• 21 de noviembre de 2024, 6:46
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Pobres, pero civilizados

Por Julieta Erdozain

En el presente trabajo se intentará poner en vínculo relacional a una serie de corrientes artísticas surgidas a comienzos del siglo XX, que, si bien con sus diversos matices, pueden englobarse todas en el concepto de vanguardia, con el contexto de la época en que dicha corriente toma protagonismo en la escena artística de ciertos países de la Europa occidental. Si bien no partiremos de la ortodoxa idea marxista acerca de que la estructura económica ha determinado las expresiones del arte, sí diremos que se trata de un entrecruzamiento de aspectos, todos los cuales forman parte de la coyuntura histórica de una sociedad o un conjunto de sociedades en un determinado momento.

Es con este propósito que me ha parecido incluir un segundo tema, y es el origen de la tan mentada sociedad burguesa, en tanto civilizada, correcta, pulcra y racional, en oposición a un pueblo no civilizado, bárbaro, que da vergüenza, asco, o rechazo. Si bien los límites del trabajo impiden un análisis detallado de dicha cuestión, que involucran muchísimos subtemas, cabe mencionar al menos que una nueva etapa empieza a perfilarse con la revolución industrial. El expansionismo territorial vinculado con las ansias de comercializar productos fueron desencadenando modificaciones en los sistemas fabriles, pauperizando la condición del obrero, haciendo trabajar incluso a niños. Los hombres dejarían de ser peones de un señor feudal que los alimentaría y vestiría a cambio de trabajo; ahora al fin lograban la libertad! Pero en estas nuevas condiciones el peón se convertía en obrero, en asalariado, y necesitaría trabajar para cobrar su sueldo, para comprar luego las provisiones necesarias para sobrevivir, muchas veces habiéndolas fabricado él mismo. En esta vorágine de las nuevas técnicas tienen su auge las ciencias exactas, en su afán de controlar y medir la naturaleza para usufructuarla y poder aprovechar al máximo lo que ella nos da. Fue necesario asimismo adoctrinar los cuerpos de los hombres, vigilarlos, castigarlos, amaestrarlos, acostumbrarlos a las nuevas instituciones: fábricas, hospitales, cárceles, colegios… Instituciones de control diría Foucault, área esencial de las biopolíticas de la sociedad moderna[1].

Así como el Iluminismo vino a iluminar en el afán de controlarlo todo,  el Romanticismo surgió en su rechazo, rescatando la naturaleza de la mano abusiva del hombre. Y luego se quiso retroceder para empezar de cero y surgieron las vanguardias. Es curioso saber que la palabra vanguardia viene del término francés avant-grade, que viene a su vez del léxico militar en alusión a la parte más adelantada del ejército, la primera línea de combate. Trasladado al terreno artístico será la primera línea en cuanto a creación, a renovación, a confrontación respecto a todas las tendencias, contenidos y formas anteriores.

Para el siguiente trabajo se tomarán algunos conceptos teóricos de Walter Benjamin, Raymond Williams, Mario Demicheli y Norbert Elias, y se utilizarán como ejemplos una novela de ciencia ficción de H.G. Wells “La máquina del tiempo” y un cuento/carta a un personaje imaginario de Hugo Von Hoffmannstahl: “La carta a Lord Chandos”

 

Vanguardismo: borrón y cuenta nueva

Las vanguardias artísticas se manifestaron a través de numerosos ismos (impresionismo, expresionismo, fauvismo, cubismo, futurismo, dadaísmo, ultraísmo, surrealismo, existencialismo) y en las diversas ramas del arte: teatro, pintura, literatura, cine, arquitectura, música, escultura, etc. Surgieron en Europa a comienzos del siglo XX, extendiéndose luego hacia otros continentes, especialmente hacia América. Como hemos visto del romanticismo respecto a la ilustración, el vanguardismo se opondrá a ciertas pautas burguesas de la sociedad europea, que estaba a punto de ver estallar la primera guerra mundial. Sus exponentes querrán romper vínculos con los parámetros canónicos vigentes hasta el momento, trayendo a flote temas tabú y liberando la expresión.

