• 28 de marzo de 2024, 19:02
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De cara al 2023

Por Darío Capelli*


Sobre héroes y mariscales

Si, en efecto, la guerra fuese una metáfora de la política, puede decirse -pues- que o bien el gobierno se va poblando de hombres y mujeres expertxs en sobrevivir heroicamente a muchas batallas o que en verdad tiene un staff pletórico de mariscales de derrotas. Algunos de esos fracasos, incluso, fueron ominosos para los intereses del Pueblo argentino. Hubo los que sacaron al peronismo del poder y hubo también algunos en los que el peronismo fue incapaz de refrendarse en elecciones de medio término. “Sobrevivientes heroicos de antiguas  batallas” o “mariscales de derrotas” son figuras polarizadas para referirnos a ciertas personas que hoy rodean al Presidente con pretensión de posicionar al Frente de Todxs para un segundo mandato. Quizás estemos exagerando un poquito y no sean imágenes adecuadas para los fines heurísticos que nos proponemos. Pero convengamos también que ninguna de las incorporaciones ministeriales o referentes consagrados post desastre de las PASO, puede referenciarse tan fácilmente con el Cid Campeador. Ni siquiera hablamos de deslealtades o traiciones sino apenas de performances electorales.

En 2015, Julián Domínguez perdió la interna bonaerense contra Aníbal Fernández que luego perdió contra María Eugenia Vidal que, a su turno, resultó ser la peor gestión de la provincia en décadas. Sin embargo, en el gabinete están los dos: Domínguez y Fernández.  

En 2019, Victoria Tolosa Paz perdió la interna de La Plata contra Florencia Saintout que luego perdió la disputa municipal contra Julio Garro quien fuera luego señalado, entre otras menudencias, como uno de los organizadores de la gestapo sindical; eso sí: Tolosa Paz encabezó la lista de diputadxs bonaerenses el año pasado y, para no perder la costumbre, también perdió contra Santilli. Sigue siendo una de las personas más cercanas a Alberto Fernández e incluso en algún momento se llegó a hablar de ella como posible reemplazante de Kulfas.

En 2021, Agustín Rossi perdió las primarias santafesinas contra el armado de Omar Perotti que luego perdió la contienda senatorial contra Carolina Losada, una dudosa periodista que carecía por completo de experiencia política. Ahora, Rossi maneja a la policía secreta del Estado, una agencia que todavía –pese a las promesas presidenciales y empero la baja estofa de sus agentes (como bien lo ha descrito ya el periodista Martín Rodríguez)-; una agencia, decíamos, que todavía habita en los sótanos de la democracia.

De Daniel Scioli, qué decir: todo lo que digamos se sabe de sobra y la Argentina padeció su derrota como ninguna otra, pues le sucedió una de las experiencias más dañinas para la historia nacional. La discusión sobre si tuvo o no el suficiente apoyo es muy compleja porque no debe excluir otra discusión sobre el desastre de la interna en la Provincia de Buenos Aires que recién mentábamos, los caprichitos de Randazzo y, en el nivel de la base social, el descontento de lxs propios bonaerenses con la gestión del Gobernador que por entonces quiso ser Presidente. Por lo que fuera, lo cierto es que con ese candidato no logramos retener el gobierno. No importa ¡venga Scioli al Ministerio de Producción! Y así siguiendo.

La cosa está clara: el peronismo está extraviado en su laberinto.

El problema no son los traspiés electorales: Lula perdió tres elecciones antes de cimentar un camino triunfal a la presidencia de Brasil. El giro pragmático no lo apartó, sin embargo, de una tradición militante a la que al cabo terminó honrando desde el lugar más alto de la política. Néstor mismo, en el 2009, perdió contra Francisco De Narváez (que para la campaña adoptó las consignas de su imitador televisivo y transformó el slogan “Votame, votate” –de por sí absurdo- en el ya insultante “Alica, alicate”) pero Cristina rompió las urnas en el 2011 con el 54 % en primera vuelta. Es decir, que un tropezón en las votaciones no es necesariamente una derrota política. Ni siquiera lo es estar fuera del poder por un tiempo prolongado. El peronismo lo sabe más que ningún otro movimiento porque después de dieciocho años de proscripción impuso su identidad apenas se abrió la posibilidad de participación electoral.

