México es uno de los países donde menos se lee. Sin embargo, los libros van y vienen entre la gente y es cierto que hay cuatro o cinco escritores que salen de lo normal, nuevos, propositivos y que están, por así decirlo, en la cresta de la ola.
Son los que están de moda, los que ocuparon todas las encuestas y los que son invitados una y otra vez a las ferias del libro, tanto adentro como afuera del país.
México es un país raro. Decía la semana pasada el escritor Álvaro Uribe que todos los intelectuales son “becarios”, reciban o no una ayuda del Estado. “Hacemos lo que nos gusta, hay tan poca gente que lee, somos privilegiados”.
Sin embargo, al decir de Paco Ignacio Taibo II, “es mucha más la gente que lee, las encuestas son sobre libros vendidos, que son carísimos, no hablan de cómo nos prestamos, de lo que se venden en las librerías de viejo”.
Más allá de eso, esta nota es sobre los escritores y vale nombrar a Julián Herbert, a Emiliano Monge, a Claudina Domingo, Fernanda Melchor y Gilda Luque, que son hoy por hoy sobre los que se está gestando la nueva literatura mexicana.
Hay decir que hay más mujeres que hombres, que Julián Herbert y Claudina Domingo escriben tanto poesía como narrativa y que ninguno dice cómo hay que hacerlo, es decir, todos son muy distintos entre sí.
Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) se dio a conocer con la novela El cielo árido, que ganó el Premio Jaén de Novela. Al siguiente año presentó su muy leída Las tierras arrasadas, donde trató el tema de la sangre y la violencia mexicana con ferocidad y algo de ignorancia, que es donde todos estamos metidos.
Unos secuestradores de migrantes y los migrantes en sí conforman una historia aterradora, donde los mexicanos no sabemos dónde ir ni qué esperar. Esa novela ganó
el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2016 y el año pasado dio a conocer los 11 cuentos terminales de La superficie más honda, que ha salido en todas las encuestas como uno de los mejores libros escritos, realizados, según Emiliano, “frenéticamente”.
“Yo quería que todos los cuentos tuvieran que ver con un universo al que todos nos tenemos que animar a vincular. Todos los que estamos aquí tenemos muchos más privilegios de los que cualquiera podría tener. Y la verdad es que todos los que estamos aquí que criticamos la vida de Carlos Slim, se parece mucho más nuestra vida a la de él que al 90 por ciento de los mexicanos. Que Slim pueda agarrar su avión privado a París para ir a cenar, se parece mucho más a nuestra posibilidad de dónde ir a cenar, que no a cenar. Es una realidad y en ese sentido hay todo un México de todos esos estallidos que no podríamos entender así nomás. Yo trato que todos mis cuentos destaquen el entendimiento de todas esas cuestiones. Arrancan en la situación misma y terminan en esa misma situación. En mis cuentos hay además una búsqueda estilística, necesidad de contar de otra manera…siempre hablo de Juan José Saer, aquella vez que destrozó a Mario Vargas Llosa en la polémica que tuvieron cuando le dijo que el compromiso del escritor no estaba en los temas sino en el lenguaje y que ese lenguaje fuera distinto al lenguaje del poder”, ha dicho.
Claudina Domingo (Ciudad de México, 1982) viene escribiendo desde hace tiempo y de hecho es hija de Juan Domingo Argüelles, un importante poeta mexicano, pero ha sido con Las enemigas, un libro de cuentos que ha originado que todo el mundo se de vuelta para verla.
He aquí una gran cuentista, una gran prosista y debido a su juventud con más futuro que pasado, en contextos donde no resulta tan fácil que una nueva autora tenga para sí un mundo propio, muy armado, suponiendo además que en eso consiste ser un buen escritor.
_Las enemigas_tiene unos muy buenos cuentos relacionados con la mujer, con la maternidad, con su tener o no tener hijos, pero además es propositivo en la materia que da, es decir, la literatura como eje donde se asientan las dudas y los temores, ese tomar la profesión como un faro a través del cual morigerar las intenciones.
Además, Claudina escribe poesía, que es un género muy alimentado en México y acaba de sacar un nuevo libro. Hay que decir que Tránsito (Tierra Adentro, 2011) ganó el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2012 y obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2016 por el libro de poesía Ya sabes que no veo de noche.
“Es un libro feminista a su manera, porque también hay una observación y está enfatizado el hecho de que las personas vulnerables, las personas frágiles, están retratadas en el libro. La chica que está embarazada siendo una niña, la mujer que busca a su hija desesperadamente, en ese sentido es un libro de féminas, más que por una toma de posturas muy activas sino por la observación de esos fenómenos que una escritura más patriarcal pasaría por alto”, ha dicho.