Si bien la revolución industrial ya había hecho su gran despegue en el siglo XVII, los avances eran cada vez más a grandes saltos. Se inventa el auto, el avión, el cine…“La conquista de la felicidad por medio de la técnica era el lema más seguro para difundir sobre las malhumores de los pueblos la euforia de una perspectiva de paz y bienestar”[2]. La modernidad se impone como un valor positivo en tanto debe adquirirse lo más nuevo, lo último, lo más tecnológico. Sin embargo, las promesas de felicidad y progreso comienzan a enfrentarse con las primeras crisis: Primera Guerra Mundial, caída de la bolsa de Wall Street en 1929, totalitarismos fascistas…  Justamente coincide con la Primera Guerra el momento de explosión definitiva del arte vanguardista. Walter Benjamin pondrá el ejemplo de la primera guerra justamente, de la que los soldados vuelven mudos, sin experiencia, habiendo perdido capacidad de relato.

Es también en 1916 cuando en Zúrich (zona neutral durante la guerra), Tristan Tzara, un poeta y filósofo rumano, le propone al dueño de un bar que incluya ciertos eventos culturales, fundando el Cabaret Voltaire. Así se funda el dadaísmo, lleno de un nihilismo que rechazaba todo lo anterior.[3] El deseo destructor apasionado de los dadaístas los llevó a su propio ocaso, convirtiéndose muchos de sus exponentes ahora al surrealismo, movimiento que pretendía no solo destruirlo todo, sino también recuperar aquello que se consideraba que el hombre había ocultado y reprimido en función de la nueva sociedad moderna y civilizada. “Lo que Dadá no ha podido hacer a causa de su propia naturaleza, trató de hacerlo el surrealismo (…) Al rechazo total, espontáneo, primitivo de Dadá, el surrealismo lo sustituye con la búsqueda experimental científica, apoyándose en la filosofía y en la psicología” [4]  Es la época de Sigmund Freud, de la teoría del inconsciente, de dejarle el paso libre a las pasiones, los deseos, los impulsos, la libertad, el amor… Se atacan y desechan todos los modelos anteriores proponiendo algo original, lúdico, novedoso, audaz, libre, de experimentación, vital. El tiempo cronológico pierde importancia respecto al tiempo anímico.

Un ejemplo de esto último se ve en la novela de ciencia ficción de H.G Welles “La visión más distante” que funciona como una crítica a la modernidad. Se trata de un viajero que mediante una máquina viaja en el tiempo miles y miles de años, hallándose con dos especies de hombres: los Eloi y los Morloks. Paradójicamente a la primer apariencia que estos grupos le darán, terminará deduciendo que los Eloi son los descendientes de las clases explotadoras que de tanto refinamiento se debilitaron (símil a la idea de Rousseau del hombre burgués), mientras que los Morloks son los que descienden de los explotados, de los obreros mineros, que vienen del mundo subterráneo por lo que es normal para ellos la falta de luz. La relación viene a invertirse en este cuento, es la justicia final de los oprimidos.

Detrás de esta crítica se haya la reflexión acerca de una civilización que fracasó en sus ideales de progreso, de igualdad. Critica la deshumanización, el exceso de tecnología. (Como diría Hans Jonas “el avance siempre produce exceso”) Y finalmente, en el futuro máximo, ya no hay Elois ni Morloks, ya no hay hombre. Tira abajo el espíritu antropocéntrico positivista de que el hombre domina todo.

Wells ofrece desde la literatura hondas críticas, para liberarnos del presente y poder volver al pasado o viajar al futuro, desafiando las leyes físicas tridimensionales y temporales, en tanto el tiempo aparece como la cuarta dimensión del espacio, pudiendo viajar cuantas veces se quiera, eliminando la barrera que en teoría nos impide alterar o modificar el ritmo del tiempo. Así como alguna vez fue impensable el poder ir hacia arriba en contra de la gravedad, y finalmente se logró con el globo aerostático, lo mismo vendría a sucederle a nuestro Viajero del Tiempo, quien tiene a su disposición una nueva máquina que le permite desplazarse en la dimensión temporal.

