El evangelio de Mateo, cuenta que Cristo establece una polaridad irreductible entre Dios y los amantes del dinero, dos fuerzas que se disputan el corazón humano.
«Nadie puede servir a dos señores; porque odiará al uno y amará al otro; o se adherirá al uno y despreciará al otro; vosotros no podéis servir a Dios y a Mammón» (Mt.6,24).
Tomás de Aquino en la Edad Media también menciona el 'demonio de la avaricia'. «Mammón, ascendido desde el infierno, por un lobo, inflama el corazón humano con su avaricia».
En el siglo XXI, la humanidad en general -y la Argentina en particular- se enfrenta a un enemigo poderoso. Una fuerza arrolladora, sin Patria, que no respeta las fronteras; inhumana e infame se apodera de las regiones más ricas -pero menos desarrolladas- a las que esclaviza mediante deudas impagables y/o las inserta en su sistema. Si no puede lograr estos objetivos, directamente, provoca una invasión o les declara la guerra.
La 'rapiña', a los desprotegidos, siempre comienza y tiene el mismo matiz; fomentar el odio, generalmente religioso o por disputas territoriales, entre naciones vecinas que han convivido en paz y armonía durante siglos. Luego avanzan, con grupos de mercenarios, y de la nada surge un movimiento que provoca la lucha interna, o guerra civil, entre los 'vecinos'.
El invisible invasor alimenta los intereses privados de cada vecino y provee de armas a los dos bandos, aunque ya tiene preparado al vencedor que es el que tiene mayores riquezas en su suelo. Una vez que ha dividido al país ofrece su 'ayuda monetaria' y los elementos necesarios para la reconstrucción de lo que, a propósito, ha destruído.
Si con la guerra no puede doblegar a su víctima, incuba problemas que tarde o temprano tienen consecuencias sobre la prosperidad económica del 'rebelde'. Ahoga la economía del país y con la ayuda de sus cómplices, los bancos y los medios de comunicación, una vez que el 'elegido' está de rodillas ofrece créditos a intereses usurarios.
Han creado, para sus propósitos, instituciones poderosas y corruptas -como el Banco Mundial, el Club de París y el FMI- que con sólo apretar las teclas en su ordenador (al que llaman Banco) transfieren cifras millonarias de dinero y otorgan «préstamos» que serán entregados mediante el envío de armas para combatir al vecino que se ha convertido, de la noche a la mañana, en enemigo y al mismo tiempo ofrecen iguales «préstamos» al otro 'supuesto mal vecino'. Es decir ganan por partida doble y siempre quieren más, nunca están conformes. Más poder y el 'control total' de la región, para que nada se les escape. Imponen 'su moneda' para que ninguna otra unidad monetaria esté fuera de sus espurios negociados. Ganan siempre,
Gottfried Feder, escritor alemán, en los años 30 del siglo XX, vio como su país se consumía por la deuda del Tratado de Versalles, luego de la Primera Guerra, que no fué mundial. Este autor escribió el «Manifiesto contra la usura y el servilismo por el interés del dinero». Feder acuñó el término 'mammonismo', lo describe como una afección económica sin ética o moral y explica:
«El 'Mammonismo' es el imperio siniestro e invisible de las grandes fuerzas internacionales del dinero. Pero 'mammonismo' es también una disposición del espíritu, es la adoración de estos poderes del dinero por parte de todos aquellos que están infestados por el veneno del mammonismo. Es la exageración desmedida del instinto adquisitivo del ser humano. Es la avidez del dinero tornada locura, que no conoce meta más alta que amontonar dinero sobre dinero que, con una brutalidad sin parangón, trata de forzar a todas las energías del mundo a su servicio y conduce a la esclavización económica, a la explotación de la fuerza productora de todos los pueblos de la tierra. 'Mammonismo' es un estado del espíritu que ha llevado a una declinación de todos los conceptos éticos. Es el espíritu de la codicia, del despotismo absoluto, el principio del pensamiento orientado exclusivamente a apropiarse de todos los bienes y tesoros del mundo, es en esencia, la religión del tipo humano que está orientado puramente a lo terrenal».
Los argentinos votamos un 'cambio'.
El 'cambio' ganó las elecciones mintiendo y prometiendo una serie de medidas que nunca cumplió. El gobierno actual y quien pasó a ser nuestro 'presidente', desde el primer segundo de su 'mandato' presidencial, destrozó lo que estaba bien y se desentendió de lo que necesitaba ser mejorado. En estos momentos el pueblo argentino sufre, además, otro tipo de guerra, la psicológica. Una guerra entre el capital y el trabajo; la de un gobierno capitalista que, con los votos, impone una dictadura -ilegal, inhumana y anticonstitucional- en democracia.