Pero más allá del período en que fue excluido, el traspié electoral ha sido siempre, para el peronismo, un evento tan probable como su contrario. No es infalible. El problema es que en lugar de construir victorias (que aun cuando no se hubieran logrado jamás significaron su sepultura) estamos empezando a acostumbrarnos a construir derrotas. Desde ya, los dirigentes no son sólo nombres más o menos competitivos. Representan, además, intereses y sectores que por diversas causas hoy viven una tensión difícil de sintetizar. Una de esas causas es estructural: el peronismo es un movimiento nacional que, a pesar de jactarse por poseer una doctrina, es proclive a prohijar corrientes internas (ya ve el lector que hemos nombrado dirigentes para todos los gustos) y uno de los factores que las activa –a las internas- está relacionado con el crecimiento cuando las condiciones globales favorecen a una economía que en su estructura básica continúa siendo, todavía, semicolonial y dependiente: ¿se sigue creciendo y se espera el derrame? ¿se toman medidas de ajuste para “enfriar la economía” cuando la demanda se intensifica en función de la expansión o se la atiende con mayor emisión a pesar de no contar con el respaldo en reservas de moneda fuerte? ¿se toma deuda para financiar el crecimiento y ordenar los desbalances que provoca, o se la salda para poder tomar decisiones soberanas? Al interior del movimiento nacional hay proyectos diversos que o bien ponen el acento en el desarrollo y el equilibrio macroencómico, o bien lo hacen en la distribución del ingreso con la justicia social por bandera. Después de la experiencia del macrismo, a estas dos tendencias no las unió el amor sino el espanto. Pero ahora, a la salida de la pandemia y con una guerra que disparó el precio de las materias primas que nuestro país exporta, es hora de decidir. Desde ya que no se puede repartir pobreza… pero el peronismo (como con tanta sencillez definió Cristina) tampoco acepta que la riqueza se la lleven cuatro vivos. En otras palabras: contra el neoliberalismo, el Frente de Todxs fue la herramienta precisa para ganar en 2019; ahora, cuando el crecimiento empieza a dejar niveles de rentabilidad considerables hay un punto en el que los senderos, al cabo, se bifurcan: hacia un lado va el desarrollismo y hacia otro, el peronismo.    

Foto: Archivo

La cuestión de la unidad, el futuro del Frente de Todxs y lo que está en juego

La unidad del Frente de Todxs nunca estuvo ni estará en discusión, dijo Cristina en el Plenario de la CTA realizado en Avellaneda. De acuerdo. Lo que está en disputa, entonces, es la conducción. El tema -¡chocolate por la noticia!- es fundamental. En su segunda intervención, una vez concluido el plenario y ya en la calle, está la clave: ella va a hacer lo que haya que hacer para que el peronismo vuelva a ganar las elecciones. El rumbo actual del gobierno no puede dar esa garantía. La prueba es el 2021. Además, si en el 83 supimos que el escudo de la Lista 2 en las boletas ya no era suficiente para construir una victoria, desde el 2001 sabemos que sólo mentar sellos partidarios no alcanza ni para meterse en la discusión. Por otro lado, para ganar y no hacer nada (también lo dijo Cristina) es preferible quedarse en la casa.
Repasando el argumento, pues: nadie va a irse del espacio porque es un salto al vacío pero así como vamos, y si quien tiene la lapicera no la usa, no se gana en el 2023. Ahora, si es para ganar y no transformar el estado de las cosas en función de los intereses populares –ganar con alguna variante del massismo a la cabeza, para decirlo más claramente- mejor dediquémonos a otra cosa. Conclusión: si el kirchnerismo (la actualización más imaginativa del peronismo hasta nuestros días) no conduce al movimiento, difícilmente el peronismo pueda ganar las próximas elecciones, pero incluso de llegar a hacerlo será para perderse en un callejón sin salida y entrar en un letargo que lo pondrá en riesgo de extinción. Por las características de la etapa histórica y el tipo de tensiones que genera el grado actual del desarrollo del capitalismo, el peronismo no banca una nueva frustración electoral sin que provoque un desbande irreversible de militantes, corrientes y dirigentes pero tampoco banca reversiones de la experiencia menemista. Por cualquiera de los dos caminos corre hacia su evaporación. Tampoco hace falta una bola de cristal para vaticinar que el sueño húmedo de la izquierda (la desaparición definitiva del peronismo), de hacerse realidad, dará paso a la peor pesadilla para el pueblo trabajador: el capitalismo global brega como nunca por un encuadramiento de la existencia común dentro de esquemas generales de administración de la vida como cantera inagotable de valor y fuente de una maximización extrema de la rentabilidad. Ni siquiera creemos que ese futuro distópico pero posible tenga que suceder tras una hecatombe que reavive la experiencia de los totalitarismos. La circunstancia de un putsch de ultraderecha puede ocurrir o no. Lo que está en juego es algo mucho más temible: una deshumanización lenta, una especie de fascismo tranquilo en el que el noventa por ciento de la población se acostumbre a vivir mal para siempre.

