Se hace ardua la poesía cuando las balas del entorno te flaquean el día con convocatorias miserables de falsedades sucias
las memorias se emponzoña cual Vallejo y el circuito álgido del día nos declara la guerra contra nuestra solidaridad del amor desgarbado
nos hacemos cargo, sí, nos lastimamos los ojos con títulos despreciables, cumplimos en aullidos las ráfagas de voces inaudibles.
y a pesar de esas de cada una de esas cenizas,
en el charco más oscuro de todas las evidencias,
en el lugar donde se complementan las elegantes falacias de las luces falsas de gesticulación vacía
tendemos a resistimos con una única palabra escrita en la sangre
publicada a las doce de la noche de cada tarde.
Resurrección. Regreso. Paso de una latitud de mañanas postergadas a otra especie de verdad evasiva.
Vuelta, apropiación circular de un tiempo que se nos niega, o que se expande, o que se vuelve esquivo
Ahí, en el medio de la calle desierta, nosotr@s.
intentando, a veces desesperados, la interpretación del eco de un silbido distante
apenas una sábana de amor convertida en el eco del poema más perfecto:
no nos dejes solo, señora muda de las palabras
no nos abandones en la mitad de este cuadrilátero
repleto de gritos, de voces y de días.