El ejemplo de las nuevas formas de 'management' estatal nos incitan a que seamos creativos y comunicativos en el trabajo, que cooperemos y trabajemos en equipo, que pongamos en juego nuestros afectos como una herramienta de trabajo más o, a otro nivel, la desregulación progresiva del tiempo de la jornada laboral, una jornada laboral cada vez más extensa y a la vez más fragmentada que dificulta la distinción entre 'tiempo de trabajo' y 'tiempo de ocio', a lo que se suma también el continuo 'ir y venir' del 'empleo al desempleo', del 'empleo a los procesos formativos continuos' y la del 'empleo en negro' a 'quedar en la calle'. Todas situaciones que nos obligan a repensar nuevas herramientas intelectuales con las que abordarlas y a replantearnos la dimensión y necesidades de la crítica.
El 'beneficio laboral', en la dimensión de la 'Alianza Cambiemos', es que el trabajo escasea, desaparece, con políticas que impiden la movilidad necesaria, es decir de un empleo, u oficio, a otro. La realidad es que -en la 'nueva Argentina'- la explotación al 'desprotegido', en todos los estamentos de la sociedad, está vinculada a un 'grupo' que es, precisamente, el núcleo del 'explotador' que prefiere que el obrero, o empleado, no tenga 'posibilidades' de encontrar otro trabajo. Y donde el que está 'arriba' insiste y prefiere mantener al que está 'abajo'.
La falta de genuinas fuentes laborales, los despidos diarios, el poco dinero, los aumentos siderales en los alimentos de primera necesidad, electricidad, gas, transporte, medicinas y combustibles se agregan a la falta de una digna respuesta estatal. La ausencia total de equidad, entre empleado y patrón, es una trampa, está ligada a la pobreza y la precariedad.
El 'poder' de trasladar su empresa, de un sitio a otro, es el elemento principal del 'poderoso', el arma que posee para mantener a sus obreros con sueldos mínimos y mayor producción... concepto que ha dado en llamar, 'flexibilidad laboral'.
El 'grupo' aprovecha la vulnerabilidad del trabajador para imponer nuevas reglas, horarios, modalidad de pagos y beneficios que, generalmente, son suspendidos o se entregan en cuotas. De manera que el 'explotador' siempre tiene el 'garrote' y aprovecha todos los beneficios que le entrega la elite del 'estado capitalista' que, a su vez, no tiene en cuenta que el trabajador es también el 'capital humano' del país.
Las ideas de la 'Alianza Cambiemos' están basadas en una teoría camuflada bajo el concepto de 'flexibilidad', en un mundo volátil, con un mercado bursátil pegado al dólar yanqui y 'fluctuante' -que 'maneja' las economías del mundo desde Wall Street- en el que los pobres y excluídos no tienen derechos laborales, en la mayoría de los casos ni humanos, y por lo tanto no son, ni deben ser, remunerados de acuerdo a las leyes y 'estatutos vigentes'.
Hoy en la Argentina el valor del trabajo, y del obrero, se apoya en horas extras que no se abonan, con la excusa de que el beneficio se produce sólo cuando los productos elaborados son baratos para el mercado. Es, en esencia, la noción de la 'competencia dentro de los mercados internacionales' que tiene bastante utilidad desde el punto de vista político pero que no 'derrama' hacia 'abajo'. Es el estatuto al que el trabajador, quiera o no, debe adaptarse. Es el 'nuevo espíritu del neoliberalismo'.
El 'mammonismo' es un sistema vertebrado por una exigencia de acumulación ilimitada de capital mediante medios, en su mayoría, no muy pacíficos. En la Argentina la elite ha decidido que el capitalismo debe, de cara a su supervivencia, ser el 'gran transformador'. Estamos frente a un grupo de individuos sin moral o ética, para quienes lo principal es la obtención de beneficios y negociados espurios que obtienen ganancias siderales. Beneficios extraordinarios que luego son transferidos a 'paraísos fiscales'.
