Juan Marsé en sus libros construyó un mundo propio habitado por niños, prostitutas personas derrotadas que han perdido los ideales y muchos anarquistas. Unos personajes a través de los cuales el autor articulaba una picaresca y disparaba críticas y que vivían en Gràcia, el Guinardó, Torre Baró o el Carmel. Ahora bien, no caigamos en el equívoco de tildarlo de un autor de Barcelona que escribe de la ciudad porque las historias de Marsé atraviesan fronteras. Lectores de todo el mundo han sucumbido a Últimas tardes con Teresa, seguramente su novela más leída. El pijoaparte probablemente es y será uno de sus personajes más universales.
“Juan Marsé está por encima de cualquier juicio. Últimas tardes con Teresa es un libro al que vuelvo y vuelvo, es la máxima expresión de deslumbramiento del charnego ante la burguesía y de la caída de la burguesía. Juan Marsé era una persona con la que te gustaba hablar. Era muy cinéfilo. También era una persona con bastante mala leche y tenía un gran sentido del humor con la gente a la que no tragaba. Oírle hablar con Jaime Gil de Biedma en petit comité era un espectáculo “recuerda el periodista y escritor Jorge de Cominges, que fue director de la revista Qué Leer desde 1996 hasta 2007.
Jaime Gil de Biedma fue uno de sus maestros y mentores, y quien presentó Pere Gimferrer a Marsé. “Le conocí en 1967 y le traté de forma intermitente pero con buena sintonía. A partir de 2015 nos volvimos a tratar muy a menudo, hablábamos más de cine que de literatura, y siempre me impresionó mucho su vitalidad y energía. Cuando nos conocimos buscaba una cita de Pavese que había apuntado en una pequeña libreta mientras vivía en París y en el año 16 todavía buscaba aquella cita y eso denota una actitud extraordinaria. De su obra valoraba mucho Caligrafía de los sueños y Esa puta tan distinguida libros escritos después de recibir el Cervantes y que estilísticamente le interesaban, y claro también valoraba Últimas tardes y Si te dicen que caí. De su misma generación quedan algunos escritores como Caballero Bonald o Luis Goytisolo pero él era un caso único porque no procedía del mundo universitario y también era de un origen social diferente a sus compañeros, ahora sus referentes literarios eran los mismos “, recuerda Gimferrer.
“Quizás hemos acabado con el pasado, pero el pasado no ha acabado con nosotros”. Marsé eligió esta cita de Berger Evans para encabezar Noticias felices en aviones de papel (Lumen, 2014). La memoria, el pasado y los recuerdos son temas recurrentes en sus obras. Marsé decía las cosas como las sentía, pero a él lo que le preocupaba era dominar la lengua y hacer buenas novelas, escribir literatura. En Un día volveré, uno de los personajes se mea sobre la cara de Franco estampada en una esquina roñosa de los años cuarenta. ¿Un ejemplo del poder catártico de la escritura?
Juan Marsé era una figura incómoda para algunos, quizás porque era un insobornable que consideraba que la política envenena la literatura. Él se consideraba un escritor. Eso de ser un intelectual que esparce sus arengas no le interesaba. En 2008 fue distinguido con el Premio Cervantes, el gran galardón de las letras españolas. Ese día, cuando se plantó ante los periodistas, a pesar de querer jugar a presentarse como un malcarado, no pudo ocultar la ilusión que le producía el premio. Aquel día bromeó y anunció las ganas de celebrarlo. Ahora ya no está, pero las palabras de sus personajes nos acompañarán para siempre y las ganas de caminar lentamente sobre una cama de confeti, como lo hacen Teresa y el pijoaparte, también.
Fuente: Público y Maremoto Maristain