• 21 de noviembre de 2024, 6:41
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Los dos antiperonismos

Por Juan Terranova

El viejo chiste que contamos diciendo que no se puede explicar el peronismo, ese chiste donde una española le pregunta a un argentino qué es el peronismo y el argentino no sabe explicarlo, ese problema de tipificación, de argumentación, de taxonomización, ya famoso y recurrente, en definitiva, la pregunta fundamental sobre el peronismo, creo que también es válida y necesaria sobre el antiperonismo. Desde luego hay que seguir preguntándose qué es el peronismo, pero preguntarse por el antiperonismo parece hoy muy necesario, casi diría fundamental.

Entiendo que existen dos antiperonismos, que por supuesto están conectados y se nutren y retroalimentan. Hay un antiperonismo que podríamos llamar clásico que surge con el peronismo histórico. Este antiperonismo mezcla los comunistas con los terratenientes, los liberales con los radicales, los socialistas con los demócrata progresistas, y va de la vieja Unión Democrática a la revista Sur. Este primer antiperonismo es variopinto y se muestra un poco perplejo frente al peronismo, pero tiene en sus filas cuadros formados que pueden estar preocupados por la distribución del ingreso, actores que pueden incluso ser nacionalistas. Pienso en un Ricardo Rojas, el padre de la historiografía literaria argentina, pienso en los viejos dirigentes de la UCR, y es algo que se estira, si nos fijamos bien, hasta Alfonsín y lo que en la década del 80 fue el Club de Cultura Socialista. Pienso en un Ramón Alcalde, el legendario profesor de griego de la Facultad de Filosofía y Letras, y en los viejos profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, en ellos pienso, profesores reacios a la transformaciones del capital y sobre todo del capital simbólico que traía el peronismo. Puedo pensar incluso en David Viñas, dentro de este antiperonismo, en Beatriz Sarlo. Todos con diferentes formulaciones ideológicas positivas pero coincidiendo en esa negatividad, o mejor deberíamos decir en esa negación frente al fenómeno del peronismo.

Pero después hay otro antiperonismo que se ve mucho hoy y que no tiene que ver con esa escuela docta del antiperonismo. ¿Y con qué tiene que ver este antiperonismo que no es letrado? Ese antiperonismo comporta cierta sobreactuación. Si Borges le decía a Perón que era un cómico, un ilusionista, un actor, un demagogo, y se nos acusa siempre a los peronistas de manipular la pasión, existiría hoy un antiperonismo apasionado. No es frío, no es calculador, no pregona la mesura y la Razón, sino que apela a los sentimientos, al odio, al desprecio, al insulto. Si en algún momento el antiperonista le respondió al peronismo con un ethos, con una ética, con un sistema de valores, hoy le opone un pathos, con una pasión. Desde la mirada del peronismo clásico, desde ese antiperonista socialista, conservador, erudito, ligado al saber o a los medios de producción primarios, la pasión quedaba exceptuada. Ese antiperonismo originario se diferenciaba de eso diciendo: “El peronismo es carismático, sigue a un líder, es visceral, se entrega a los designios arbitrarios de una persona y vulnera las instituciones”. Puede admitir a veces que se genera una distribución de la riqueza. Pero si le admiten una positividad, enseguida sentencian que el costo es muy alto, que se vulnera la República, que se falsea la democracia, se trastocan los valores heredados y las identidades. El costo, entonces, a pagar es muy alto. Ese antiperonismo clásico dice que el peronismo utiliza la pasión, el arrebato ideológico, donde debería incidir y funcionar la Razón. Y ellos, en esa dicotomía, son la ciencia, los herederos de las luces de Mayo, los iluminados, los representantes de la Razón misma, de la mesura, de la austeridad, de eficiencia, la reacción contra el desborde. Pero hoy, y esta es mi tesis central, no solo ese desborde está dentro del antiperonismo sino que lo domina.

Este segundo antiperonismo es mucho más liberal en lo económico, es muy poco nacionalista, o directamente antinacionalista. Es agresivo, irracional y, peor, resulta irracionalista. En un punto es contradictorio, oximorónico. Y busca todo el tiempo un líder carismático en el cual confiar ciegamente. No lo encuentra. No lo encontró en Mauricio Macri. De hecho, creo que Macri y su gestión de gobierno son una dura derrota para el antiperonismo clásico. Pero sí encuentra una formulación muy clara en las redes sociales. Es fácil verlo y encontrarlo en las redes sociales. Este antiperonismo entonces abandona la bandera de la Razón y se entrega a la disputa política de la pasión.

Hago una salvedad importantísima: no estoy diciendo que el peronismo sea la irracionalidad y el antiperonismo sea la razón. De ninguna manera. Esa es la visión que el antiperonismo tuvo originalmente de sí mismo. O que tuvieron sus primeros voceros e intelectuales. Y que los herederos de ese antiperonismo primero todavía mantienen en algunos matices, con mucho esfuerzo y mucha mentira. Uno escucha hoy a los voceros de Cambiemos y ellos dicen: “Esto hay que hacerlo desde la Razón”. Aunque después hagan todo lo contrario y traigan el caos. Incluso se dan esas paradojas sensibles en las cuales ellos dicen “somos nosotros o el caos” y finalmente ellos son el caos. Mientras el peronismo, más allá de algunos desbordes, siempre atendió al llamado de la modernidad, del orden, de la defensa de la soberanía. Sí hay clientelismo, sí hay demagogia, si hay caudillismo, pero incluso en sus versiones más destructivas y liberales fue modernizador. Por ejemplo, con Menem. Incluyendo en esa modernización los reclamos de la clase media antiperonista. Siempre tuvo esas características. Mientras la mirada del antiperonismo sobre el peronismo y sobre la Argentina siempre fue estrábica, interesada, fóbica.