Julián Herbert (Acapulco, 1971) es el gran escritor de hoy. Difícilmente uno haga una entrevista a un autor mexicano y él niegue que no está leyendo a Herbert.
Se dio a conocer con Canción de tumba, una novela frenética donde cuenta la muerte de su madre prostituta, un libro que lo hizo salir de la poesía, que es para lo que ha nacido Julián.
Pero Herbert escribe mucho y de todo. Son buenísimas sus crónicas y ahora ha salido con un libro de cuentos: Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino, unas páginas por donde desfilan personajes por él inventados, una vuelta a la literatura después de la crónica histórica La casa del dolor ajeno.
Por estas páginas desfilan: un vengativo coach de recuerdos personales; un burócrata mexicano que vomita sobre la madre Teresa de Calcuta en el aeropuerto Charles de Gaulle de París; un reportero adicto al crack convertido en payaso de rodeo literario; el fantasma de Juan Rulfo; un psicoanalista lacaniano y caníbal; un videoartista cuya obra consiste en filmar pornografía gonzo con mujeres enfermas de sida; Dios revelado como nini; un narcotraficante idéntico a Quentin Tarantino obsesionado con encontrar y asesinar a Quentin Tarantino.
“Este salto entre los dos libros tiene que ver con los personajes. Me encontré con personajes muy fuertes para hacer La casa del dolor ajeno, mi libro anterior, es una crónica histórica, pero no tenía ningún margen de invención. Esta idea de que Benjamín Argumedo se ataba un pañuelo de la quijada a la cabeza porque le daba pavor que si lo mataban se le iba a meter las moscas en la boca. Eso no lo inventé yo, estaba en los documentos. En este libro lo que más disfruté fue poder inventar todo. Estos personajes no venían de ningún lado particular sino de cosas que se me iban ocurriendo sobre la marcha. Un artista conceptual que tiene sexo con mujeres con VIH o un periodista que se dedica al crack y que luego finge disfrazándose de vaquero, esas historias no vienen de algo que me pasó. Disfruté mucho eso”, ha dicho.
Algo de lo que sucede con Julián pasa con Fernanda Melchor (Veracruz, 1982): puede escribir la libreta del almacén y la miraríamos con admiración. Se dio a conocer con el libro Aquí no es Miami, un libro de crónica en el que uno veía muchos baches, pero de todos modos tenía algo que no permitía dejar el relato.
Su consagración vino con la novela Temporada de huracanes , con una prosa preciosista y cerrada, como la boca de un cocodrilo que te espera en cualquier rincón de la narrativa.
Un grupo de niños encuentra un cadáver flotando en las aguas turbias de un canal de riego cercano a la ranchería de La Matosa. El cuerpo resulta ser de la Bruja, una mujer que heredó dicho oficio de su madre fallecida y a quienes los pobladores de esa zona rural respetaban y temían.
Allí empieza la aventura literaria de Fernanda Melchor, donde el poder, el erotismo y los discursos en busca de un culpable se entremezclan para narrar la zona más pobre de México, la más olvidada.
“No está reñido hacer literatura y contar el México actual. A mí la literatura del crack, mi generación anterior, nunca me gustó. No me interesan tampoco las novelas políticas, que son desde mi punto de vista panfletarias. A mí lo que me interesa es contar historias, eso antes que nada. Tengo un compromiso con la verosimilitud, con el realismo, las novelas que más me gustan son las que hablan del tiempo presente. A lo mejor es una especie de reacción de esta generación a la generación del crack, aunque Monge es del 70 y pico, me lleva como 10 años. Nuestra generación quiere volver a México, no tengo oportunidad de hablar de un mundo que no conozco, hablo de Veracruz, de lo pasional y tengo cosas para decir al respecto”, ha dicho.
Gilma Luque (Ciudad de México, 1977) es una novelista que ha hecho de la prosa un testimonio doliente de su vida. Ha traído a su madre del tiempo, que padecía esclerosis múltiple y ha ejercido un duelo singular, donde el padre, el hermano y probablemente muchos parientes tuvieron que hacerse a la idea de su historia, de su dolor.
En -Obra Negra-, Gilma ha escrito lo que ha podido y ese poder la ha liberado de sus fantasmas. Ahora siente que es capaz de escribir sobre lo que sea, ya ha pagado sus deudas.
La primera novela de Luque es de 2010, Hombre de poca fe. En 2012 dio a conocer por Ediciones B, >>El mar de la memoria
“Me siento todavía mejor, ya escribí el libro, ya está el desahogo, ahora quiero escribir un ensayo, sobre gente con esclerosis múltiple, Juan García Ponce, Stephen Hawking, estas personas que sobrevivieron a la enfermedad de una manera distinta. Me sentí libre y tengo muchas cosas que me interesan”, ha dicho.
Mónica Maristain
Editora
SinEmbargo Cultura & Espectáculos
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