Todos sabemos que muchas veces el fútbol no tiene nada que
ver con la justicia, pero está vez fue justo con el futbolista más ganador de
la historia y que era el único título que no tenía en su nutrida vitrina.
El chico que tuvo que luchar con su médula de crecimiento,
el piojo que iba con su abuela al club Grandoli y se prendía en los picados de
los más grandes y los gambeteaba a todos. El chico que vio como su padre se
quedó sin trabajo cuando privatizaron Somisa, la empresa de acero más
importante de la Argentina y que se tuvo que ir a España a probar suerte,
porque en la Argentina (hablaron con Newell’s y River) nadie quería pagarle el
tratamiento que Lionel Messi necesitaba para crecer. Tuvo la suerte que en
Barcelona (dicen que recomendado por un tal César Luis Menotti) lo vio Rexach y
quedó tan deslumbrado que le firmó un contrato en una servilleta.
Allí a los 13 años la vida empezaba a darse vuelta, para
este chico que admiraba a Diego Maradona y que lo imitaba en jugadas, que
muchos pensaban que iba a ser imposible que otro las pudiera hacer.
Ese chico que siempre se sintió Argentino y Rosarino y que a
pesar de los años en España nunca perdió su acento y sus eses aspiradas,
propias de los rosarinos, cosa que se vio en este Mundial cuando le dijo a el
neerlandés Weghorts “andá pa’allá bobo”, por lo que en un diario argentino lo
trataron de vulgar, los mismos que antes decían que no era Argentino y que no
cantaba el himno, confundiendo timidez con falta de patriotismo. Justamente
estos diarios que siempre opinan igual que una embajada extranjera, a la que
van cada 4 de julio a festejar una independencia que no les pertenece.
Ese mismo muchacho que se cansó de levantar trofeos y batir
récords con el Barcelona, pero que en la selección Argentina no podía conseguir
los títulos que se merecía. Tanto que en un momento de desasosiego (cuando se
perdió ante Chile la segunda final de la Copa América) renunció a la selección,
porque pensó que nunca iba a conseguir sus sueños. Sin embargo en 2021, en
medio de la pandemia, el destino le tenía reservado ganar la Copa América en el
Maracaná y ante Brasil, con lo que parte de su sueño se empezaba a cumplir.
En la selección es dueño de todos los récords, es el que
jugó más partidos 173, el que marcó más goles 98 (el segundo es Gabriel
Batistuta con 56 y el mismísimo Diego Maradona hizo 33). El que jugó más Mundiales
(5) y el que marcó más goles en los Mundiales 13, pero le faltaba esta frutilla
en la torta, ganar un Mundial, volver a ser el mejor jugador del torneo (como
lo fue en 2014 en Brasil, cuando Argentina perdió la final con Alemania) y
hacer dos goles en la final. No pudo ser el goleador del torneo porque otro
grande como Kylian Mbappé hizo 3 en la final y sumó uno más que Leo.
Lionel Messi ya estaba en la historia del fútbol como uno de
los más grandes, arriba de un podio donde están Diego Maradona y Pelé, pero
ahora (al igual que ellos) también es campeón del Mundo, algo que le llegó a
los 35 años y después de mucho lucharlo, tanto como tuvo que luchar la
selección Argentina para ganarle a Francia por penales, después de un gran 3 a
3, que será recordado como una de las mejores finales de la historia.
Quizás su única pena es que Diego Maradona, que dijo de él:
“Es mejor que yo, hace cosas que yo nunca pude hacer” no lo haya podido ver,
pero como dice la canción más popular ahora en la Argentina: “Y al Diego, en el
cielo lo podemos ver, con Don Diego y con La Tota alentándolo a Lionel”.
Seguramente fue así y estará ahora festejando con todos los argentinos que
comparten su nube.