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Monumento al genio latino.

Por Carlos Hilger, arquitecto y profesor de la FADU/UBA.

Sobre el Edificio Barolo


Acaso fue Ulises el primer europeo en llegar al hemisferio austral, al menos en la ficción. Dante Alighieri, en La Divina Comedia (Infierno, XXVI, 90, 142) relata una extraña historia, en la cual Ulises ya viejo, cansado y aburrido de su vida en Gaeta, decide emprender un último viaje con su última nave y con algunos viejos camaradas; cruza las columnas de Hércules y se dirige al sur. Una acción imprudente, una infracción a la razón, un viaje sacrílego. El hemisferio austral estaba vedado a los hombres. Un mortal podía traspasar las columnas de Hércules conducido únicamente por la soberbia. Llegan al hemisferio austral después de algunos meses de navegación; divisan una montaña parda en el horizonte.

Divina Comedia (Infierno, XXVI, 90, 142) relata una extraña historia, en la cual Ulises ya viejo, cansado y aburrido de su vida en Gaeta, decide emprender un último viaje con su última nave y con algunos viejos camaradas; cruza las columnas de Hércules y se dirige al sur. Una acción imprudente, una infracción a la razón, un viaje sacrílego. El hemisferio austral estaba vedado a los hombres. Un mortal podía traspasar las columnas de Hércules conducido únicamente por la soberbia. Llegan al hemisferio austral después de algunos meses de navegación; divisan una montaña parda en el horizonte. Su nave da tres vueltas y a la cuarta es tragada por el mar. Ulises arderá perpetuamente en el círculo infernal de los falsarios, castigando así su soberbia. La montaña que divisa en él horizonte es la Montaña del Purgatorio, prohibida a los mortales (Purgatorio 1, 130-132).

Dante también llega al hemisferio austral. Lo registra el canto noveno de la tercera parte, llamada Purgatorio, de La Divina Comedia. Dante, autor y protagonista del libro, llega a la montaña santa del Purgatorio acompañado por Virgilio.  El Purgatorio se configura como un tercer lugar en el más allá en la geografía dualista del otro mundo: infierno y cielo. Desde los primeros siglos los cristianos creyeron confusamente en la posibilidad de redimir algunos pecados tras la muerte; hubo que esperar al final del siglo XII para que apareciera el purga­torium. El Segundo Concilio de Lyon (1274) le otorga una for­mulación oficial en la Iglesia latina. La tierra, en la geografía del Dante, es una esfera inmóvil en el centro del cosmos. En la antigüedad era un hecho aceptado la esfericidad de la tierra; figuraba en las antiguas cosmogonías griegas y formaba parte del sistema que Aristóteles elaboró en el 330 antes de Cristo. Una depresión y una montaña son los principales accidentes de la esfera terrestre; en la depresión el infierno, el purgatorio en las laderas de la montaña. En el centro del hemisferio boreal, el único permitido a los hombres, está la Montaña de Sión. El hemisferio austral es de agua y ha sido vedado a los hombres; en el centro hay una montaña opuesta a la de Sión: es la Montaña del Purgatorio. Bajo la Montaña de Sión, pero mucho más ancho, se abre hasta el centro de la tierra un cono invertido: el Infierno, dividido en nueve círculos decrecientes, como gradas de un anfiteatro; en el centro, Lucifer. Una grieta que abrieron en la roca las aguas del lago Letro comunica el fondo del Infierno con la base del Purgatorio. En la ladera del Purgatorio se escalonan siete terra­zas, que significan pecados mortales. El Edén ocupa su cumbre. Giran en torno de la tierra nueve esferas concéntricas: los nueve círculos de Ptolomeo. Las siete primeras son los cielos planetarios: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno (la Luna y el Sol eran considerados planetas); la octava era el Cielo de las estrellas fijas; la novena el Cielo cristalino, rodeado por el Empireo. La tierra es como un péndulo con el hemisferio norte hacia abajo y el sur hacia arriba; su cielo está precedido por la constelación “La Cruz del Sur” (Purgatorio 1, 22, 27). Allí se ubica la entrada de los cielos, así como se entra al infierno por debajo de Jerusalén. Sobre esta constclaión de la Cruz del Sur florece una rosa inconmensurable, alrededor de un punto que es Dios.

Un sistema metafísico de raíz platónica (Convivio 33, 5 y Paraíso IV, 49 mencionan al Timeo de Platón), que juzgó como el cuerpo más perfecto a la esfera, es el que dicta la morfología de los mundos recorridos por Dante. En Mahoma encontramos un viaje similar; desciende a regiones infernales (Isra) y luego asciende a las esferas celestiales (Miraj). Existen múltiples relaciones de contenido y de forma entre La Divina Comedia y el Kitab EI-Isra (libro del “Viaje Nocturno” de Mahoma) escrito por Mohyiddin Ibn Arabi, apodado El-Andalusi debido a que nació y vivió en España, ochenta años antes que el Dante, y es para el Islam el más grande de los maestros espirituales (Es-Sheikh EI-Akbar). Ambos libros contienen una descripción de la geografía del más allá.

