• 21 de noviembre de 2024, 6:59
Inicio | Cultura

«Goodbye Lenin» y la gran guerra cultural

Por Ricardo Peterlin

Lo que plantea de manera brillante “Goodbye Lenin” es la última batalla de ideas que se disputó en la guerra fría entre el “aburrido” y “monótono” bloque oriental socialista y el “diverso”, “avanzado” y “fascinante” mundo del bloque occidental capitalista, definiendo los valores y la identidad cultural de un pueblo, en los objetos de consumo y mercancías que se producían, distribuían y consumían en cada uno de los bloques.

En el año 2003 se estrenó la película alemana “Goodbye Lenin” dirigida por Wolfgang Becker, más allá de ser una verdadera obra de arte, el film, deja entre otras cosas, un rico debate sobre la transición entre el mundo de la guerra fría y el nuevo mundo unipolar, con una clara hegemonía neoliberal comandada por los Estados Unidos.

La trama de la película se basa en la historia de una familia alemana que habitaba la antigua Alemania oriental, es decir la mitad del país que había elegido al socialismo como forma de vida mientras del lado del oeste la elección fue el capitalismo. Una madre (Christiane) y dos hijos (Alexander y Ariane) abandonados por su padre quien había decidido vivir del otro lado del muro debido a las presiones laborales de la empresa en la cual trabajaba, aparecen como los protagonistas de esta historia. La madre de los dos chicos es una militante ferviente del socialismo, preocupada por la suerte de los más vulnerables y comprometida con educar a sus hijos en los valores e ideas del marxismo. Luego de presentar la vida de esta familia, una más como cualquier otra de las que habita la Alemania oriental, ocurre un episodio inesperado, Christiane descubre a su hijo protestando contra el gobierno, exigiendo libertad de expresión, y sufre un infarto. Luego del hecho ocurrido, Christiane pasa 8 meses en coma en los cuales entre otras cosas sucede la caída del muro de Berlín y la unificación de Alemania como un nuevo país capitalista que se suma a la gran mayoría de la humanidad.

Al despertar del coma Christiane sufre de una leve amnesia, que le impide recordar ciertas cosas, pero no le impide recordar la causa por la que luchó y la división que existe (todavía en tiempo presente para ella) en su país. Luego de las recomendaciones médicas que escucharon sus hijos acerca de cuidar a su madre de emociones fuertes y cualquier tipo de exaltación, Alex y su hermana intentaran hacerle creer a su madre que el bloque oriental sigue vigente, el socialismo se encuentra librando la misma batalla y su forma de vida no ha cambiado en nada. Es justamente aquí donde comienza a desarrollarse un interesante juego entre el pasado y el presente, la vieja sociedad y la nueva. Como en el cuento “La salud de los enfermos” de Julio Cortázar, en este film la mentira también se convierte en un acto “heroico” que busca mantener el bienestar físico y mental de una persona por parte de sus seres queridos. Durante el resto de la película Alex, su hijo menor tratará de hacerle creer a su madre de que nada cambio y Alemania sigue siendo un territorio partido en dos, en plena disputa. En el intento se encontrará con muchísimos obstáculos que van desde los programas de TV, las publicidades, la estética de la vida cotidiana, los artículos de consumo, hasta el mundial de fútbol, que conquistará su país en 1990.

La película plantea demasiados interrogantes, que nos llevan a interpelar nuestro presente a la luz de la historia reciente. Entre los puntos fundamentales podemos afirmar que la gran batalla que ganó el bloque occidental, es asociar la libertad al consumo, concebir a la sociedad como un gran mercado y a los ciudadanos como seres atomizados que interactúan mediante relaciones mercantiles. Si bien el capitalismo siempre estuvo asociado al egoísmo y la competencia, en su génesis existieron grandes ideas vinculadas a la unificación del estado-nación, el ascenso de la burguesía industrial como sepulturera del viejo orden feudal, la libertad asociada a la propiedad privada. Fue una piedra angular de las constituciones modernas, y la ciencia fue la gran palanca de “progreso” dejando atrás el orden teocéntrico. De esta manera existía una idea revolucionaria de transformar la vieja sociedad desde el punto de vista político, jurídico, económico y cultural, produciendo una gran transformación en el plano del pensamiento, como una necesidad del desarrollo de las fuerzas productivas y la nueva estructura económica.

Existen obras pilares que marcaron el rumbo, en el terreno económico la obra de Adam Smith “La riqueza de las naciones”, sentando las bases de la economía clásica, en el terreno jurídico “El federalista” de Madison, texto inspirador de la constitución norteamericana, en el terreno político “El espíritu de las leyes” de Montesquieu, en el terreno cultural podríamos citar la reforma protestante de Martin Lutero, “espíritu del capitalismo”, como diría el viejo Weber y en el terreno científico se impondría el paradigma “positivista” plasmado en la obra de A. Comte.

