Los desaparecidos en México. Todos los días
aumenta dicha cifra. En la Argentina, los drogaban y los tiraban de los aviones
al Río de la Plata. Aquí los disuelven en ácido o los cavan en fosas.
Dicen Alejandra Guillén, Mago Torres y
Marcela Turati, que “desde 2006 a 2016 fueron descubiertos casi 2 mil entierros
ilegales donde criminales desaparecieron personas. La barbarie abarca 24
estados del país y uno de cada 7 municipios. En esta investigación documentamos
más fosas clandestinas que las que el gobierno reconoce: una fosa cada dos
días”.
Hay un giff animado del mapa de fosas
clandestinas nacional entre 2006-2018 y las periodistas que firman cuentan el
caso de la comunidad purépecha de Angahuan, en Michoacán, “al cavar la tierra,
la policía encontró seis hombres maniatados, semi desnudos, con los ojos
vendados y la yugular cortada. Era el 7 de septiembre de 2006”.
“El hallazgo de estos cuerpos marcó el
comienzo de la barbarie. Desde entonces y mientras se desplegaba la “guerra
contra las drogas”, a los asesinos ya no les ha bastado matar; ahora se esmeran
en ocultar los cuerpos”, afirman.
Nadie dará más respuestas, más luchas, que
los familiares de los desaparecidos. En Argentina nacieron las Madres de Plaza
de Mayo, comenzaron a marchar solas, con un pañuelo blanco en la cabeza en
plena dictadura. Buscaban a sus hijos desaparecidos y ellas, también, fueron
desaparecidas. No obstante siguieron con la lucha.
Esther Ballestrino, Azucena Villaflor y María
Ponce de Bianco fueron las primeras madres tragadas por la tierra (hay que
decirlo así), nunca más se supo nada de ellas.
Cuenta la periodista Daniela Rea que “en
2013 hubo un foro en Saltillo y las familias imaginaban con que iban a ir todos
a los campos y a las bodegas donde los tienen secuestrados. A sacarlos y a
salvarlos. A los que estábamos ahí nos parecía una idea súper loca. Es que nos
van a matar, pero si somos miles y miles no nos van a matar a todos, eran las
voces que se oían. Esa idea quedó como desesperada, pero lo cierto es que un
año después las familias comenzaron ir a los campos, a buscar fosas, a saber
qué había pasado con sus desaparecidos”.
Un informe reciente de la CNN, firmado por
Gabriel Ramírez Cuevas, establece que “oficialmente hay en México 35 mil 410
desaparecidos, de las cuales 21 mil 602 ocurrieron durante el sexenio de EPN”.
Un cable de efe firmado por Juan Manuel Ramírez, informa que "los 37
mil 485 casos oficiales de personas desaparecidas en México son apenas
la punta del iceberg en el aumento de violencia e inseguridad
que se registra en este país en los últimos años".
“Una investigación iniciada hace año y
medio por un equipo de periodistas independientes y que a medio camino encontró
respaldo financiero y editorial de Quinto Elemento Lab, revela que
prácticamente en todo el país se han encontrado casi 2 mil fosas clandestinas
entre 2006 y 2016, a un ritmo de vértigo: una fosa cada dos días, en uno de
cada siete municipios de México”, es el informe de Alejandra Guillén, Mago
Torres y Marcela Turati.
“Fueron, al menos, mil 978 entierros
clandestinos en 24 estados del país. Esta cifra supera por mucho la información
dada por el gobierno mexicano hasta hoy. Las fiscalías recuperaron de estos
hoyos 2 mil 884 cuerpos, 324 cráneos, 217 osamentas, 799 restos óseos y miles
de restos y fragmentos de huesos que corresponden a un número aún no
determinado de individuos”, agrega la información, que puede verse en forma
total en www.quintoelab.org.
¿Qué hacer frente a este drama del que no
somos protagonistas en sí, aunque como dice Luigi Amara “nos iremos
convirtiendo en una fosa común, todo México”?
“Desde hace mucho tiempo el tema de los
desaparecidos me obsesiona en este país. Me acuerdo que cuando empezó el
Movimiento de Javier Sicilia, estábamos en París y empezamos a hacer una acción
como política allá. La acción era sobre los desaparecidos. No había cifras.
