• 21 de noviembre de 2024, 6:58
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México, un país de desaparecidos

Por Mónica Maristain*

Los desaparecidos en México. Todos los días aumenta dicha cifra. En la Argentina, los drogaban y los tiraban de los aviones al Río de la Plata. Aquí los disuelven en ácido o los cavan en fosas.

Dicen Alejandra Guillén, Mago Torres y Marcela Turati, que “desde 2006 a 2016 fueron descubiertos casi 2 mil entierros ilegales donde criminales desaparecieron personas. La barbarie abarca 24 estados del país y uno de cada 7 municipios. En esta investigación documentamos más fosas clandestinas que las que el gobierno reconoce: una fosa cada dos días”.

Hay un giff animado del mapa de fosas clandestinas nacional entre 2006-2018 y las periodistas que firman cuentan el caso de la comunidad purépecha de Angahuan, en Michoacán, “al cavar la tierra, la policía encontró seis hombres maniatados, semi desnudos, con los ojos vendados y la yugular cortada. Era el 7 de septiembre de 2006”.

“El hallazgo de estos cuerpos marcó el comienzo de la barbarie. Desde entonces y mientras se desplegaba la “guerra contra las drogas”, a los asesinos ya no les ha bastado matar; ahora se esmeran en ocultar los cuerpos”, afirman.

Nadie dará más respuestas, más luchas, que los familiares de los desaparecidos. En Argentina nacieron las Madres de Plaza de Mayo, comenzaron a marchar solas, con un pañuelo blanco en la cabeza en plena dictadura. Buscaban a sus hijos desaparecidos y ellas, también, fueron desaparecidas. No obstante siguieron con la lucha.

Esther Ballestrino, Azucena Villaflor y María Ponce de Bianco fueron las primeras madres tragadas por la tierra (hay que decirlo así), nunca más se supo nada de ellas.

Cuenta la periodista Daniela Rea que “en 2013 hubo un foro en Saltillo y las familias imaginaban con que iban a ir todos a los campos y a las bodegas donde los tienen secuestrados. A sacarlos y a salvarlos. A los que estábamos ahí nos parecía una idea súper loca. Es que nos van a matar, pero si somos miles y miles no nos van a matar a todos, eran las voces que se oían. Esa idea quedó como desesperada, pero lo cierto es que un año después las familias comenzaron ir a los campos, a buscar fosas, a saber qué había pasado con sus desaparecidos”.

Un informe reciente de la CNN, firmado por Gabriel Ramírez Cuevas, establece que “oficialmente hay en México 35 mil 410 desaparecidos, de las cuales 21 mil 602 ocurrieron durante el sexenio de EPN”. Un cable de efe firmado por Juan Manuel Ramírez, informa que "los 37 mil 485 casos oficiales de personas desaparecidas en México son apenas la punta del iceberg en el aumento de violencia e inseguridad que se registra en este país en los últimos años".

“Una investigación iniciada hace año y medio por un equipo de periodistas independientes y que a medio camino encontró respaldo financiero y editorial de Quinto Elemento Lab, revela que prácticamente en todo el país se han encontrado casi 2 mil fosas clandestinas entre 2006 y 2016, a un ritmo de vértigo: una fosa cada dos días, en uno de cada siete municipios de México”, es el informe de Alejandra Guillén, Mago Torres y Marcela Turati.

“Fueron, al menos, mil 978 entierros clandestinos en 24 estados del país. Esta cifra supera por mucho la información dada por el gobierno mexicano hasta hoy. Las fiscalías recuperaron de estos hoyos 2 mil 884 cuerpos, 324 cráneos, 217 osamentas, 799 restos óseos y miles de restos y fragmentos de huesos que corresponden a un número aún no determinado de individuos”, agrega la información, que puede verse en forma total en www.quintoelab.org.

¿Qué hacer frente a este drama del que no somos protagonistas en sí, aunque como dice Luigi Amara “nos iremos convirtiendo en una fosa común, todo México”?