No quiero decir, entonces, que ellos sean genuinamente la Razón y nosotros seamos el carisma y la demagogia. Pero ellos tienen esa mirada de sí mismos. Dicho esto ahora, y justamente esto es lo que quiero señalar aquí, esa mirada sobre ellos resulta hoy insostenible. Se les complica. No pueden decir más: “No somos los vikingos, no somos los románticos, no somos el sueño federal, que transforman la realidad de forma brutal destruyendo los restos de nuestra tierna República”. Ya no pueden. Por el contrario ellos se entregan hoy a la pasión negativa sin la coartada de los intelectuales y el saber. Pregunto: ¿Qué intelectuales del antiperonismo ilustrado tiene el gobierno hoy? Se les cae la ficción del antiperonismo del saber. Y cuanto más contradictoria es esa situación más pasional se vuelve, porque hay menos argumentos. Algo de ese mecanismo se juega en las redes sociales. Hay casos arquetípicos.

Por ejemplo, el escritor Martín Kohan, que no está en las redes sociales, es el antiperonisto antiguo, libresco, académico, antipopular, erudito, troskista, de ahí que parezca un personaje de otra época, casi anacrónico. Ahora bien, siguiendo esa descripción y esa tradición, es rápido para matizar su ideario de izquierda y hacer alianzas con los terratenientes, por ejemplo con los Braun, a cambio de que se le permita ocupar un espacio de prestigio. Mientras que Quintín vendría a ser el antiperonismo pasional, irracionalista, anarquizante, furibundo, de las redes sociales. Quintín es un evidente adicto a las redes sociales, un autor que no vive por afuera de Internet.

De las muchas diferencias que tienen hay una que me parece central. Para Kohan, el peronismo, y todo lo que se le parece, es de ultra derecha, fascista, incluso nazi. Mientras que para Quintín es stalinista. Está rápida tipificación más que hablar de los peronistas, lo que hace es hablar de ellos mismos y de sus limitaciones. (Curiosamente, o no tanto, me interesa leer mucho más a Quintín que a Martín Kohan. Tiene sin duda mucho más para decir sobre la actualidad.)

Ahora bien, siempre estuvo la irracionalidad bestial en el antiperonismo. Es ese regusto amargo del «Viva el cáncer!». Pero al mismo tiempo el que recibió más luz, más atención, fue el antiperonismo de buenos currículums universitarios. Este es un corrimiento que hoy se actualiza con variantes.

Desde ya estos dos anti-peronismos no son consecutivos, sino contemporáneos. Aunque en la génesis primero estuvo el peronismo del saber. Habría que decir que conviven. Pero subrayando que hoy domina ese antiperonismo de la pasión, que no valora el saber, que se propone casi estrictamente como una reacción. Y, de forma previsible, eso genera una debilidad como movimiento político, que rápidamente es cooptada por los intereses más perversos. O sea, al ser esencialmente negativa, al no ofrecer un saber, un dogma, una idea política afirmativa, ese antiperonismo ramplón rápidamente es instrumentalizado por los peores intereses ligados al mercado, que no tiene ideología más allá de hacer negocios y sacar un rédito inmediato. Y estos actores pueden hacerlo porque ese antiperonismo es muy bobo, está casi vacío. O sea es negativo frente al peronismo pero también es negativo frente a su propia tradición de saberes.

Viendo la debilidad ideológica de esos antiperonistas, los que bajan son los buitres. Casi que no hay metáfora en esta frase. Creo que el personaje que mejor encarna este actor buitre que aparece para llevarse una rápida ganancia es Durán Barba. No es argentino, ni vive en la Argentina, y hace eso, llega le vende a Macri la fórmula para ganar y se va. No tiene cargo, no tiene intereses políticos, no tiene responsabilidades. No hay ataduras más allá de esa intervención. Y si ese es el héroe de los paracaidistas que llegan, agarran y se van, los hombres de la patria financiera, los fondos de inversión transnacionales, los fugadores de dólares, constituyen el coro anónimo. Pero hay otro coro, mucho más amplio, en las redes sociales. Si los buitres no tienen cara, los trolls del antiperonismo tampoco. Ahora bien, los trolls del antiperonismo encarnan un elemento disolvente atado a la pasión, sin razones, un elemento caliente, mientras los buitres son hábiles operadores técnicos. Dada esta situación, arriesgo que el análisis del antiperonismo en su versión contemporánea es una deuda permanente que se reedita todo el tiempo en nuestros espacios y resulta fundamental de cara a las próxima elecciones. Sin exagerar, creo que de las descripciones que hagamos de estos avatares contemporáneos, y de la respuesta que les demos, depende buena parte de nuestro futuro inmediato como nación.

Fuente: Revista Paco

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