Actualización política y doctrinaria del kirchnerismo

En cuanto a la discusión sobre los “planes”, quizás sea el momento para que las organizaciones sociales se consoliden como actor político y para que, ahora que sí se ve el problema de la pobreza, de la falta de ingresos y del trabajo informal, sean ellas –las organizaciones, decimos- y no la televisión, las que expliquen al resto de la sociedad de qué se habla cuando se habla de trabajadorxs de la economía popular, qué actividades abarca, qué son las tareas de cuidado,  por qué deben ser remuneradas y además gozar de derechos, en qué debería consistir una política focalizada como el Salario Social Complementario y en qué, una de alcance universal como el Salario Básico Universal, cómo y por qué es menester abordar esta cuestión desde una perspectiva integral que apunte al desarrollo humano, cuál es la coordenada en la que las problemáticas de la economía popular se intersectan con otras problemáticas como las de la dominación patriarcal o la del maltrato hacia los bienes comunes de la naturaleza. Hay un destino común para las luchas de lxs trabajadorxs de la economía popular, las de los feminismos y las que se dan por el cuidado ambiental y la soberanía alimentaria. Es un destino común en el que también debe incluirse el kirchnerismo y nutrirse de estas nuevas militancias. Si habíamos dicho que el kirchnerismo es una actualización del peronismo, urge que el kirchnerismo –así como incorporó en su identidad a los feminismos y, en ese sentido, Cristina ha reconocido que ella misma transitó un aprendizaje- ; urge que el kirchnerismo, decíamos, se actualice saliendo también al encuentro de lxs trabajadorxs de la economía popular: no sólo inventaron su propio trabajo en una etapa del capitalismo que los descarta sino que además han elaborado los marcos conceptuales para entenderse y entender cómo actuar sobre la realidad en un sentido transformador.

La administración de los recursos económicos provenientes del Estado, en todo caso, es otra discusión de la que no pueden quedar afuera ninguna de las organizaciones que contiene y conduce a lxs trabajadorxs de la economía popular en sus prácticas políticas reivindicativas. Un Estado que se pretenda popular no debería atender las necesidades de la franja más empobrecida de la sociedad a cambio de debilitar su acumulación política. Hacerlo, desarticular a la organización popular en nombre de una centralización estatal de los recursos (dos cosas, organización popular y centralización de recursos, que no son incompatibles) es un gran favor que se le hace al fascismo tranquilo que caracterizamos más arriba. Por el lado de las organizaciones, están desafiadas a politizarse todavía más, de manera que no sólo dependan de los dineros estatales para ganar volumen. En tal sentido, la creación de la UTEP significó un enorme paso pues la sindicalización de lxs trabajadorxs de la economía popular implica que empieza ya a vislumbrarse que se trata de un sector social que, en mérito a sus necesidades, se lanza como colectivo a la conquista de derechos que van desde los laborales más básicos y ya consagrados hasta el elemental derecho a vivir bien que todavía debemos ganar para todo el pueblo.      

Coda: una escena en Parque Lezama

Año 2009. Una semana después de haber perdido las elecciones de medio término que recordábamos hace unos instantes, Néstor Kirchner –que había encabezado la lista- va a la asamblea de Carta Abierta a levantar el ánimo de los militantes y a proponernos seguir recreando ideas para lo que vendría. El infortunio es consejero de nuevos pensamientos, dijo entonces Horacio González. Y Néstor, que lo complementó, agregó luego: “esto no es un partido de futbol ni una carrera de autos. Podemos ganar o perder pero acá estamos luchando por un país distinto.”

Es una escena lejana y es cierto que ya no tenemos a Néstor ni a Horacio. Para peor, y como decía Cooke, hoy hay malestar en las bases. Pero nada está perdido si logramos recobrar el estado emocional que dos años después de aquella reunión en Parque Lezama llevó a que Cristina volviese a ganar con más votos que en su elección anterior.

*Sociólogo, docente UBA-UNLaM, co-editor de la revista El Ojo Mocho.

Foto Portada: Foto: DyN

Fuente: La Tecl@ Eñe

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