Política, petróleo (y gas) y la realidad. Las consecuencias de una guerra anunciada.
El 8 de Marzo, el Día Internacional de la mujer, el
presidente norteamericano emitió una orden ejecutiva prohibiendo las
importaciones de energía desde Rusia. El acto había sido anunciado por Joe
Biden en la mañana del martes, en un discurso televisado. Al mismo tiempo, el
mandatario advirtió que las sanciones “conducirán a un aumento en los precios
de la gasolina en los Estados Unidos”. El martes, el costo del combustible
alcanzó un máximo histórico superando los u$s4,17 por galón (3,785 litros).
El expresidente Donald Trump reaccionó ante el aumento
récord de los precios del combustible en el país preguntando a los
estadounidenses si lo extrañaban. “Últimas noticias: ¡Los precios de gasolina
más altos de la historia! ¿Ya me extrañas?", dijo en un comunicado.
Por su parte el presidente ucraniano, el cómico televisivo
Volodimir Zelenski, le agradeció a Biden la decisión a instó a otros países a
seguir ese ejemplo. “Estoy agradecido con los Estados Unidos y el liderazgo
personal del presidente Biden por atacar el corazón mismo de la maquinaria
militar de Putin y prohibir las importaciones del petróleo, el gas y el carbón
ruso en el mercado estadounidense”, escribió en su cuenta de Twitter, dejando
de lado por un momento su amargo rencor por lo que él llamó “inacción” de la
OTAN en su enfrentamiento con Rusia.
Biden, al parecer, intenta superar los efectos adversos de
la prohibición escogiendo el menor de dos “males”. Emisarios de Washington,
encabezados por el consejero presidencial y comodín latinoamericano Juan
González, se reunieron en Caracas con el presidente venezolano Nicolás Maduro.
En una evidencia de su gran preocupación por la provisión de crudo pesado insustituible
para su refinado, provisto hasta ahora por Rusia, los Estados Unidos intentan rehabilitar
el suministro de petróleo venezolano de alta viscosidad.
En diciembre de 2021, Maduro recibió una misión secreta de
la CIA norteamericana, donde se acordó la visita de una delegación oficial, lo
que se concretó el pasado 5 de marzo. Encabezados por el “todoterreno”
González, funcionarios anónimos de alto rango de la administración Biden se
reunieron con el presidente venezolano en el Palacio Miraflores.
El propósito de la visita era obvio: obtener el ansiado
petróleo “pesado” que únicamente se extrae en Venezuela, Irán y Rusia.
Pues aunque Rusia no exportaba mucho petróleo a los EE. UU.,
el rango de 8 a 20 millones de barriles por mes ha sido extremadamente
importante para las refinerías estadounidenses.
Casi todas las refinerías de EE. UU. están preparadas para
procesar petróleo de alta viscosidad.
Cuando se produjo la revolución del esquisto en EE. UU., el
petróleo ligero (gas condensado) y el petróleo de mucha menor densidad, cuya
composición no era apta para instalaciones en refinerías, irrumpieron en el
mercado estadounidense.
El problema se resolvió con petróleo de alta viscosidad de
Venezuela. CITGO, la mayor filial de PDVSA en el extranjero y una de las
principales empresas de su clase en los EE.UU., controlaba 8 refinerías, unas
60 terminales y una red de distribución de casi 15.000 estaciones de servicio.
Con contratos a largo plazo para el abastecimiento superior al millón de
barriles diarios de crudo.
Pero en diciembre de 2016 PDVSA entregó el 49,9% de CITGO a
la rusa Rosneft, como garantía para el pago de la deuda que mantenía con Rusia,
de alrededor de 7.000 millones de dólares. En enero de 2019 la administración
Trump dicta severas sanciones contra Venezuela, entre las que se contó la
confiscación de CITGO.
Pese a su condición de proveedor confiable para los Estados Unidos,
Washington mantuvo una política hostil con Caracas desde la presidencia de Hugo
Chávez. En 2015 el presidente Barack Obama declaró a Venezuela “una amenaza a
la seguridad” norteamericana.
Trump continuó con esta práctica de sanciones logrando con ello
que el rechazo a recibir petróleo venezolano perjudicara la refinación
petrolera. Por ironía de la historia, la situación se salvó gracias a los directos
suministros de… Rosneft, la petrolera estatal rusa principal accionista de
CITGO. Peor aún, debido a que la demanda estadounidense era de petróleo de la
más baja calidad: el fuel oil, las refinerías rusas se vieron obligadas a no
discontinuar su producción, como lo tenían planificado.