Ahora siento que lejos de cambiar ese panorama, se ha enrarecido aún más. Las
cifras han aumentado, se han normalizado las noticias de las fosas y creo que
ya no es cuestión de esperanza, sino de cómo poder actuar ahora de algún modo
que empiece a frenar eso”, afirma el creador del reciente Paraíso de las ratas y El
quinto postulado / Dobleces.
Algo parecido dice Daniela Rea, quien se
impacienta al escuchar que el tema desaparecidos ya urge. “Decir que va a ser
el gran tema y no reaccionamos antes la verdad es que no sé qué pensar. Hay
familias que tienen 12 años buscando a sus parientes, decirle a esas personas
que tenemos que reaccionar después de 12 años, nosotros pensar que es urgente
el tema cuando ha sido urgente desde hace 12 años, me hace pensar que estamos
desubicados”, dice la autora del documental No sucumbió la oscuridad (una frase
de un poema del chileno Raúl Zurita), sobre el tema de los desaparecidos.
“Creo que si no paramos esto nos vamos a
convertir todos en una gran fosa, vamos a ser arrastrados por esa dinámica, por
esa violencia, la incertidumbre que también produce el hecho de que haya
desapariciones, de que la gente busque a sus familiares, a sus amigos y tenga
que escarbar, rascar en la tierra con sus propias manos. Es un reflejo de la
podredumbre social a la que hemos llegado desde hace mucho tiempo. Hasta ahora
no siento como muy alentador las propuestas del nuevo gobierno, son raras por
lo menos. Voté por Andrés Manuel López Obrador, pensando que no podía ser peor,
pero hasta ahora hay un discurso dual”, dice Luigi Amara.
“El
único discurso de las ideas es de Olga Sánchez Cordero, pero luego viene la realidad.
Articula muy bien, propuestas de ley, pero cuando se instrumenta, cómo se lleva
a la práctica, hay un lado realista en que uno piensa cómo cambiar una realidad
tan compleja y tan podrida en nuestro país. Dices que no a la militarización de
las calles, pero entonces ¿qué haces?”, afirma Amara.
“Los desaparecidos son un concepto, más que
una palabra en sí. Efectivamente, quise meter en El paraíso de las ratas, que es un libro para chicos, eso. ¿De qué
modo lo introduces para que no sea tan violento, que ahuyente o perturbe? Yo
quería que estuviera presente, que pasa eso, en tu familia, en tu vecindario,
en tu ciudad, hay gente que no se sabe qué pasó con ella. No hay que
escamotearle a los niños ni a nadie las cosas que pasan. Al revés, hay que
plantearlas para que las puedan elaborar. ¿Cómo puede haber un cambio si no
está en la educación básica, fundamental, en lo que se preguntan, en lo que
discuten, los niños desde ahora”, concluye.
Daniela
Rea coincide "en el sentido que vamos a ser una gran fosa mexicana. En
cuanto a la oscuridad terrible de lo que eso significa. 2000 fosas, como acaban
de publicar, Alejandra Guillén, Mago Torres y Marcela Turati, no sé de qué
manera podemos hablar de la gravedad de esto. Las familias de los desaparecidos
lo han intentado todo, poniendo su dolor en la mesa para que nosotros podamos
darnos cuenta, poniendo su propia experiencia y lo ha hecho el periodismo, las
artes y no sé por qué no estamos reaccionando", dice.
"La reacción debería ser mucho más
contundente. Nos gustaría pensar que terminaran las desapariciones, pero no va
a terminar porque significa que hay 35 mil desaparecidos y que no vamos a
descansar hasta que aparezcan ellos o sus restos. Pensar que va a haber un fin
en el tema de las desapariciones es complicado. Tal vez después de la Guerra
Sucia en México dejaron de desaparecer personas por ese conflicto, hubo algunas
desapariciones políticas en los '90, pero esas desapariciones de la Guerra
Sucia no dejaron de existir. El crimen de la desaparición no termina cuando
deja de desaparecer gente, sino cuando se sabe qué pasó con esos
desaparecidos", afirma Daniela Rea.