 “Desde hace mucho tiempo el tema de los desaparecidos me obsesiona en este país. Me acuerdo que cuando empezó el Movimiento de Javier Sicilia, estábamos en París y empezamos a hacer una acción como política allá. La acción era sobre los desaparecidos. No había cifras. Ahora siento que lejos de cambiar ese panorama, se ha enrarecido aún más. Las cifras han aumentado, se han normalizado las noticias de las fosas y creo que ya no es cuestión de esperanza, sino de cómo poder actuar ahora de algún modo que empiece a frenar eso”, afirma el creador del reciente Paraíso de las ratas y El quinto postulado / Dobleces.

Algo parecido dice Daniela Rea, quien se impacienta al escuchar que el tema desaparecidos ya urge. “Decir que va a ser el gran tema y no reaccionamos antes la verdad es que no sé qué pensar. Hay familias que tienen 12 años buscando a sus parientes, decirle a esas personas que tenemos que reaccionar después de 12 años, nosotros pensar que es urgente el tema cuando ha sido urgente desde hace 12 años, me hace pensar que estamos desubicados”, dice la autora del documental No sucumbió la oscuridad (una frase de un poema del chileno Raúl Zurita), sobre el tema de los desaparecidos.

“Creo que si no paramos esto nos vamos a convertir todos en una gran fosa, vamos a ser arrastrados por esa dinámica, por esa violencia, la incertidumbre que también produce el hecho de que haya desapariciones, de que la gente busque a sus familiares, a sus amigos y tenga que escarbar, rascar en la tierra con sus propias manos. Es un reflejo de la podredumbre social a la que hemos llegado desde hace mucho tiempo. Hasta ahora no siento como muy alentador las propuestas del nuevo gobierno, son raras por lo menos. Voté por Andrés Manuel López Obrador, pensando que no podía ser peor, pero hasta ahora hay un discurso dual”, dice Luigi Amara.

 “El único discurso de las ideas es de Olga Sánchez Cordero, pero luego viene la realidad. Articula muy bien, propuestas de ley, pero cuando se instrumenta, cómo se lleva a la práctica, hay un lado realista en que uno piensa cómo cambiar una realidad tan compleja y tan podrida en nuestro país. Dices que no a la militarización de las calles, pero entonces ¿qué haces?”, afirma Amara.

“Los desaparecidos son un concepto, más que una palabra en sí. Efectivamente, quise meter en El paraíso de las ratas, que es un libro para chicos, eso. ¿De qué modo lo introduces para que no sea tan violento, que ahuyente o perturbe? Yo quería que estuviera presente, que pasa eso, en tu familia, en tu vecindario, en tu ciudad, hay gente que no se sabe qué pasó con ella. No hay que escamotearle a los niños ni a nadie las cosas que pasan. Al revés, hay que plantearlas para que las puedan elaborar. ¿Cómo puede haber un cambio si no está en la educación básica, fundamental, en lo que se preguntan, en lo que discuten, los niños desde ahora”, concluye.

Daniela Rea coincide "en el sentido que vamos a ser una gran fosa mexicana. En cuanto a la oscuridad terrible de lo que eso significa. 2000 fosas, como acaban de publicar, Alejandra Guillén, Mago Torres y Marcela Turati, no sé de qué manera podemos hablar de la gravedad de esto. Las familias de los desaparecidos lo han intentado todo, poniendo su dolor en la mesa para que nosotros podamos darnos cuenta, poniendo su propia experiencia y lo ha hecho el periodismo, las artes y no sé por qué no estamos reaccionando", dice.

"La reacción debería ser mucho más contundente. Nos gustaría pensar que terminaran las desapariciones, pero no va a terminar porque significa que hay 35 mil desaparecidos y que no vamos a descansar hasta que aparezcan ellos o sus restos. Pensar que va a haber un fin en el tema de las desapariciones es complicado. Tal vez después de la Guerra Sucia en México dejaron de desaparecer personas por ese conflicto, hubo algunas desapariciones políticas en los '90, pero esas desapariciones de la Guerra Sucia no dejaron de existir. El crimen de la desaparición no termina cuando deja de desaparecer gente, sino cuando se sabe qué pasó con esos desaparecidos", afirma Daniela Rea.

