En general tenemos todos una cierta idea de lo que fue la “Santa Inquisición”. Es cierto que una mirada histórica seria diría que hubo momentos diversos, actitudes diversas, y diversas consecuencias. Una cosa es quemar libros y otra es quemar “brujas”, evidentemente. También dependía, en ocasiones, del agente… No era lo mismo un censor que un torturador (porque hubo momentos en los que la no tan santa Inquisición aprobó la tortura para la obtención de arrepentimientos o de información). Pero mirada de un modo global, y con razón, la imagen que tenemos de la misma es negativa y perversa. Por eso, es habitual, al escuchar discursos que nos remiten al pleistoceno, cargados de censuras o condenas, que inmediatamente la imagen nos remita a la Inquisición.
Podríamos recordar decenas de situaciones que nos permitirían, a su vez, pensar el presente. Y no es, además, extraño a los vaivenes de la política de la que nunca estas cosas son ajenas. Me permito dos ejemplos con un breve comentario.
* El 1 de junio de 1310 fue quemada en París, Margarita Porette. Una beguina (fascinante grupo de laicas que abundó en Europa central, pero que finalmente fue muy resistido por la jerarquía. El asesinato de Margarita parece ser una de las últimas jugadas para domesticarlas: o se casan o entran a un convento ¡qué tanto!). Su pecado fue haber escrito un libro (¿una mujer escribe? ¡Horror!, ¿y no en latín sino en francés antiguo?), “El espejo de las almas simples”. Obviamente, antes de eso se quemaron todos los ejemplares (salvo que Margarita había regalado 3 copias a otras personas que lograron que perviviera). Con el inestimable auxilio de la Universidad de París fue condenada y finalmente quemada. El Gran Inquisidor de París la acusó de “pseudo mujer” y, puesto que se negó a abjurar de sus ideas, fue finalmente condenada y quemada en la plaza pública. En lo personal, recomiendo la lectura de “El espejo”. Una obra mística de envergadura.
* El 30 de mayo de 1431, también en Francia, fue quemada otra mujer: Juana, de Donrémy, conocida como Juana de Arco. En este caso, la política jugó el rol principal, pero disfrazado de religioso. El contexto fue la “Guerra de los 100 años” entre Francia e Inglaterra. Es sabido que en el actual territorio francés había quienes aceptaban la corona británica y quienes querían que Carlos VII gobernara Francia y expulsara a los ingleses del territorio. Juana condujo triunfante algunas batallas decisivas (por eso es reivindicada todavía hoy por los nacionalistas franceses como Le Pen, por ejemplo). Pero la Universidad de París (¡otra vez! la teología parecía un poco separada de los caminos de Dios: “¡París, París, que matas a Asís!” afirma un tradicional dicho franciscano) condenó a Juana. La situación fue complicada porque los ingleses pretendían que la inquisición la condenara y esta sólo aceptaba su prisión puesto que en un primer momento Juana abjuró de lo hecho: utilizar vestidos masculinos era algo anti-natural y debía ser condenada por ello. En este contexto, con Juana presa, un grupo de soldados ingleses simulan un intento de violación lo que lleva a Juana a volver a utilizar ropa de varón. Esto contradice la “ley natural” y Juana es finalmente quemada.
Se podría remitir a otros hechos, como Galileo (1633, aunque él abjura, a pesar de quizás afirmar que igualmente “se mueve”. Quizás lo hizo para salvar su vida, cosa que nadie podría discutirle; además que tenía amigos importantes. Pero quizás si hubiera sido mujer, como las anteriores, otro final hubiera tenido… quizás porque no hubiera abjurado).
Es interesante notar cuanta sangre ha corrido porque algunas y algunos osaron afirmar cosas diferentes a lo que las mentes oscuras entienden como “ley natural”. Aristóteles, y con él, Tomás de Aquino afirmaron lo natural que es la esclavitud. Margarita osa escribir. Juana pelear por la liberación de su pueblo. Galileo cuestionar lo “obvio”. Bastante binaria la vida para algunos estrechos. Con lo fácil que es decir “menino veste azul, menina veste rosa” y ¡ya! El bolsonarismo es una maravillosa opción mental para no tener que pensar demasiado, discutir, mirar nuevos horizontes, y quizás ¡horror! tener que cambiar. Siempre es más fácil culpar de todo a las “novedades”. ¡Y listo! La culpa la tienen las mujeres, los científicos, los marxistas… la ideología de género. Lástima que hoy no podamos quemarlos (además, esos, los ecologistas no nos dejarían por eso del cambio climático). Todo tiempo pasado fue mejor.
Foto: Nueva Tribuna