Con gusto citaría textos bíblicos que hacen referencia a la amistad; o textos griegos… Pero sería un poco falso, ya que lo que la antigüedad llama “amistad” poco, o casi nada tiene que ver con lo que hoy llamamos tal. Por ejemplo, el término hebreo re’ además de amigo, también es camarada, compañero, seguidor, y otras palabras del estilo. Y no es fácil encontrar en los textos un modo de relación que se asemeje a lo que nosotros llamamos amistad. Algunas relaciones, como la de David y Jonatán, que se plantean con términos de amistad, a nuestros ojos se parecen bastante más a relaciones eróticas de homosexualidad que de una reflexión sobre la amistad. El uso del término griego filía, también traducido por amistad, en realidad, señala una relación entre pares o semejantes, a diferencia de una relación de superioridad-inferioridad como sería la de patrón-cliente. Hay algunas imágenes que se asemejan a la amistad, pero no necesariamente debe traducirse por tal. Me parece importante señalar, entonces, que difícilmente el mundo antiguo se mueve con categorías semejantes a las que en nuestro mundo contemporáneo expresan diferentes modos de relaciones, y en este caso, a la amistad.
En nuestro mundo, tampoco todos entendemos la amistad del mismo modo. Cuando alguien propuso el 20 de julio como “día del (de la) amigo (a)” porque supuestamente ese día el ser humano había llegado a la luna no parece entender, por lo menos, la amistad como muchos la entendemos (y no menciono la duda razonable de que tal “llegada” sea una ficción de la guerra fría, y no un hecho real. Me cuesta entender que la luna no sea una estrella más en una bandera, o que no esté llena de barrios privados, sí así fuera). Pero lo cierto es que, sea como fuere, en lo personal no logro entender qué tendría que ver con la amistad ese supuesto acontecimiento.
Pero, y esto es lo que me importa, mis amigos/as/es y yo sabemos de qué hablamos al decir “amigo”. “Dios y mi canto saben a quien nombro tanto” canta maravillosamente Serrat. No sabría vivir ni un segundo de mi vida sin ellos/as/es. Y no quiero. Y, me importa nada la causa de la conmemoración, me importa todo cada rostro, cada nombre, “cada beso cada abrazo”, cada tiempo “perdido” (porque como tampoco creo eso de que “el tiempo es oro” o time is money, creo que quiero, deseo, necesito, busco, pretendo, espero perder, gastar, regalar mucho tiempo con mis amigos/as/es. Ese tiempo es siembra, es vida. Es amistad.
Hay amigxs a los que veo poco, muy poco; otrxs a los que veo con frecuencia; hay amigxs para charlar sobre A y otrxs para hablar sobre Z, hay amigxs para compartir momentos y otrxs para simplemente mirarnos. Lo que sí sé es que con todos/as/es cuando se da ese momento mágico, maravilloso, extático del encuentro, se vuelve como un momento eterno, aunque durara sólo minutos. No podría (ni tiene sentido) nombrarlos uno a uno/a/e, ni siquiera hacer el esfuerzo de la memoria para recordar sin olvidad a ninguno/a/e. Cuando uno se lanza en el impulso del amor “lleva tras de sí todos los tesoros que posee” dice mi amiga Teresa de Lisieux.
No pretendo hacer una historia de mis amigos/as/es, de quienes quedaron en el camino de la vida, de quienes se incorporaron en nuevos momentos. Quiero simplemente dejar latir el corazón al ritmo de la amistad, y que todos, todas, todes estén presentes en este día y se sepan abrazados/as/es. No quiero mi vida sin ustedes. Así de sencillo celebro o conmemoro este día.
* Teólogo
Fuente: Blog 1 de Eduardo de la Serna