¿Qué pasa con las mujeres? Gabriela
Jáuregui, autora del libro feminista Tsunami
(Sexto Piso), dice no ser una experta en el tema de los desaparecidos, pero
está convencida de que "los hombres que desaparecen en general los usan
como hasta para practicar temas de narcoviolencia, los llevan para que trabajen
como sicarios, como esclavos, en fin, cosas terribles. Las mujeres tienen
relación pero se las llevan y desaparecen de otra forma, sí hay para trata de
personas, sí hay porque las meten en un burdel del que no salen nunca, pero en
la mayoría de los casos pareciera, una cosa dolorosísima, que a las mujeres las
matan casi enseguida: torturadas, violadas, mutiladas, apuñaladas,
descuartizadas y después embolsadas y tiradas a la basura o a la cañería. Creo
que son dos formas distintas de operar, dentro del mismo espectro de violencia
y de necro-capitalismo, que es donde vivimos, donde todo es desechable y hay
una máquina de muerte abrumadora y terrorífica en este país", expresa.
TODO MÉXICO SERÁ UNA FOSA
La novelista Ana García Bergua vaticinó en
2014 –ante los desaparecidos de Ayotzinapa- que “todo el país será una
fosa común”. Fue en Xalapa, la última vez que se hacía allí el Hay Festival,
con el gobernador Javier Duarte, que se apareció para sacarse una foto al lado
de Salman Rudshie.
Hoy, la periodista Marcela Turati, una gran
profesional y que ha dedicado su vida y su energía para hablar de ese México
profundo y trágico, escribe en el nuevo portal A dónde van los desaparecidos:
–¿Cuál es su función específica dentro del
grupo delictivo?
–Mi función específica dentro de la
organización es hacer el trabajo del pozole, que consiste en que los miembros de
las diferentes células de la organización me llevan cadáveres para que sean
disueltos en una solución que se prepara a base de sosa cáustica y agua.
Es la declaración de Santiago Meza López,
hombre casado, de 45 años, padre de familia, albañil retirado, originario de
Sinaloa –cuna del cártel del mismo nombre- y con domicilio en Baja California,
donde trabajaba para Teodoro García Pimentel, alias El Teo, capo del cártel que
dominaba la ciudad fronteriza de Tijuana.
“Aprendí
a hacer pozole con una pierna de res la cual puse en una cubeta y le eché un
líquido y se deshizo; los cuerpos que me daban para pozolear me los daban ya
muertos, y los metía completos a los tambos y le vaciaba 40 ó 50 kilos de polvo
que compraba en una ferretería a 35 pesos el kilo”, continuó el hombre cuyo
apodo criminal es “El Pozolero”, en alusión a quienes se dedican a preparar el
caldo mexicano con carne y granos de maíz llamado pozole. Dentro del cártel se
dedicaba a disolver cadáveres de enemigos con sosa cáustica. Así deshizo los
cuerpos de 300 personas.
Los desaparecidos, al periodista Leonardo
Tarifeño, le recuerda al fallecido Sergio González Rodríguez, "leer los
libros Campos de guerra, El hombre sin cabeza, daba un poco la
idea de las cosas. Sobre todo diciendo que México no tiene una autonomía, una
libertad política, la tiene muy acotada por todo lo que pasa en los Estados
Unidos. Nosotros crecimos con eso, pero a la distancia no era algo tan
cotidiano como se ve acá", dice el autor que acaba de sacar el libro No vuelvas (Almadía), sobre los
inmigrantes en Tijuana.
"La CIA jugaba un rol con los narcos,
la DEA otro muy distinto, entre ellos se peleaban y utilizaban a los
narcotraficantes en el medio. Muchas de las historias que conocemos con los
narcotraficantes, hay un trasfondo que no conocemos y que obedece mucho a los
Estados Unidos. Siento que la esperanza está sobre una cancha que marca mucho
Estados Unidos, dependemos mucho de un mapa global y en ese sentido no soy muy
optimista. No creo que las cosas cambien en un sexenio, ni que los cambios
profundos se den con el nuevo Gobierno, pero habrá cambios, no sé si
profundos", afirma Tarifeño.
* Editora SinEmbargo Cultura & Espectáculos www.sinembargo.mx