Desde mediados del siglo XlX y gran parte de la primera mitad del siglo XX el revival del gótico engendró un vasto repertorio de formas y actitudes medievalistas, que signi­ficaban la garantía de la generación de una nueva comunidad. El espíritu gótico del arte unificado influyó en Morris, Taut, Behrens, Gropius, Wright. Motivaba búsquedas metafísicas y unificaba a los artistas en hermandades espirituales como los prerrafaelistas en Inglaterra, seguidos por los Arts and Crafts, la comunidad de Darm Stadt, la comunidad del desierto de Wright, la cadena de cristal de Taut, los Rosecroix de Péla­dan, la Bauhaus, la Fede Santa de Palanti. La ilusión de transformar la vida y la sociedad mediante la arquitectura era una tradición heredada del espíritu constructivista gótico y sus cofradías y hermandades. Pero era un gótico inventado por la imaginación tardorromántica, que no era una resultante de la historiografía.

En ningún momento Europa estuvo tan cerca de Oriente como durante el gótico. “El gótico no era sino un sueño maravilloso de Oriente, soñado por los cruzados a su vuelta”, decía Adolf Behne. Gropius incitaba a construir siguiendo al “gótico-indio”.. Como los modelos más elevados de la construcción enlazaban en un gesto ultraeclécticos con tipologías induistas y, a veces, con mezquitas musulmanas. Creían que estos templos eran el resultado de la hermandad del hombre materializada por las fraternidades y sociedades secretas. La edificación de la catedral de cristal era para Taut la autoedificación del hombre mismo. Oriente, Islam, Gótico, India representaban lo irracional, lo dionisíaco para la cultura de principios de siglo. Muchos autores presentaron la cultura griega como racionalista. Nietzsche y Burckhardt se oponían a esta condición y destacaron el carácter dionisíaco y por lo tanto irracional de esta cultura.

Ciertos autores como Schopenhauer, Bergson, Spengler describen al cosmos como manifestación de algo irracional que además trasciende el conocimiento, o al menos la razón. La intuición, la voluntad, el impulso, el inconsciente, la visión profética, la sublimación, la puricación allanan la inconmensurabilidad entre conocimiento y realidad. El expresionismo alemán significó un renacimiento de la tradición constructivista gótica. Estaba muy de moda proponer templos laicos que convocaran a la hermandad del hombre a la fraternidad y al amor universal. Palanti se había formado en la Universidad de Brera, en Milán, bajo los estigmas de esta cultura. Llega a Buenos Aires en 1909. Trabaja con el arquitecto Prins en un proyecto que es la “Facultad de Derecho”, actualmente la Facultad de Ingeniería de Las Heras y Azcuénaga. La diseñan en estilo gótico con forma de catedral cristiana, que homenajeaba la igualdad del hombre a través del Derecho. Desde su llegada diseña una variedad muy extensa de templos y sepulcros, propuestas que realiza sin un cometido específico y que expondrá y pubicará en sus libros.

Templos a la voluntad, otros al héroe latino. Dante, se sabe, pertenecía a una logia medieval, la “Fede Santa”, del mismo modo que Palanti. Esta hermandad, que perdura hasta nuestros días, venera la figura de Dante como “obispo” de la misma y difusor de la metáfora moralizante del Infierno, Purgatorio y Paraiso, que mostraba tres modos de ser de la humanidad: vicio, virtud, perfección. Los vicios y virtudes no son más que múltiples manifestaciones del amor, de la libido, del eros de Platón, con sus extravíos y debilidades que jalonan el camino del conocimiento sobre la esencia de las cosas y el engaño de las apariencias. Palanti viene a las tierras del purgatorio con un encargo constructivista: desarrollar un templo bajo la Cruz del Sur, un templo en el eje ascensional de las almas, celebrando el VI Centenario de la revelación de Dante. No tenía medios materiales para construirlo; solamente a través de la voluntad y de la fe debía hallar el camino constructivo.