¿Qué pasa con las mujeres? Gabriela Jáuregui, autora del libro feminista Tsunami (Sexto Piso), dice no ser una experta en el tema de los desaparecidos, pero está convencida de que "los hombres que desaparecen en general los usan como hasta para practicar temas de narcoviolencia, los llevan para que trabajen como sicarios, como esclavos, en fin, cosas terribles. Las mujeres tienen relación pero se las llevan y desaparecen de otra forma, sí hay para trata de personas, sí hay porque las meten en un burdel del que no salen nunca, pero en la mayoría de los casos pareciera, una cosa dolorosísima, que a las mujeres las matan casi enseguida: torturadas, violadas, mutiladas, apuñaladas, descuartizadas y después embolsadas y tiradas a la basura o a la cañería. Creo que son dos formas distintas de operar, dentro del mismo espectro de violencia y de necro-capitalismo, que es donde vivimos, donde todo es desechable y hay una máquina de muerte abrumadora y terrorífica en este país", expresa.

TODO MÉXICO SERÁ UNA FOSA

La novelista Ana García Bergua vaticinó en 2014 –ante los desaparecidos de Ayotzinapa- que “todo el país será una fosa común”. Fue en Xalapa, la última vez que se hacía allí el Hay Festival, con el gobernador Javier Duarte, que se apareció para sacarse una foto al lado de Salman Rudshie.

Hoy, la periodista Marcela Turati, una gran profesional y que ha dedicado su vida y su energía para hablar de ese México profundo y trágico, escribe en el nuevo portal A dónde van los desaparecidos:

–¿Cuál es su función específica dentro del grupo delictivo?

–Mi función específica dentro de la organización es hacer el trabajo del pozole, que consiste en que los miembros de las diferentes células de la organización me llevan cadáveres para que sean disueltos en una solución que se prepara a base de sosa cáustica y agua.

Es la declaración de Santiago Meza López, hombre casado, de 45 años, padre de familia, albañil retirado, originario de Sinaloa –cuna del cártel del mismo nombre- y con domicilio en Baja California, donde trabajaba para Teodoro García Pimentel, alias El Teo, capo del cártel que dominaba la ciudad fronteriza de Tijuana.

 “Aprendí a hacer pozole con una pierna de res la cual puse en una cubeta y le eché un líquido y se deshizo; los cuerpos que me daban para pozolear me los daban ya muertos, y los metía completos a los tambos y le vaciaba 40 ó 50 kilos de polvo que compraba en una ferretería a 35 pesos el kilo”, continuó el hombre cuyo apodo criminal es “El Pozolero”, en alusión a quienes se dedican a preparar el caldo mexicano con carne y granos de maíz llamado pozole. Dentro del cártel se dedicaba a disolver cadáveres de enemigos con sosa cáustica. Así deshizo los cuerpos de 300 personas.

Los desaparecidos, al periodista Leonardo Tarifeño, le recuerda al fallecido Sergio González Rodríguez, "leer los libros Campos de guerra, El hombre sin cabeza, daba un poco la idea de las cosas. Sobre todo diciendo que México no tiene una autonomía, una libertad política, la tiene muy acotada por todo lo que pasa en los Estados Unidos. Nosotros crecimos con eso, pero a la distancia no era algo tan cotidiano como se ve acá", dice el autor que acaba de sacar el libro No vuelvas (Almadía), sobre los inmigrantes en Tijuana.

"La CIA jugaba un rol con los narcos, la DEA otro muy distinto, entre ellos se peleaban y utilizaban a los narcotraficantes en el medio. Muchas de las historias que conocemos con los narcotraficantes, hay un trasfondo que no conocemos y que obedece mucho a los Estados Unidos. Siento que la esperanza está sobre una cancha que marca mucho Estados Unidos, dependemos mucho de un mapa global y en ese sentido no soy muy optimista. No creo que las cosas cambien en un sexenio, ni que los cambios profundos se den con el nuevo Gobierno, pero habrá cambios, no sé si profundos", afirma Tarifeño.


* Editora SinEmbargo Cultura & Espectáculos www.sinembargo.mx



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