Como vimos más arriba, la cuestión del tiempo cobra gran importancia a partir del siglo XVI con la revolución industrial. Los relojes mecánicos desplazan a los de arena (en tanto pueden tomar mediciones más duraderas) y comienza la exacta medición de horas y minutos. Nuestro viajero “lleva consigo la expectativa de confirmar en el distante mañana el ideal del progreso, la aspiración de una humanidad plenamente desarrollada en sus condiciones científicas y espirituales”[5] Se detiene en el año 802.701 y al encontrarse con los Eloi, los ve como seres que parecen disfrutar de una vida distendida, sin el sufrimiento ni la preocupación por la supervivencia, sin clases sociales, sin propiedad privada. Ante esta visión, el viajero parece confirmar los buenos augurios del progreso y la civilización auspiciados por la Ilustración. Sin embargo, al poco tiempo irá notando como los Eloi carecen de proyectos, de vigor, de cultura, y deduce que el hombre que ha llegado al bienestar comienza a descuidar las aptitudes físicas e intelectuales, estancando y debilitándose. Una vez que las energías se han destinado al arte y al erotismo, se agotan, se inactivan.

Wells ha mantenido lazos con la militancia humanista y socialista. En 1883, se fundó en Londres la Sociedad Fabiana, en honor al general romano Quinto Fabio Máximo, quien, consciente de la superioridad del enemigo en la lucha contra los cartagineses, optó por un enfrentamiento gradual. Esta estrategia inspiraría a los fabianos “en su lucha contra las injusticias sociales del capitalismo”[6] Si bien Wells se separó del movimiento, mantuvo ideas humanistas del hombre para el hombre, focalizando en la importante función de la educación. Su filosofía se vislumbrará en la novela que analizamos, como las consecuencias más extremas de la desigualdad capitalista. Resulta ser que los Eloi, lejos de gozar de una felicidad y una vida relajada, eran alimentados por los Morloks para ser luego devorados por estos últimos. Tenemos dos mundos, el de arriba y el de abajo, vinculados por el antiguo nexo desigual Trabajador-Capitalista, pero invertido. Antes, debajo, en los subsuelos, sin luz y en pésimas condiciones, trabajaban los obreros produciendo mercancías, mientras desde arriba los capitalistas les daban órdenes y se distribuían luego las ganancias. La relación se invierte, y las visiones del futuro del escritor Wells pueden verse como el fracaso de los ideales optimistas de armonía social, de equilibrio e igualdad; el futuro como una catástrofe a la que llegó la humanidad en su afán de poder sin ver los errores que estaba cometiendo.

El viajero toma nuevamente la máquina del tiempo y avanza de a mil años, para notar que ya no hay humanidad, y que hasta la naturaleza esta inanimada; el personaje ya no puede comprender ni analizar ni intelectualizar, solo contemplar. Wells no es el primero ni el último en escribir sobre el deseo de la ruptura con el tiempo presente y el desplazamiento hacia adelante y hacia atrás a través de él; son muchas las obras literarias y fílmicas que han abordado el tema. Es esta imposibilidad de volver a vivir algo, o viajar al futuro viendo que va a pasar, pero sobretodo huyendo del presente carcelero.

Volviendo a Walter Benjamin, quien fue un multiespecializado y estudió diversos temas a lo largo de su vida hasta su suicidio, dirá que la cultura moderna ha perdido capacidad de expresar sentido. Habla de la pobreza de la experiencia, de un hombre moderno más bárbaro que el antiguo, que pierde capacidad de relatar porque vive en un mundo fragmentado, acelerado, veloz. Al no poder narrar la experiencia, el hombre debe empezar de cero y así nacen las vanguardias. No desde cero en tanto no reconocer nada de lo pasado, sino por ser algo original, buscándose nuevos modos de expresión. Las obras de arte, en su reproductibilidad, han perdido el aura, las huellas, la densidad, la consistencia... “Eran negociantes y editores quienes, en el marco del mercado cultural que estaba empezando a ser dominante, trataban a las obras de arte como simples mercancías, estipulando su valor creativo en función de su éxito o de su fracaso comercial” diría Raymond Williams[7].

