Mientras tanto, en
un país dividido ideológicamente donde a todos nos hacen ser de River o de Boca
(aunque como en mi caso seamos de Tigre), porque nos dan a elegir un bando y si
no estás conmigo, sos mi enemigo, las cosas cada vez van peor y lo que pasó en
el River – Boca que no pudo iniciar, era algo esperado y no nos tiene que
sorprender, porque desde que se dio esa final los medios y los publicitarios
(esos que dicen que la propina hay que ganársela, mientras consienten que los
mozos ganen una miseria, que redondean con esa propina) lo tomaron como una
cosa de vida o muerte. El que ganara pasaría a ser el rey del fútbol mundial y
el que perdiera podía ser vituperado por décadas. Algunos llegaron a decir que
si River le ganaba a Boca borraba la afrenta de haberse ido al descenso. Por
eso les entró a todos un terrible miedo de perder y eso potenció la violencia
ya existente. Para colmo, del otro lado había una policía entrenada para
pegarle a jubilados o maestros, pero que “arrugan” ante los violentos, como se
vio una semana antes en la cancha de All Boys, donde los patrulleros chocaban
entre sí en su huida, cuando 50 patoteros les hacían frente y que además le
quería “pasar factura” a Rodríguez Larreta por las mentiras cuando pasaron de
Policías Federales a Policías de la Ciudad, donde perdieron un tercio de su
sueldo (que eran los adicionales) y pasó lo que pasó, que tuvo un gran olor a
entrega porque el micro visitante siempre pasa por ahí y el público está 50 ó
100 metros más atrás, hasta en los partidos con poco interés.
Ahora la Conmebol
va a aprovechar este desquicio de un gobierno que tiene una Ministra de
Seguridad que muy suelta de cuerpo dijo: “Si vamos a organizar un G-20, como no
vamos a poder seguridad en un partido de fútbol que es un hecho menor” y le
sacó el partido a Argentina (al 95% de público pacífico que iba a vivir un
espectáculo) y lo puso en venta. Por eso, quizás se juegue en Qatar, Madrid o París, donde los
violentos que vayan sean los que tengan mucha plata.