Sin lugar a dudas todo este arsenal teórico buscaba esconder los verdaderos hechos que posibilitaron la consolidación de la sociedad capitalista, fundamentalmente la conquista de américa, el genocidio de los pueblos originarios conjunto al saqueo de todos los pueblos del tercer mundo, donde se produce según Carlos Marx la “acumulación originaria” que financió la revolución industrial. Todo esto indica una violencia innata en la lógica del mercado capitalista.

Luego el sistema capitalista mutaría, del sistema de libre competencia al sistema imperialista monopolista, produciendo dos guerras mundiales en busca del reparto del mundo para asegurar mercados donde colocar el excedente de producción manufacturera de las principales potencias, atravesando distintas crisis, siendo la de mayor impacto, la crisis del 30. Esta transformación ocurrida en el campo concreto de las relaciones de fuerza dio lugar a nuevas teorías como el keynesianismo, base del estado de bienestar y la disputa en la guerra fría contra el “enemigo rojo” incentivó a Estados Unidos a volcar una incalculable suma de recursos a la industria cinematográfica de Hollywood para exportar al mundo su “cosmovisión”, aparentemente asociada a la libertad, la diversidad, la democracia, etc. Es decir que conjuntamente se iban produciendo cambios en el mundo, los defensores del “reino de la libertad” buscaban actualizar sus teorías para derrotar en todos los campos al enemigo histórico.

Lo que plantea de manera brillante “Goodbye Lenin” es la última batalla de ideas que se disputó en la guerra fría entre el “aburrido” y “monótono” bloque oriental socialista y el “diverso”, “avanzado” y “fascinante” mundo del bloque occidental capitalista, definiendo los valores y la identidad cultural de un pueblo, en los objetos de consumo y mercancías que se producían, distribuían y consumían en cada uno de los bloques. La última epopeya de la sociedad occidental capitalista no estuvo ligada al pensamiento de brillantes intelectuales como los que citamos anteriormente, tampoco estuvo signado por una discusión teórica de las magnitudes anteriores, sino que estuvo básicamente asociado a una revolución comunicacional, que impregno la vida cotidiana de los pueblos, de distintas imágenes y símbolos asociados al mercado y su propia dinámica. En la película la satisfacción en la nueva forma de vida no estaba asociada al triunfo de determinado sistema político-ideológico sino al goce de almorzar en Burger King y beber Coca-Cola.

La lógica con la que actúa el sistema hasta nuestros días, asocia a la discusión de ideas políticas y filosóficas como algo anacrónico, que no tiene valor ante la vorágine con la que avanza el mercado y sus instituciones sobre la vida de la gente. La política se ha convertido en el “marketing político”, los estados-nación se encuentran muy débiles ante el poder de las corporaciones económicas, y el sistema de “producción”, “riesgo”, “inversión” que dio a luz luego de la Revolución Francesa, se convirtió en una tiranía de la especulación financiera, donde el capitalista ya no puede ser visto como una persona “altruista” que decide arriesgar su capital para promover el desarrollo social, sino como un ave de rapiña que busca maximizar sus ganancias sin importar las consecuencias enormes que proporciona este grado de despilfarro y esta concentración del consumo que está llevando a niveles de desigualdad nunca antes vistos y una gran amenaza climática, que puede acarrear la extinción de la especie humana, como sentenció Fidel Castro.

En una escena épica de la película, Christiane sale a caminar sin que Alex se entere, y ve a un helicóptero llevarse la estatua de Lenin, queda paralizada unos segundos sin entender que lo que realmente se estaban llevando era el sueño de una sociedad más justa. Hoy por hoy no solo podemos afirmar que la izquierda ha perdido una batalla histórica de la cual cuesta mucho reponerse, sino que además el mismo sistema capitalista ha realizado un cambio dentro de su misma lógica sepultando sus viejas proclamas históricas para convertirse en una sociedad más parecida a la descripta por Orwell en su novela “1984” que al “reino de la libertad” de Adam Smith, A. Toqueville o J. Locke.

Como gran contradicción la barbarie que vive el mundo en nuestra actualidad, llegando a poner en peligro el planeta que todos habitamos y a ver victoriosos a personajes como Donald Trump quien preside una de las principales potencias mundiales, lleva a que la estatuas de Lenin, el Che, Fidel, Carlos Marx, entre otros se vuelvan a alzar en todas partes del mundo, retomando el debate aún no saldado, sobre qué tipo de humanidad queremos, mientras el helicóptero volverá para llevarse la estatua del dios mercado, fundiéndose la humanidad en un cálido “goodbye”.

* Licenciado en Ciencias Políticas. Ayudante adjunto de la catedra Análisis del Discurso Político durante el año 2016; asistió a la «Cumbre de las Juventudes Antiimperialistas» organizado por la vicepresidencia de Bolivia como miembro del partido Nuevo Encuentro en 2016.

Fuente: Contrainfo.

Cultura