Con las actuales sanciones al crudo ruso, Washington
consiguió privarse de los suministros de los tres principales productores
mundiales del producto: Rusia, irán y Venezuela. Algo que provocó la irónica
felicitación del expresidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de
Seguridad del país, Dmitrii Medviédev pues gracias a las sanciones, tanto Rusia
como Venezuela e Irán incrementaron en flecha sus exportaciones a los
principales mercados asiáticos: China y la India.
Pese al bloqueo estadounidense, grandes tanques de 200.000 e
incluso 300.000 toneladas con bandera iraní, pero fletados por Rosneft,
embarcaban el petróleo venezolano para esos destinos. La propia producción
petrolera venezolana, concentrada en la Faja del Orinoco, había pasado a manos
de las empresas rusas en abril de 2007, cuando Hugo Chávez anunció en la Cumbre
Energética de la isla Margarita, que las empresas occidentales tenían caducadas
sus concesiones, pasadas a la rusa Lukoil.
Desde ese momento, la venezolana PDVSA desarrolló un intenso
trabajo en la Faja, en conjunto con el gigante ruso. El convenio abarcaba las
cuencas de Petromonagas, Petroperija, Boquerón, Petromiranda y Petrovictoria.
En mayo de 2015, Rusia y Venezuela acuerdan instalar relaciones estatales en la
actividad y Lukoil vende su participación a Rosneft. En 2015 se conforma el
Consorcio Nacional del Petróleo, con una participación del 40% por parte de la
estatal rusa. El proyecto definió inversiones por 25.000 millones de dólares. Los
recursos del bloque se estiman en 195 millones de toneladas. Es parte de la
Faja, única con reservas de más de 300 mil millones de barriles, las
principales en el mundo. El petróleo es súper pesado, de alta viscosidad, casi
no fluye, como el betún. Los métodos estándar para extraer tales materias
primas implican la extracción de sólo el 5-8% de las reservas iniciales.
En mayo de 2020 el cerco económico sobre Venezuela por parte
de los Estados Unidos se tornó muy complicado, lo que motivó el reemplazo de
Rosneft, acosada por las sanciones, por una flamante empresa estatal,
Roszarubiezhneft, que de la noche a la mañana se hizo dueña de inversiones por
casi 350.000 millones de dólares. Su presidente, Nikolái Rybchuk, fue compañero
del poderosísimo presidente de Rosneft, Igor Séchin, combatiendo ambos en
Angola.
El actual incremento de la producción de PDVSA, que ya llega
al millón de barriles diarios, se debe precisamente al funcionamiento de esta
repotenciada asociación con una empresa rusa. Algo que fue directamente
acordado por Maduro y Putin en un par de visitas que en 2019 hizo Maduro a
Moscú. Es, pues, imposible suponer que Venezuela aceptará propuesta alguna de
Washington si antes no ha sido consensuada con su socio del Kremlin.
La realidad es que los Estados Unidos no pueden pasarse sin
esos suministros. Un simple repaso a la actualidad internacional les impuso la
necesidad de replantearse sus posiciones con Venezuela. El viaje de la misión
norteamericana a Caracas es, en sí mismo, un reconocimiento de su impotencia
por resolver sus propios problemas a golpes de sanciones contra terceros
países. Por lo demás, por razones puramente logísticas, es ineludible el
beneficio de la cooperación de Venezuela con los Estados Unidos si estos
levantan las sanciones que pesan no sólo contra el petróleo y el gas
venezolano, sino también el embargo de más de mil millones de dólares trabado
sobre las reservas de oro que Caracas tiene en Londres.
Según los expertos rusos, el objetivo principal del viaje ha
sido sondear posibles importaciones de petróleo venezolano imprescindible ante
la prohibición de los suministros rusos. Pero ¿cuáles serán las condiciones que
impondrá Maduro para retornar su petróleo al mercado estadounidense, además de
levantar las sanciones? Sin dudas, el desconocimiento del alicaído “presidente
fantasma” Juan Guaidó y el desarme del aparato propagandístico anti-Maduro, así
como la restitución a sus legítimos dueños, Rosneft, de la norteamericana
CITGO.
La tarea para los negociadores norteamericanos no es fácil,
en el contexto del conflicto en Ucrania, donde el escuálido respaldo occidental
al cómico Zelenski sólo prevé (Blinken dixit) la formación de un gobierno en el
exilio polaco y casi obliga al todavía presidente ucraniano a pactar
condiciones de paz que imponen la neutralidad de su país, la desnazificación, y
el reconocimiento de la pertenencia rusa de Crimea y del status autónomo de
Lugansk y Donetsk.
