Publicado el 6 feb. 2019 | Cultura
Por estos días se cumplió otro aniversario del nacimiento de Miguel Cané, escritor y político argentino, autor de Juvenilia -donde desgrana sus nostalgias de la juventud estudiantil, alegre y bulliciosa-, redactor de la oprobiosa Ley de Residencia que permitió la expulsión de inmigrantes “indeseables” sin juicio previo y, sin quererlo, inspirador de un tango de protesta.
Cané llegó al mundo el 27 de enero de 1851 en Montevideo, donde circunstancialmente estaban sus padres, fue intendente de Buenos Aires, canciller y legislador nacional y, a pedido de la Unión Industrial Argentina (UIA), presentó la norma legal que fue aprobada por el Congreso en 1902 y que por más de medio siglo utilizaron sucesivos gobiernos para reprimir a las organizaciones sindicales de los trabajadores y deportar principalmente a extranjeros anarquistas y socialistas -muchos de ellos llegados de Italia, España o Europa Central- hasta que fue derogada en 1958, durante el gobierno de Arturo Frondizi.
Los dramas que muchas veces provocaría la utilización de aquella ley, impulsaron a Mario Battistella, traductor y dramaturgo –nacido en Monteforte D’Alpone, Italia, y llegado a la Argentina a los 17 años- a escribir la letra del tango Al pie de la Santa Cruz, con música de Enrique Delfino, que en 1933 grabó Carlos Gardel.
Ya en la primera estrofa, el autor prenuncia la tragedia que sobrevendría cuando el protagonista, un militante gremial, es detenido y embarcado para ser deportado mediante la Ley de Residencia, quedando atrás su mujer, su pequeño hijo y sus padres.
Declaran la huelga,
hay hambre en las casas,
es mucho el trabajo
y poco el jornal.
Y en ese entrevero
de lucha sangrienta,
se venga de un hombre
la ley patronal (…)
Los pies engrillados,
cruzó la planchada,
la esposa lo mira,
quisiera gritar.
Y el pibe inocente
que lleva en los brazos
le dice llorando:
"¡Yo quiero a papá!"
No todos los artistas, sin embargo, respetaron aquella denuncia social plasmada en la obra por Battistella. En 1946, el tango también fue llevado al disco por la orquesta de Alfredo De Ángelis con la voz de Carlos Dante. Pero el director lo despojó de las evocaciones potencialmente conflictivas y, para grabarlo, modificó la letra de las dos primeras estrofas y dejó el resto como estaba. Con esa engañifa, De Ángelis cambió totalmente el sentido de la canción, que quedó así:
Estaban de fiesta,
corría la caña,
y en medio del baile
la gresca se armó.
Y en ese entrevero
de mozos compadres
un naipe marcado
su audacia pagó (…)
Sin tener esas connotaciones de la política partidaria de época, también el más conocido de los tangos a nivel internacional fue víctima de un pillaje que modificó las intenciones de su creador. Porque años después del estreno en 1917 de La Cumparsita en La Giralda de Montevideo, su compositor, el uruguayo Gerardo El Becho Matos Rodríguez, estando en Paris se enteró de que su pieza musical se había convertido en un formidable éxito mundial y, además, que los argentinos Pascual Contursi y Enrique Maroni le habían puesto letra sin su consentimiento, que le cambiaron el nombre y lo grabaron como Si supieras -modificando el sentido de su origen- y que cobraban suculentos derechos de autor.
Así, La Cumparsita, concebida a los 19 años por su hacedor como un festivo homenaje a la Federación de Estudiantes Universitarios uruguaya (antecesora de la combativa FEUU) –y cuyo nombre al parecer se debió a la expresión de un mozo italiano de la Vaquería del Parque Rodó quien, cada vez que veía llegar al Becho con su comparsa de amigos, anunciaba en su cocoliche: “Bene, è arrivata la cumparsita”-, había sido transformada por sus apropiadores en el previsible lamento de un pobre amor perdido, en el que el protagonista es abandonado por su mujer, por sus amigos y hasta por el desalmado perrito de la casa:
(…) y aquel perrito compañero,
que por tu ausencia no comía,
al verme solo el otro día
también me dejó.
El Becho le recriminó a su compatriota (según su documentación) Carlos Gardel, quien también estaba en París, que hubiera puesto el registro de su voz a Si supieras, convalidando el escamoteo. El cantor trató de reparar aquello y le grabó a su amigo otros temas compuestos por él, como Mocosita, Che Papusa oí, ¿Te fuiste? ja ja y La muchacha del circo, y también le pidió que colaborara en la película que estaba filmando en la capital francesa y Matos Rodríguez compuso la música de Luces de Buenos Aires, de El Rosal, que canta Gardel, y de Mi Provinciana, que interpreta Sofía Bozán.
Tras un largo juicio, Matos Rodríguez pudo rescatar la autoría de La Cumparsita, pero nunca logró recuperar el dinero embolsado por Contursi y Maroni.
Y, como a veces el crimen paga, Si supieras –el más famoso plagio en la historia del tango- sigue siendo difundido orondamente por algunas orquestas y el público hasta aplaude a los cantores. Y Cané es más recordado por la candorosa Juvenilia que por la cacería de inmigrantes que ayudó a desatar.
* Periodista
Foto: Editorial IRIDIUM