“La cotización de la experiencia ha bajado”[8] nos dice Benjamin; una nueva pobreza ha caído sobre el hombre al tiempo que la técnica se ha desarrollado a gran escala. El autor relacionado con la Escuela de Frankfurt habla de una pobreza de la humanidad en general; “se trata de una especie de nueva barbarie”[9] dice, de una pérdida del aura. “Naturaleza y técnica, primitivismo y confort van aquí (…) fatigadas por las complicaciones sin fin de cada día y cuya meta vital no emerge sino como lejanísimo punto de fuga en una perspectiva infinita de medios”[10]. Así es como nos hemos hechos pobres, afirma Benjamin; fuimos entregando poco a poco la herencia de la humanidad en fulgor del valor de moda que ha cotizado en bolsa en estos últimos tiempos. Es la era de lo actual, lo moderno, lo útil; hasta el hombre se ha objetivado y es un recurso (no por nada existe la carrera de “Recursos Humanos” en varias universidades privadas del país)

 

 

De la barbarie a la civilización

Sin embargo estas palabras que fueron cobrando tanto sentido y ahora nos organizan, se fueron gestando lentamente; los conceptos modernos no surgieron de un día para el otro, como tampoco ocurrió con las guerras ni con la revolución industrial o la revolución rusa o la que sea. Al respecto es llamativo saber de dónde viene la palabra y el concepto de civilización, aquello que fracasó según Benjamin y según Wells. “La sociedad europea occidental llevó a cabo sus guerras coloniales expansivas en nombre de la cruz durante la Edad Media, como más tarde lo haría en nombre de la civilización”[11] Una vez disuelta la sociedad caballeresca y la unidad de la Iglesia católica, emergería el concepto de civilité en la sociedad occidental, un concepto que no distinguiría naciones ni lenguas, estableciendo un lenguaje común general, como la Iglesia. Según Elías, es sencillo ubicar el punto de partida exacto del surgimiento del sentido y la función específicos del concepto. Se trata del segundo cuarto del siglo XVI, a partir de una obrita de Erasmo de Rotterdam, De civilitate morum puerilium, la cual pareciera haber tenido mucho éxito y amplia difusión a partir de las diversas traducciones. La cuestión pareciera ser que había un tipo especial de letra imprenta en dicho momento, denominado civilité. Con esta tipografía se imprimió “todo aquel género de libros que, de modo directo o indirecto, mostraban la influencia del de Erasmo y recibían títulos como civilité o  civilité puerile”[12]. A partir de allí, la palabra civilitas, que ya existía, se empezará a asociar con aquel sentido que había recibido de la obra erasmiana. Dice Elías y creo que no se equivoca: “Un florecimiento tal, más o menos repentino, de palabras dentro de una lengua indica casi siempre transformaciones en la propia vida de los seres humanos”[13] Basta con echar un vistazo hacia las nuevas categorías que afloran hoy entre los grupos más jóvenes de nuestra sociedad y que los medios reflejan (y estimulan). De esto se desprende que la obra de Erasmo en sí no da inicio al concepto y todo lo que conlleva, sino que es muestra de un proceso social, huella de una transformación.

