En la
jornada de ayer y en esta fría noche en que las mujeres hacen vigilia en las
calles que rodean al Congreso, y los diputados argumentan emociones contra razones
para justificar un no, produce grima la
penosa falta de formación de nuestros representantes. Esto aumenta mi deseo de
una nueva Constitución. Barajar y dar de nuevo. Pasar a los jueces a comisión y
parir otra Matria/Patria. Claro que eso crece desde el pie.
Se han escuchado argumentos delirantes, como
el de una diputada (¡sí, diputada!) que se entregó al esfuerzo intelectual de comparar las
mascotas con las mujeres. Su aspiración es que seamos más animales.
Carrió sin novedades en su minusvalía espiritual.
“Sé que las mujeres mueren pero votaré por el no”.
El ejemplo que han dado mis hermanas de género
en las calles, en las redes y donde se pudiera visibilizar la muerte que a
Carrió no le importa, está siendo esperanzadora y otra demostración de que lo que más influye
es hacerse oír, suave o ensordecedoramente. Sería injusto no mencionar el acompañamiento
activo de varones. Verdaderos varones.
Cierto que hubo emotividad fingida o sincera -que
a nadie le importa porque pertenece al universo íntimo de cada uno- y,
fundamentalmente, no era tema de discusión. No mantenemos legisladores para que
nos digan que sienten o servirles de terapeuta gratuito. El Estado es –al menos
en la letra escrita- laico. No representan feligreses sino ciudadanxs.
El hecho de apelar a la emoción para actuar
con un voto es opaco y hasta tramposo. La siempre vigente tentación de hablar
de sí mismx elude, precisamente, el sentimiento. Éste tiene su relato, su tempo;
se despliega, se contrae, como la vida. Es Marechal diciendo que el universo
todo es una inspiración y una exhalación. No creo necesario aclarar que ninguna
intervención puede rozarse ni lejanamente a Marechal. Esto se escamotea en los
discursos sin argumentos racionales y sólidos, aludiendo mucho a la formación
religiosa pero con contenidos que ni Dios entendería. Claro que nosotros no
entendemos a Dios. Eso se llama Fe, y no es del ámbito parlamentario para discutir
una Ley que disminuya o evite la muerte de cientos de mujeres, y de hijos que
no se conciben desde el deseo. Tema no menor en el desarrollo psíquico del que
nace sin ser deseado.
El
trabajo previo de feministas y no feministas fue digno de una democracia
consolidada, aunque si esto es democracia no es el tema que nos ocupa. Ellxs la
exhibieron como si lo fuera y con eso basta. Por ahora.
Valiente y militantemente por lograr una ley
justa e igualitaria, que eduque para no embarazarse pero asegure un aborto legal
y gratuito a las mujeres pobres, que son las que mueren año tras año. Y cada
una contó su experiencia al haber abortado. No es lo mismo que te lo explique
un señor adinerado que acepta todos los hijos que Dios le dio -aunque no los
reconozca ni mantenga a todxs como la ley manda- que verbalizar la experiencia
del cuerpo y la psique.
Personalmente aquella es inversa y no daré mucho detalle. La maternidad me
constituye. Fue el único deseo indubitable desde la adolescencia, pero perdía
los embarazos al mes y medio de gestación. Mi deseo maternal está cubierto
profundamente por el único hijo que llegó a mis brazos, amamanté y cuya vida ayudé a desplegar. No hay un
día en que no recuerde alguna escena del largo parto, haciéndolo presente. Incluyendo el dolor.
Hay cinco hijos que no llegaron, pero que
están en mí. Sólo yo tengo las palabras para relatar sus posibles e incomprobables
historias, pero quién más que yo, su madre, puede imaginarlas y sentirlas de una manera
inefable.
Ahora bien. ¿Tengo el derecho de hacerles
pagar a otras mujeres, que no desean –por diversos motivos verbalizables o no-
porque yo sufrí (mucho) abortos espontáneos? Es mejor madre la que aborta
porque sabe que no puede abastecer a su hijo (y no me refiero sólo al tema
económico, aunque también), que aquella que lo trae a sufrir porque un mandato
cultural, arbitrario y arcaico no le permite elegir el momento del encuentro
con el hijo deseado. Es más sana la que no desea un hijo que aquella que sin
desearlo lo trae al mundo. Sin embargo, hasta esto es cuestionable. Resulta violatorio avanzar sobre el deseo de otrx.
A la hora en que esto escribo como en borrador
y pensando en voz alta -5:16 de la madrugada- indignada por la hipocresía de
los que vociferan su “pro-vida”, pero esquilman el país de modo que esos niños ya
nacidos que están durmiendo arrebujados a la intemperie tengan una vida. La
que merecen sólo porque están vivos y sus madres no tienen que imaginarles una
historia. La duelen junto a ellos. Padres y madres excluidos y expulsados de este
universo que está, todavía, expandiéndose mientras inspira, pero que más
temprano que tarde exhalará la muerte a que nos condena un gobierno de
empresarios que pueden hablar de cualquier cosa: dólar, déficit fiscal,
macroeconomía, pero que en los hechos no saben que la Matria/Patria es un
hogar y no una empresa. Y que el hogar está donde están los hijos nacidos o
con historias narradas por madres y padres que les soñaron un mundo más justo. Y, literalmente, "nos va la vida en ello".