Gottfried Feder acuñó la palabra perfecta, 'mamomnismo' y, en su pura esencia, describe a la elite argentina. El 'grupo dominante' es incapaz de establecer restricciones a su ilimitado deseo de poder, dinero y beneficios y, además, su ideología no posee principios éticos que hagan lugar a una mínima noción de bien común. Es una construcción ideológica que marca las reglas de juego ('deuda' de alarmantes proporciones, dinero que no llega al pueblo que debe pagarla) en las que la acción puede desarrollarse- y el 'mercado', que no es tonto, a su vez limita su posibilidad y extensión pero obliga, al conjunto (el pueblo), a pagar el préstamo aunque eso signifique que la mayoría sufra consecuencias nada agradables y hasta la muerte por falta de alimentos o medicinas.
La 'idea prepotente' de que el 'sueldo es un gasto' y la tan pequeña y solapada visión de 'vida o muerte' a quienes no pueden defenderse -niños, ancianos y jubilados- le devuelven a la crítica su potencia y su capacidad de intervenir, con todas las limitaciones que se quiera, en el transcurrir de los acontecimientos,
Ya en 2001 el libro de Boltanski y Chiapello «Cuadernos de Relaciones Laborales» (Cap.18, pág. 299-308) forzando quizás los términos, remitía esta idea a los 'modelo de' y 'modelo para' e incluyen la crítica:
«El 'espíritu del capitalismo' no separaría por lo tanto la esfera de las representaciones de lo real de la esfera de la realidad económica. No podría establecerse una línea unicausal de 'lo económico a lo ideológico' sino que estaríamos ante una interacción continua de ambos elementos.
[...] ¿Es posible que la crítica rompa con esta ambigüedad que parece perseguirla? ¿o estará condenada permanentemente a ser recuperada y desactivada? En definitiva, se trata de no pretender evacuar la ambivalencia social y evitar caer tanto en una visión del mundo como simples relaciones de fuerza, así como en la corriente que enfatiza la dimensión positiva de la construcción del vínculo social
Es importante insistir en que el capitalismo, con respecto a la crítica, no opera una simple recuperación, como si se tratara de una especie de mentirijilla destinada a aplacar las iras de la crítica y permitir que el agua vuelva a su cauce. La asimilación por parte del capitalismo
tras los acontecimientos de 1968 (mayo francés), de buena parte de las reivindicaciones avanzadas por la crítica artística –reivindicaciones de 'creatividad y autonomía', del 'trabajo en equipo', la crítica al carácter alienado de la 'cadena fordista', de las estructuras jerarquizadas y verticalmente organizadas- no fue simplemente una 'operación publicitaria' del capital para recuperar una situación que se le iba de las manos. Estos elementos –en su origen cargados de una valencia emancipadora- fueron asumidos con 'sinceridad' por parte del capital, cierto es que obligados por la gravedad de los acontecimientos y no por todos los sectores de la patronal francesa, sino tan sólo por sus segmentos más innovadores. La 'realidad' de estos cambios es difícilmente cuestionable».
Estas transformaciones son recogidas con detalle a lo largo de todo el libro, particularmente en el prólogo y en las dos primeras partes. Allí encontramos las principales características del 'nuevo espíritu del capitalismo' a partir del análisis detallado de la numerosa literatura de gestión (managerial) de los años 90. También se analiza el mayo francés, 1968, y los procesos de deconstrucción del mundo del trabajo hasta hoy conocido.
Lo que se vivió, luego del mayo francés y durante buena parte de los años 70 y 80, en el mundo occidental, no fue sino una 'contrarrevolución', protagonizada principalmente por el obrero de la fábrica fordista –lo que se denominó el 'obrero-masa'- a los que se sumaron las
luchas antinucleares, de liberación sexual, nacional, estudiantil…que fueron derrotadas -de forma más o menos violenta.
En su libro «El mal del siglo» Tzvetan Todorov afirma que hay un límite, en cualquier sociedad, para el número de crímenes que se pueden cometer por 'sadismo o por fanatismo', pero que no hay límite para el número de crímenes que se pueden cometer de manera fría y sistemática en nombre del imperativo categórico militar: «la explicación no debe buscarse en las características del individuo sino en las de la sociedad que impone tales «imperativos categóricos». La explicación es política y social, no psicológica o individual».
Todorov concuerda en cierta medida con Hannah Arendt: «Es el 'totalitarismo el que pone las circunstancias' las que llevan a que, en un momento determinado, se convierta en normal un comportamiento que en tiempos normales nos parece inimaginable».