¿Pues de qué trataba el libro de Erasmo? Trataba simplemente de la conducta de las personas en sociedad, especialmente del externum corporis decorum (decoro externo del cuerpo): la actitud corporal, los ademanes, la vestimenta, la expresión del gesto; todo ello expresión de la interioridad del ser humano. El lenguaje que utiliza es exacto, preciso, claro, simple, e incluye a veces ciertos chistes e ironías. Frases como “En las ventanas de la nariz no debe haber mucosidad alguna” o “Escupe haciéndote a un lado para no ensuciar o rociar a nadie”, “Volver a mojar en la salsa un trozo de pan del que ya se ha mordido es cosa de aldeanos”. Según las pinturas de la época, las mesas de la comida están algo vacías respecto a lo que acostumbramos hoy, sobretodo por la ausencia de cubiertos. Todos comían con la mano, incluso el rey y la reina. Estos últimos sin embargo tenían formas más refinadas, utilizando solo una mano para tomar la comida, y no las dos. Así Erasmo habla en detalle del comportamiento humano, de las cosas más elementales, de la actitud decente que debe tener el ciudadano en tanto cuerpo, de las costumbres que debe adoptar o eliminar en tanto sean indecentes. Elías destaca que el hecho de que nos produzcan pudor varios de los temas de los que habla Erasmo con tanta naturalidad, es síntoma preciso y exacto del proceso de civilización que han sufrido nuestros cuerpos. Las categorizaciones de civilizado, incivilizado, bárbaro, animal, remiten todas a diversas funciones corporales más o menos reprimidas según quien. Es preciso eliminar, dice el autor, toda idea despectiva o de repulsión respecto a lo que hoy consideramos como no civilizado, para comprender el proceso que nos ha llevado a considerarnos civilizados respecto a otros pueblos que consideramos inferiores por no cumplir con ciertas pautas. Las justificaciones para esto son muchas y no tiene sentido entrar en tal debate; se trata simplemente de desestructurar la cadena de significantes por la que se van configurando las palabras, y así poder desnaturalizar ciertos conceptos, entendiendo de dónde vienen. De hecho, la obra de Erasmo no fue la primera que se ocupó de contraponer lo que estaba bien de lo que estaba mal respecto a los comportamientos del hombre en sociedad. Sin embargo, como dijimos antes, se trata de determinado momento en que la emergencia de un concepto cristaliza la situación contextual de una sociedad.

Elías parte del presupuesto de que no existió jamás un grupo de seres humanos que hayan planeado de modo racional crear una civilización, sino que se trató mas bien de una transformación en su conjunto. “El ser humano parece enfrentarse a sí mismo”[14] dice. Comienza a ocultar sus pasiones, desmentir su corazón, actuar en contra de sus sentimientos reprimiéndolos; todo esto en función del perjuicio que puede llegar a sufrir si se cede a dichas tentaciones. Se obra en función del futuro, se implanta la idea capitalista de ahorrar pensando en el mañana. Los gastos improductivos diría Georges Bataille (aquellos que son un fin en sí mismos, que no reproducen la cadena sistemática cotidiana particular de cada individuo, que no aportan nada al círculo de las actividades que esa persona realiza día a día para sobrevivir, como podría ser tumbarse en el pasto a mirar el cielo, o ciertas prácticas sexuales no destinadas a la procreación), comienzan a ser reprimidos en función de un parámetro de productividad constante, de eficacia, de velocidad; el objetivo es producir mucho y mejor, no perder el tiempo (gran metáfora moderna si las hay la de perder o ganar tiempo, y gran invento capitalista ha sido el reloj!) Las incitaciones espontáneas instintivas o emotivas se reprimen en función del miedo de lo que puede llegar a ocurrir, hasta que se normaliza y se hace costumbre, generando que nos comportemos de igual modo estando solos incluso, no habiendo nadie presente que nos pueda juzgar; somos nuestros propios pastores y nuestros propios jueces. La Iglesia desaparece como unidad e institución céntrica porque ahora está en todos lados y en cada uno de nosotros. Las energías de las inclinaciones del sentimiento se orientarán hacia un nuevo sentido que no esté amenazado por ningún mal.

El nuevo hombre, el civilizado, ya no vive rodeado de animales salvajes ni en el bosque. Los miedos exteriores disminuyen en relación directamente proporcional al aumento de los miedos interiores, los miedos que se profesan mutuamente los hombres. No es que haya un punto cero de fin de miedos externos y comienzo de los internos, dice Elías, sino que es un proceso paulatino, así como se fue dando también, por ejemplo, la transición de la constitución católica medieval a la protestante.