Hace varios intentos: un templo votivo, una catedral para Buenos Aires (236 metros dc altura), sepulcros y monumentos dantescos escatológicos (creencias y doc­trinas relacionadas con la vida de ultratumba). Después de algún tiempo en Buenos Aires Palanti encuentra a Luis Barolo, un italiano que había llegado en 1890 y que instaló unos telares de tejido de punto. Sus casimires adquirieron una difusión extraordinaria y paulatinamente el éxito coronó sus esfuerzos. El financió la construcción del Pasaje que lleva su nombre. El edificio es una maqueta ilustrada del cosmos, siguiendo la tradición de la catedral gótica. La catedral era concebida como el opus supremo de la albañilería de la Edad Media; el templo era la traducción en piedra de los Testamentos; debía ser capaz de oponerse a los tiempos y a las multitudes, con el fin de preservar el conocimiento. Cada elemento constitutivo del templo tenía que hacer alusión a un símbolo, por eso la puerta de la Catedral de París es una tabla de iniciación en la alquimia, la de Chartres un manual astrológico. Esto no era raro; en esa época Gaudí hace la misma operación en La Sagrada Familia. También Rudolf Steiner, Vladimir Tatlin, E.L. Boullée construyeron edificios que representaban el cosmos y, en particular Terragni, proyectó en la década del 30 el Danteum sobre el Foro Romano, estructurado de la misma forma que el Palacio Barolo de acuerdo con la forma y métrica de la cosmovisión de los reinos del más allá. Palanti deja dicho que esto es un templo en las inscripciones del techo. La frase “Vt porter nonen elvs coran gentibus” (para que lleve su nombre ante los gentiles) hace referencia al templo de Salomón edificado en Jerusalén y que es modelo de toda construcción templaria para el cristianismo, el islam y los hebreos. David no pudo edificar una casa a nombre de IHVH, su dios, a causa de las guerras que lo tenían ocupado.

Llegada la paz bajo el reinado de su hijo Salomón, encaró la construcción de una casa al nombre de IHVH (Dios), según las formas y números dictados por IHVH a David. Cuando ese templo existía, el nombre de Dios (IHVH) era pronunciado una vez al año por el sumo sacerdote en el SANATASANTORUM del templo. Al destruirse el templo de Salomón por los romanos el nombre no se puede pronunciar; sí se podía escribir. Esta trasgresión partió el nombre en dos. Las dos primeras letras se separaron de las dos últimas y se buscan eternamente, errando por el cosmos. Las dos primeras (lH) son un ser insensato que sueña y se piensa sin conocerse; las dos últimas (VH) son un ser afeado por la concupiscencia de lo sensible, en exilio. La obra de Palanti es reunirlas en lo que se denonimada Obra Marial.

Así pues, para poder reunificar las dos artes del nombre, construye un templo donde se unen cielo y tierra, bajo la Cruz del Sur en una ciudad con nombre mariano: Santa María del Buen Ayre. Esta dualidad está representada por los dragones (uno macho y otro hembra) que delimitan esta bóveda y representan también los principios alquímicos. Son las ser­pientes que los antiguos egipcios pintaron en círculo mordiéndose la cola para signi­ficar que procedían de la misma cosa; son las dos serpientes enviadas por Juno; son las dos serpientes del Caduceo de Mercurio; son la regeneración del individuo a través de la alquimia. También escribe allí Palanti: Fundata est supra firman petran (está fundado sobre sólida piedra). El templo es la envoltura del nombre.

Etimológicamente la palabra templo deriva de tallar. Los antiguos constructores eran talladores, que significa además auto-construcción. “La piedra bruta ha de ser tallada”. Piedra para los cristianos es Pedro, el fundamento de la Iglesia. “Sobre esta Piedra fundaré mi Iglesia” (San Mateo 1 6, 19). Palanti promete que su obra nos lleva al conocimiento del nombre secreto y el nombre nos liga con la perpetua creación y su sonido: el orden perfecto. El Barolo está construido en planta y secciones sobre la base de la sección aúrea y el número de oro, proporciones y medidas de origen sagrado. El Templo de Salomón ha­bía sido construído de acuerdo con este número dictado por Dios a David. Para Palanti el número estaba curado en La Divina Comedia (hay semejanzas entre el Danteum de Terragni y el Barolo en su métrica).

La división general del edificio y del poema es ternaria: Infierno, Purgatorio y Cielo. El número de jerarquías infernales es el nueve; nueve son las bóvedas de acceso al edificio que representan pasos de iniciación, cada uno enumerado y descripto con fra­ses en latín en cada bóveda.

Estas frases tienen distinto origen: el Testamento, Ovidio, Horacio, Virgilio, Palanti. El número siete son las divisiones del Purgatorio y de la torre del Barolo, que lo representa. Dante no se propuso establecer la Verdadera topología del otro mundo. El Purgatorio es tan irreal como la montaña en que Dante lo ubica. Palanti no representa los nueve cielos sino a través de la puerta, que es el faro de 300.000 bujías; sobre él la constelación dc la Cruz del Sur: la entrada de los cielos, que se la puede ver sobre el Barolo en los primeros días del mes de junio a las 19:30 alineadas con su eje.