Todorov se pregunta: «¿Significa eso decir que nuestras democracias son Estados que no conocen nada superior a la expresión de la voluntad, ya sea colectiva o individual? ¿Podría el crimen hacerse en ellas legítimo porque el pueblo lo ha deseado y el individuo lo ha aceptado? NO. Algo está por encima tanto de la voluntad individual como de la voluntad general, algo que, sin embargo, no es la voluntad de Dios: es la propia idea de la justicia. Pero esta superioridad no es sólo propia de las democracias liberales, se presupone en toda asociación política legítima, en todo Estado justo. Sea cual sea la forma de esta asociación, asamblea tribal, monarquía hereditaria o democracia liberal, es preciso, para que sea legítima, que se dé por principio el bienestar de sus miembros y la justa regulación de sus relaciones».
En la Argentina de la 'alianza Cambiemos' la gran mayoría, el pueblo (que no es -como acostumbra a expresar el lenguaje político- 'la gente'), se pregunta diariamente; «Cómo hemos llegado a este punto. Cómo vamos, nuevamente, a salir de la angustia, de este pozo de 'deuda eterna' a que nos someten. Cómo podemos vivir en un Estado que no 'trabaja' para el bien común de la Nación y que simplemente 'apoya al de arriba' en detrimento del 'otro', que se encuentra muy por debajo de una existencia digna».
En democracia hemos votado en 2015 y en un Estado legítimo, la democracia reconoce que la justicia no escrita, la que pone la propia asociación política al servicio de sus miembros y afirma con ello el debido respeto, es superior a la expresión de la voluntad popular o a la autonomía personal. Por eso podemos calificar de «crimen» lo que las leyes de un país particular autorizan. Por ejemplo mencionar «la pena de muerte» como expresión de la voluntad popular (que instaló a Hitler en el poder).
En una democracia las leyes son las mismas para todos, sean o no ricos, célebres o poderosos. El sufragio popular / universal forma parte, para nosotros, de la definición de democracia, por ello el régimen del 'apartheid' en Sudáfrica estaba excluido de ella. Además, este sufragio conduce a la elección de diputados en vez de decidir, directamente, cada cuestión planteada: la democracia liberal es representativa y sólo excepcionalmente recurre a la consulta directa o referéndum.
Los argentinos debemos recordar que la propia vida política, en democracia, obedece al principio del pluralismo. Primero, el individuo es protegido por leyes contra toda acción procedente de quienes detentan el poder: es un efecto de la famosa separación de los poderes ejecutivo y legislativo (y judicial), exigida por Montesquieu.
Aun cuando, mediante elecciones, uno de los partidos conquiste el poder, los partidos vencidos, convertidos en oposición, tienen también derechos; al igual que las minorías, en la propia sociedad, aunque deban someterse a la voluntad de la mayoría, no pierden el derecho a organizar su vida privada como deseen. Las diversas organizaciones y asociaciones públicas tampoco deben pertenecer a una sola tendencia política, ni siquiera reivindicar necesariamente una tendencia política cualquiera.
Finalmente, algo que ha desaparecido en casi todo el mundo, los medios de difusión e información realmente 'creíbles'. La prensa, radio, televisión, bibliotecas y demás, en 'democracia', se limitan a recibir la pauta oficial y a 'desinformar'. Corporaciones que en lugar de ser plurales, para escapar de una tutela política única, son parte y componentes del 'grupúsculo mammonista y podrido' que pasó de ser el llamado 'el cuarto poder' para convertirse en el 'verdadero y único poder', que ejerce su poderío desde 'las sombras'.
Este momento corresponde a otro nacimiento de la ideología totalitaria. Aunque la propia toma del poder se lleve a cabo de modo pacífico (como la de Hitler, a diferencia de Lenin y Mussolini), el proyecto de crear una sociedad nueva, habitada por hombres nuevos, de resolver todos los problemas de una vez por todas, se mantiene en todos los países totalitarios. No hay duda: los mercaderes están sedientos de dinero, de poder, de control social, de que el mundo se postre y harán todo lo posible por quedarse con el último céntimo y el último objeto que pueda serles objeto de negocio, una casa, un coche o ¿un ser humano?
Votamos en democracia por lo que debemos esforzarnos y reconocer, en cada aspecto, los contenidos y cualidades de una rebelión popular posible.
Por ahora a la historia la escriben los 'mammonistas', dueños de la vida, de la muerte y de la Argentina. Mientras tanto nosotros, el pueblo, con sentido común y de razón, repetiremos la frase de George Orwell... eso quiere decir que hay otra historia!!.
https://www.degrowth.info/wp-content/uploads/2015/08/3709.pdf