Raymond Williams también hará sus aportes al marco teórico de las nuevas vanguardias. En un principio, dice, se trataba de grupos de artistas que, abrumados por el predominio del mercado artístico, buscaban espacios de difusión de sus obras, lidiando contra la saciedad de las instituciones establecidas, esforzándose por despejar caminos para su producción, distribución y publicidad. Lo que terminó ocurriendo luego, dice, fue que “se convirtieron en formaciones opositoras, determinadas no solo a promover su propia obra sino también a atacar a sus enemigos situados en el establishment cultural”[15] Lo que inició como un nuevo tipo de arte, derivó en una ofensiva en nombre de ese arte contra el orden social y cultural. Es importante destacar esta agresividad planteada por todos los autores citados, en tanto los vanguardistas deseaban decididamente romper con el pasado y la tradición, en nombre de un avance rupturista del futuro y una creatividad llamada a revivir y liberar a la humanidad. Como dijimos antes, aparece cierto paralelismo respecto al Romanticismo, en la medida en que ambos movimientos surgen con la negación de lo presente como leit motiv. “No puede negarse que en el Romanticismo, con su valoración del arte autóctono de pueblos marginales, existe también una referencia oblicua. La visión del arte como primitivo o exótico, pero fuertemente creativo está presente en movimientos de muy diverso orden”[16] Así, al arte moderna se la impugnaba con la revalorización de lo simple, primitivo, bien exótico, como el interés por los objetos y formas africanas y chinas, por los elementos folk o populares. Lo primitivo iba bien con el énfasis “en la creatividad innata, con el reino no contaminado, con la vitalidad de lo naif, tan del gusto de la vanguardia”[17]

Sumado al rechazo de la tradición y a una insistencia en lo nuevo, aparece un tercer rasgo: ser anti burgués. “Hostil, indiferente o meramente vulgar, lo burgués era la masa que el artista creativo tenía que ignorar y eludir o bien (…) hacer objeto de su capacidad de impresionar, de sus chanzas o de sus ataques”[18] decía Williams, y De Micheli por su parte,  describiendo la actitud de un típico escritor expresionista, decía que éste “oponía a las convenciones, a las normas, a la respetabilidad y a la mentira de la vida burguesa, la sinceridad de las pasiones y la violencia de los impulsos primitivos”[19]

Un último ejemplo será el de un texto de Hugo Von Hoffmannsthal, poeta vienés de comienzos del siglo XX, titulado “Carta a Lord Chandos”. Este último es un personaje imaginario de la Inglaterra isabelina del S XVI, que consigue fama como poeta, pero decide de todos modos huir de Londres. En la carta, responde a otra carta enviada por su amigo, el famoso científico Francis Bacon. Renuncia a la poesía, a la escritura, al lenguaje, para entregarse a la experiencia y así acercarse a la verdad de las cosas mediante la experiencia sensible. Para Lord Chandos las cosas existen más allá de las palabras, lo real escapa al lenguaje, hay una relación de incompatibilidad y no correspondencia entre el mundo y las cosas. Por esto es que renuncia al lenguaje, para percibir las cosas mediante la experiencia física, en tanto se hallaba en un estado interior de pusilanimidad e impotencia.

Es un poco la crítica a la dualidad de la que hablamos al comienzo: “(…) toda la existencia se me aparecía en aquella época como una gran unidad: entre el mundo espiritual y el mundo físico no veía ninguna contradicción, como tampoco entre la naturaleza cortesana y la animal, el arte y la carencia de arte, la soledad y la compañía; en todo sentía naturaleza”[20] Nuestro personaje imaginario dice que las palabras que usaba hasta ese momento ahora se le desintegran cual setas mohosas, o luego que son “remolinos a los que me da vértigo asomarme, que giran sin cesar y a través de los cuales se llega al vacío”[21] Su lengua ya no es más ni el latín, ni el inglés, ni el italiano, ni el español, sino “una lengua de cuyas palabras no conozco ni una sola, una lengua en la que me hablan las cosas mudas y en la que quizás un día, en la tumba, rendiré cuentas ante un juez desconocido.”[22] Como en el cuento que vimos de Wells, bajo estos textos encontramos críticas sutiles (o no tanto) a ese orden vigente que venimos describiendo. La sumisión de las pasiones ante la razón y la moral no tiene sentido para esta gente; a nuestro personaje se le revela que puede establecer un vínculo renovado con toda la existencia si empezáramos todos a pensar con el corazón.

