Puesto que pareciera que “arrepentirse” está de moda, o lo está algo que se le parece, o que se lo llama tal, se me ocurrió mirar el término en la Biblia. En una sociedad judeo-cristiana algo – quizás – tenga para decir.
El término hebreo que suele traducirse por arrepentimiento es nḥm. Se lo encuentra unas 119 veces y es traducido al griego por metanoia o matamelomai. El sentido original (incluso en sus raíces; por ejemplo, en árabe es “resoplar”) es la reacción frente a una situación que provoca dolor. Dependiendo el uso verbal, en hebreo puede traducirse al castellano por consolar (LXX traduce al griego por parakalein), causar pena, lamentar (se dice 30 veces de Dios y 7 del ser humano); así es apenarse, consolar y hasta incluso vengar (Is 1,24). No es un pesar resignado sino con consecuencias concretas (en el caso de Dios, algo cercano a la misericordia, raḥamīm).
En el ser humano el arrepentimiento es necesario (Jer 31,19; Job 42,6) dada la versatilidad (Ex 13,17; 1 Sam 15,29) cosa que no ocurre con Dios (1 Sam 15,29; Sal 110,4…). Dios puede enojarse ante una situación, pero el castigo no tiene por qué tener la última palabra. El arrepentimiento de Dios puede ser fruto de la intercesión de alguien, como Moisés (Ex 32,9-14; cf. Jer 26,19; Mal 1,9; Sal 119,58).
En griego, conversión es metanoeô (Hch 3,19; 2 Cor 7,9-10; Heb 6,1; Ap 2,21), epistrofê (“volver”, “a la madre de todo (o ‘todos’)”, Sir 40,1 [la madre tierra]; Hch 15,3 hapax del NT, “conversión de los gentiles”), apostrefô (“
Dios, por ejemplo, se arrepiente de haber hecho rey a Saúl (1 Sam 15,35) o de un castigo programado (1 Cr 21,15). “Recordó su pacto con ellos, y se compadeció (nḥm) por su gran amor” (Sal 106,45).
Hay un texto clave donde se encuentra el contraste entre el accionar divino y el humano. La Biblia de Jerusalén traduce;
“Pues la Gloria de Israel no miente ni se arrepiente, porque no es un hombre para arrepentirse” (1 Sam 15:29),
pero el hebreo no utiliza kabod, “gloria” sino n
Así encontramos que el arrepentimiento divino se origina en su compasión, en su misericordia y lo lleva a obrar en favor de sus amigos, los seres humanos, o el pueblo de Israel, según el caso. La humanidad, en cambio, manifiesta su arrepentimiento cambiando de actitud, dirigiendo su vida (o su mente, “nous”) en otra dirección (meta-noia).
La actitud de cambiar de discurso para beneficiarse, o para perjudicar a un tercero (o tercera), decir lo que el otro quiere escuchar, o la actitud de jueces que benefician a los poderosos, en la Biblia tienen otros nombres, y otras repercusiones; pero no es aquí el caso. A modo de ejemplo, la literatura apocalíptica, severamente crítica del imperio dice cosas como estas:
- “Le sucederá un hombre despreciable a quién no le correspondía ser rey. Se abrirá paso suavemente, y con intrigas se hará dueño del reino. Barrerá ejércitos enemigos desbaratándolos, y también al príncipe de la alianza. Aun disponiendo de poca gente, con sus cómplices y a fuerza de traiciones se irá haciendo fuerte. Sin agitarse irá penetrando en las zonas más fértiles de la provincia, y hará lo que no hicieron sus padres ni sus abuelos: repartirá botín, despojos, riquezas, atacará con estratagemas las fortalezas; pero por poco tiempo” (Dan 11,21-24).
- “…entonces vi en mi sueño que habían llegado todas las aves del cielo: águilas, buitres y cuervos. Las Águilas guiaban a todas las aves y comenzaron a devorar a las ovejas a sacarles los ojos y comer su carne. Las ovejas gritaban, pues las aves devoraban su carne (…) He aquí que nacieron corderos de aquellas ovejas blancas y comenzaron a abrir sus ojos, a ver y a gritar a las ovejas. Pero las ovejas no les gritaban ni escuchaban sus palabras, sino que eran sordas en extremo y sus ojos eran total y absolutamente ciegos. Y vi en el sueño cuervos que volaban sobre los corderos; tomaron a uno de ellos, despedazaron a las ovejas y se las comieron. Vi que les salieron cuernos a los corderos, pero los cuervos se los quitaban. Vi que brotaba un gran cuerno a una de las ovejas y se les abrían los ojos…” (1 Hen 90,2-3.6-9).
- “¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha vuelto morada de demonios, guarida de toda clase de espíritus inmundos, guarida de toda clase de aves impuras y repugnantes, porque todas las naciones han bebido del vino furioso de su prostitución, y los reyes del mundo han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo fastuoso. Oí otra voz celeste que decía: Pueblo mío, salgan de ella, para no ser cómplice de sus pecados y no sufrir sus castigos” (Ap 18,2-4).
Foto tomada de https://www.muypymes.com/2017/