En el marco de dicha realidad, Venezuela no parece tener
demasiados problemas con los suministros a China y otros grandes consumidores
del sudeste asiático. La que sí enfrenta serias dificultades es la política
altisonante del Departamento de Estado, que sigue sin visualizar el reemplazo
del mundo unipolar por el mundo multipolar.
En este contexto, el anuncio de Biden, no por no esperado,
causó una verdadera conmoción en todo el panorama internacional. Como una de
sus principales consecuencias, ahondó definitivamente la grieta entre el bloque
anglosajón y la Unión Europea. Mientras Gran Bretaña de inmediato copiaba la
decisión de Washington (pese a que la importación energética desde Rusia apenas
alcanza al 8% del total) pero recién para finales de 2022, tanto el líder de la
UE Joseph Borrell como el canciller alemán Olaf Scholz, acuciados por el hambre
energético europeo, se desligaban de la medida y reiteraban la disposición
general a continuar con la segura provisión rusa.
“No prohibiremos la importación de energía rusa. No seguimos
a Biden en este tema”, dijo Borrell.
“En la actualidad – amplió Scholz-, no hay otra forma de
garantizar el suministro energético de Europa para el calor, el transporte, la
electricidad y la industria, por lo que es fundamental para los servicios de
interés común y la vida cotidiana de nuestros ciudadanos”.
La Comisión Europea comunicó que Rusia en 2021 había
proporcionado aproximadamente el 45% de las importaciones de la UE de
"combustible azul", el 27% de petróleo crudo y el 46% de carbón.
Los obstáculos planteados a los suministros de petróleo ruso
en el mercado mundial “pueden convertirse en los más importantes de la historia”,
afirmó Aarón Brady, director ejecutivo de S&P Global.
“Ahora reina una gran incertidumbre -señaló- y, por lo
visto, nos esperan dificultades con los suministros. No sabemos en la
actualidad cuán serios serán. Sin embargo potencialmente, teniendo en cuenta los
volúmenes rusos, esto podría ser la interrupción más grande de suministros de
petróleo en la historia, comparable con 1977” (la guerra árabe-israelí, HK).
“Rusia -señaló- sigue siendo un insustituible proveedor de
petróleo en el mercado mundial”.
Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión
Europea, reconoció que será "muy difícil" para la UE cumplir con su
objetivo de reemplazar dos tercios del gas ruso este año, pero “es posible”
Señaló que a finales de año, gracias a determinadas medidas,
la UE "puede reponer dos tercios de lo que importa" de Rusia, lo que
pondrá fin a la "dependencia excesiva" de la UE del gas ruso.
"Difícil, condenadamente difícil, pero posible", dijo Timmermans en
una conferencia de prensa.
“La Comisión Europea -dice un comunicado de la CE-, a la luz
de la invasión rusa de Ucrania, propuso hoy un esbozo de un plan para hacer que
Europa sea independiente de los combustibles fósiles rusos mucho antes de 2030,
comenzando con el gas… Eliminar nuestra dependencia de los combustibles fósiles
de Rusia se puede hacer mucho antes de 2030. Para ello La Comisión Europea
propone desarrollar el plan REPowerEU”, que propone diversificar y reducir el
suministro del “combustible azul” y acelerar la introducción de gases renovables
en su reemplazo. Es decir, imponer el consumo de gas licuado LNG, provisto por
los Estados Unidos con un costo de hasta cuatro veces superior al suministrado
por el barato gasoducto ruso.
Claro que, como base, el plan impone a los europeos un gran
ajuste en el consumo de calor y electricidad, además de someter a una hambruna
energética a la economía y poner en peligro la producción agraria ante la
abrupta caída de la producción de fertilizantes, fundamentales para el agotado
suelo europeo.
Para Rusia, el plan no representa una amenaza en tanto
impone grandes sacrificios a la economía y la propia vida europea. La realidad
es que, adoptando el programa, Europa se enfrentará con una demoledora escasez
de recursos energéticos, con crecientes tensiones sociales y entre los propios
países miembros de la UE, amén de reducir su estatus como líder en la
transición energética. Un programa a la medida del bloque anglosajón que
difícilmente sea digerible para el resto de las naciones europeas.
En Houston, el nigeriano Mohammed Barkindo, secretario
general de la OPEP, advirtió que la tensión generada en el mercado petrolero
podría provocar alguna reducción de la demanda, pues la situación “va cambiando
cada hora”.