 

CONCLUSION

Si bien es ardua la tarea de elaborar conclusiones de procesos históricos que involucran a diversos actores sociales, creo que a modo de epílogo o cierre cabe practicar alguna reflexión. Los enfoques que pueden tomarse para indagar en el proceso de surgimiento de las vanguardias pueden ser muchos y muy diversos. En este caso, personalmente me interesó, dentro de lo posible, hacer un correlato con la circulación de los conceptos, condenados a circular por las vías de comunicación diversas conformando esta lengua de la que habla Lord Chandos, esta lengua universal. En este sentido, considero que no tiene tanta importancia el debate sobre si la promesa de la civilización se ha cumplido o no, sobre si la técnica es positiva o negativa o si depende de cómo se use, sobre si nos hemos acercado o alejado de la naturaleza, o en su defecto si las vanguardias artísticas del siglo XX son nuevas guardias o más de lo mismo… Creo que a los fines últimos de rescatar alguna idea, es interesante vislumbrar como la civilización no fue siempre civilizada, digamos que no siempre aludió a una sociedad con tales características, para dejar afuera a otras sociedades de dicho adjetivo, y más aún, como por medio del arte se expresó siempre de un modo casi reflejo las diversas situaciones sociales que se vivían; tanto en los movimientos a favor de esa corriente, como las corrientes artístias que surgían en oposición y ferviente rechazo a ese cánon.  No propongo empezar de cero, desde ya, sólo comprender que ciertas cuestiones que creemos inmanentes solo tienen algunos siglos de los miles que tiene la humanidad, y que no siempre ha sido así; que habrá otros romanticismos, otras vanguardias, así como otra Ilustración. (*)

 

(*) Fuente: Julieta Erdozain, "Pobres, pero civilizados",trabajo realizado en el contexto de la materia Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo, en carrera Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, en 2009.

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[1] Ver FOUCAULT, M., “Derecho de muerte y poder sobre la vida” en Historia de la sexualidad/1. La voluntad de saber

[2] DE MICHELI, M., “Las vanguardias artísticas del Siglo XX”, Ed. Universitaria de Córdoba, Pg. 65

[3] “El sistema DD os hará libres, romped todo. Sois los amos de todo lo que rompáis. Las leyes, las morales, las estéticas se han hecho para que respetéis las cosas frágiles. Lo que es frágil está destinado a ser roto. Probad vuestra fuerza una sola vez: os desafío a que después no continuéis. Lo que no rompáis os romperá, será vuestro amo.” Louis Aragón, poeta francés.

[4] DE MICHELI, M., Op. Cit., Pg. 163

[5] IERARDO; E., “La explicación y la visión. Una aproximación al viaje en el tiepo de H.G. Wells”, editado en www.temakel.com, Pg. 6

[6] Ídem, Pg. 7

[7] WILLIAMS, R., “La política de la vanguardia”, Debats N° 26, Pg. 9

[8] BENJAMIN, W., “Discursos interrumpidos I”, Madrid, Editorial Taurus, Pg. 167

[9] Ídem, Pg. 169

[10] Ídem, Pg. 172

[11] ELIAS, N., “El proceso de la civilización”, México, Editorial Fondo de Cultura Económica, 1987. Pg. 99

[12] Ídem, Pg. 100

[13] Ídem, Pg. 100

[14] ELIAS, N., Op. Cit., Pg. 484

[15] WILLIAMS, R., Op. Cit., Pg. 8

[16] Idem, Pg. 9

[17] Idem, Pg. 12

[18] Idem, Pg. 9

[19] DE MICHELI, M., Op. Cit., Pg. 78

[20] VON HOFFMANNSTHAL, H., “Carta de Lord Chandos y otros textos en prosa”, Alba Editorial, Pg. 37

[21] Idem, Pg. 41

[22] Idem, Pg. 51

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