Cien son los cantos de La Divina Comedia, cien metros la altura del Pasaje. La mayoría de los cantos comprende once o veintidós estrofas; los pisos del edificio están divididos en once módulos por frente, veintidós módulos de oficinas por bloque; la altura es de veintidós pisos: catorce de basamento, siete de torre, un faro. Estos números representan para la naometría tradicional símbolos sagrados. 22/7 es la expresión aproximativa en números enteros de la relación de la circunferencia con su diámetro; el conjunto de estos números representa el círculo, la figura más perfecta para Dante como para los pitagóricos. El número veintidós representa los símbolos de los movimientos elementales de la física aristotélica. Once representa a la Fede Santa y a los templarios. 99+ l es el total de nombres de Dios (cien cantos, cien metros).

Dante murió en Ravena el 13 de setiembre de 1321. Pocos días antes había terminado los últimos versos del Paraíso, culminando La Comedia. Llevaba veinte años de exilio político de su ciudad, Florencia, que lo había deportado, despojado de sus bienes, declarado traidor. En una de sus últimas cartas maldice a sus conciudadanos y en su Infierno coloca más florentinos que habitantes de cualquier otra ciudad.

La Iglesia mantuvo reticencias hacia él por siglo y medio. El cardenal Poggeteo quemó algunos libros de Dante por heréticos y pidió que sus cenizas fueran desenterradas y dispersadas, indignidad máxima para su época que pudo ser evitada por sus amigos. Florencia se arrepiente de sus agravios al poeta después de cincuenta años y comienza a reclamar a Ravena sus restos para instalarlos en Santa Maria dei Fiori, reclamo desoído por Ravena durante más de dos siglos. El Papa florentino León X pone fin a la dis­puta en 1519, exigiendo el cadáver de Dante, para el cual Miguel Angel construiría un sepulcro. Ravena no puede desobedecer al Papa y acepta abrir la tumba. El cadáver no estaba. Ravena explica la desaparición diciendo que el poeta estaría haciendo lo que hizo cuando vivo en su Comedia: trajinar por Cielo, Infierno y Purgatorio, destino sobrenatural del poeta. Los restos desaparecen durante tres siglos, hasta 1865. Cerca de la fecha en que Italia se proponía celebrar el sexto centenario del nacimiento del poeta, reaparecen en las cercanías de un convento medieval en Ravena, junto al cadáver, dos cartas fechadas en 1677 donde el prior Antonio Santi atestigua que son los restos de Dante y que habían sido sustraídos y ocultados para impedir el traslado por parte de León X a Florencia. Esta congregación guardó secretamente el cadáver durante todo ese tiempo.

Aún hoy en día es un misterio dónde permaneció sepultado durante esos años. En los años siguientes siguen apareciendo en Ravena cadáveres y huesos sueltos, los que, para sorpresa de todos, se atribuyen a Dante. Se habían juntado demasiados huesos aún para un poeta tan ilustre. Cercana la fecha del sexto centenario de su muerte, el gobierno italiano estaba reconstruyendo el cadáver en una operación universal a cargo de caballeros prestigiosos y dos eminencias: los profesores Sergi y Frassertto, quienes, expurgando piezas espúrias y detectando infames contrabandos de huesos de conejos y otros animales, terminaron su trabajo en 1921. Palanti y Barolo trataron de terminar él Pasaje para esa fecha: el “monumento al genio latino” en América.

Su sueño no terminó allí; así como la catedral era sepulcro de prohombres de su época, soñaron que el Pasaje fuera el sepulcro definitivo del Dante, el lugar donde Dante mismo hubiera preferido descansar. Es por eso que Palanti diseña la escultura “Ascensión”, inspirada en bocetos de la tumba de Dante de Miguel Angel, para ser colocada en el axis ascensional en la cúpula central del Barolo. Palanti buscaba las mismas respuestas que buscamos todos. Soñó con la dicha y jugó con la ficción de encontrarla, pero le ocurrió lo que suele ocurrir con los sueños... flotaban más allá de lo expresable y lo inexpresable. El edificio se cerniá sobre el universo, sobre la nada. No obstante su obsesión, no pudo retenerlo; no podía hacerlo; era inconcebiblemente indigno de confianza pues estaba más allá del lenguaje... El Pasaje está allí, ahora y para siempre...Su narcisismo es tan inquebrantable como exclusivo. Barolo murió cerca de la fecha de inauguración del edificio. Palanti retornó a Italia y con el tiempo abandonó la arquitectura.


                                                         


BIBLIOGRAFÍA


El hombre  ante la muerte, Phillipe Ariés. -

El nacimiento del Purgatorio, Jacques Le Golf.

La escatología musulmana en La Divina Comedia, Miguel Asin Palacios.

Estudios sobre iconología, Erwin Panofski (capítulo dedicado al Movimiento Neoplatónico en Florencia y el norte de Italia). 

Nuevos ensayos dantescos, Jorge Luis Borges.  


Fuente: Temakel

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