Barkindo solicitó a los líderes mundiales que dejen de politizar
el tema del suministro de petróleo. “No somos una organización política
-enfatizó- y tratamos de mantenernos alejados de la política tanto como sea
posible. También seguimos trabajando para despolitizar los suministros de
petróleo... Puede haber desacuerdos entre nosotros, pero por favor, cuando
vengan a la secretaría de la OPEP o reunirse virtualmente, dejarlos de
lado".
Esta tensión en el mercado internacional de los
hidrocarburos se reflejó inicialmente en los precios. El crudo sigue subiendo sin
solución de continuidad y ya se ubica en torno a los 130 dólares cuando, al
iniciarse el conflicto, había trepado “sólo” a 80 dólares... En cuanto al gas,
dada la inconstancia de las provisiones y la incertidumbre con respecto al
llenado de los depósitos europeos, exhaustos por el duro invierno, el precio
por millar de m3 es muy volátil y oscila entre fantásticos 3.300 dólares y no
menos fantásticos 2.300… Al inicio de
esta verdadera “montaña rusa”, el precio de los contratos a largo plazo
formalizados con Rusia era de 300 dólares. La decisión de la Unión Europea de
no “depender” de Moscú rompió este sistema y ahora el gas se convirtió en una
mercadería “spot” que se comercializa en las bolsas.
La declaración de Barkindo se produjo en el contexto del aumento
de los precios de la energía en las últimas semanas. Los expertos señalan que
en muchos aspectos esta dinámica es consecuencia de las duras sanciones que los
países occidentales han impuesto contra Rusia tras el inicio de la operación
militar en Ucrania.
Rusia previno sobre los efectos de las prohibiciones en el
suministro de sus hidrocarburos. “El rechazo del petróleo ruso tendrá
consecuencias catastróficas para el mercado mundial”, afirmó Alexander Nóvak,
viceprimer ministro ruso a cargo de toda el área energética.
"El aumento de los precios será impredecible: más de
300 dólares por barril", predijo el funcionario. Nóvak fundamentó su
advertencia en que para reemplazar las materias primas rusas en el mercado
europeo, tomará más de un año y “los consumidores pagarán por ello”.
"Rusia es el mayor proveedor de petróleo de Europa.
Europa consume alrededor de 500 millones de toneladas de petróleo, de las
cuales alrededor de 150 millones de toneladas (o el 30 por ciento) provienen de
Rusia. Más otros 80 millones de toneladas de productos derivados del
petróleo", dijo Novak.
"Entendemos-continuó- que en relación con las
acusaciones infundadas contra Rusia con respecto a la crisis energética en
Europa y la imposición de una prohibición al funcionamiento del gasoducto ‘Nord
Stream 2’ (ya listo para el suministro, HK), tenemos todo el derecho de tomar
una decisión espejo e imponer un embargo sobre el bombeo de gas a través del ‘Nord
Stream 1’, que hoy está cargado al nivel máximo del 100 por ciento. Hasta ahora
no hemos tomado esta decisión. Nadie se beneficiará de esto. Aunque los
políticos europeos nos están empujando a hacerlo con sus declaraciones y
acusaciones contra Rusia".
Novak recordó que Rusia ha estado cumpliendo a cabalidad con
sus obligaciones de suministro tanto antes como hoy. Al mismo tiempo, subrayó
que “el país está listo para aceptar la renuncia europea a los recursos
energéticos rusos y entiende hacia dónde debe redirigir los suministros”.
En esa misma dirección se pronunció Maduro el pasado 3 de
marzo en el Congreso de la Clase Obrera. “La nación venezolana volverá a ser
una potencia petrolera… Somos un país que puede aumentar rápidamente la
producción de petróleo… Ahora es de un millón de barriles diarios pero estamos
listos para lograr 2 millones de barriles diarios y, con la ayuda de nuestros
socios, en poco tiempo alcanzar los 3 millones de barriles”.
“El petróleo venezolano -subrayó- está disponible para quien
quera extraerlo, quien quiera comprarlo, sea un inversionista de Asia, Europa o
los EE.UU… Las puertas de Venezuela están abiertas a la inversión, la
producción de petróleo y gas y garantizar su estabilidad en todo el mundo,
incluidos los Estados Unidos. Estamos listos para vender petróleo y gas a los
Estados Unidos, no debemos politizar la cooperación, no debemos politizar los
temas económicos”.
En el gran edificio de El Chacao, en pleno centro de
Caracas, los directivos de la estatal rusa Roszarubiezhneft, socia excluyente
de PDVSA, comparten los cálculos de esta posible operación comercial,
convertida indirectamente en otra evidencia de la realidad del nuevo mundo
multipolar.