El ex-secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, recientemente hizo comentarios muy prudentes y expresó que Estados Unidos ya no es una unidad de poder y debe reconocer la realidad de China como a un rival en igualdad.
El furor, esta semana, por una nueva
ley aprobada por los Estados Unidos respecto a Hong Kong, que socava la
autoridad de Beijing, subraya la advertencia de Kissinger.
Si Estados Unidos no puede encontrar
algún 'modus vivendi' con China, el resultado podría ser un catastrófico
conflicto peor que cualquiera de las anteriores guerras mundiales, declaró
Kissinger públicamente en Nueva
York el 14 de noviembre. El veterano diplomático instó a Estados Unidos y China
a resolver sus actuales tensiones económicas de manera cooperativa y mutua, y
agregó: "Ya no es posible pensar que un lado puede dominar al otro".
Una observación clave hecha por
Kissinger fue la siguiente: "Entonces, aquellos países que solían ser
excepcionales y solían ser únicos, tienen que acostumbrarse al hecho de que
tienen un rival".
En otras palabras, está negando el
'erróneo consenso' sostenido en Washington que afirma que Estados Unidos es de
alguna manera "excepcional", un "poder único" y la
"nación indispensable". Consenso que creció a principios de la década
de 1990, después del colapso de la Unión Soviética, cuando Estados Unidos se
consideraba la única superpotencia. Esto se transformó en una virulenta
ideología de "dominio de espectro completo" y -durante las últimas
tres décadas- en las guerras, implacables y criminales, de EE.UU. con operaciones
de cambios de régimen en todo el planeta, arrojando al mundo entero al caos.
La franca evaluación de Kissinger es un soplo de aire
fresco en medio de la autoestima rancia e imposiblemente arrogante de
demasiados políticos estadounidenses que ven a su nación como el único poder
incomparable que no tiene otros rivales.
El experimentado estadista, que tiene
96 años y conserva una perspicacia admirable para la política internacional,
finalizó sus comentarios en una nota optimista diciendo: "Estoy seguro de
que los líderes de ambos lados [EE.UU. y China] se darán cuenta del futuro y
que el mundo depende de que las dos partes encuentren soluciones y manejen las
inevitables dificultades".
Acertadamente, la advertencia de
Kissinger sobre el peligro de conflicto fue reiterada, por separado, por el
veterano periodista John Pilger que, esta semana, advirtió en una entrevista
exclusiva para la Fundación de Cultura Estratégica que presumía que "el
excepcionalismo estadounidense está llevando al mundo a la guerra".
Henry Kissinger es de hecho una figura
controvertida. Muchos académicos estadounidenses lo consideran uno de los
Secretarios de Estado más destacados durante el período posterior a la Segunda
Guerra Mundial. Sirvió en las administraciones de Nixon y Ford durante la
década de 1970 y luego escribió libros sobre geopolítica y relaciones
internacionales. En contra de eso, su reputación se vio gravemente empañada por
la guerra de los Estados Unidos en Vietnam y el terrible número de muertos
civiles por los implacables bombardeos aéreos en Indochina, que se cree que
fueron apoyados por Kissinger que, también, ha sido acusado de apoyar en 1973
el golpe militar en Chile contra el presidente electo Allende, y de respaldar
la 'guerra sucia' de los generales fascistas argentinos durante la década de
1970, contra trabajadores e izquierdistas.
Sin embargo, ara su crédito, Kissinger
fue y es un practicante de "realpolitik" que ve las relaciones
internacionales a través de una lente pragmática. Otro planificador estatal
realpolitik de Estados Unidos fue el fallecido Zbigniew Brzezinski, quien murió
en 2017 a la edad de 89 años. Ambos abogaron por una política de distensión con
la Unión Soviética y China.
La innovadora visita del presidente
Richard Nixon a China en 1972 se atribuye al consejo dado por Kissinger, quien
en ese momento era asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca. Ese mismo año, los EE.UU. y la Unión
Soviética firmaron el tratado de Misiles Anti-Balísticos (ABM); también, en el
lado estadounidense, bajo la dirección de Kissinger. Posteriormente, EE.UU. se
retiró del tratado en 2002, una medida que, hasta el presente, significó un
largo deterioro en las relaciones bilaterales entre EE.UU. y Rusia.
A pesar de todos sus defectos los asesores, como Kissinger
y Brzezinski, estaban motivados por políticas prácticas orientadas a objetivos
y siempre dispuestos a comprometerse, con los adversarios, para encontrar un
'modus vivendi', actitud que falta, con demasiada frecuencia, en las recientes
administraciones de Washington, que parecen guiarse por la ideología de dominio
unipolar de los EE.UU. sobre el resto del mundo. El consenso actual de
Washington es de 'irrealismo hiperrealista' y arrogancia, lo que lleva a una
mentalidad de antagonismo total hacia China y Rusia.
A veces, el presidente Donald Trump
parece suscribirse al pragmatismo realpolitik. En otras ocasiones, recurre a la
mentalidad hiperideológica expresada por su Vicepresidente Mike Pence, así como
por el Secretario de Estado Mike Pompeo y el Secretario de Defensa Mike Esper.
Este último ha calificado a China como la "mayor amenaza a largo
plazo" de los EE.UU.
El presidente Trump, esta semana,
promulgó la "Ley de Derechos Humanos y Democracia", que impondrá
sanciones a China por supuesta represión en su territorio de Hong Kong. Beijing
ha reaccionado furiosamente a la legislación, condenándola como una violación
de su soberanía. Esto es,
exactamente, el tipo de movimiento desalentador contra el que Kissinger
advierte para evitar un nuevo envenenamiento en las relaciones bilaterales -muy
tensas durante los últimos 16 meses de guerra comercial- entre EE.UU. y China.
Uno discierne la diferencia entre
Kissinger y los políticos estadounidenses más recientes: el primero tiene un
conocimiento histórico abundante y apreciación de otras culturas. Su sagacidad
astuta, tal vez incluso maquiavélica, es la que lleva a Kissinger a reconocer y
respetar los 'otros poderes' en un mundo complejo. Eso contrasta con la
banalidad e ignorancia puritanas manifestadas en la administración de Trump y
en el Congreso.
El pasado viernes 22 de noviembre,
durante una visita a Beijing, el presidente Xi Jinping saludó y le agradeció a
Kissinger su contribución histórica en la normalización de las relaciones entre
EE.UU. y China durante la década de 1970.
"En la actualidad, las relaciones
chino-estadounidenses se encuentran en una coyuntura crítica que enfrenta
algunas dificultades y desafíos", dijo Xi, pidiendo a los dos países que
profundicen la comunicación sobre cuestiones estratégicas. Exactamente el eco
de las opiniones reales que Kissinger había enunciado la semana anterior.
Mientras compartía un escenario público
con Kissinger, el líder chino agregó: “Las dos partes deben proceder de acuerdo
a los intereses fundamentales de los dos pueblos y las personas del mundo,
respetarse mutuamente, buscar puntos en común mientras se reservan las
diferencias, buscar resultados beneficiosos para todos, cooperando y
promoviendo vínculos bilaterales para desarrollarse en la dirección correcta
".
Asimismo y repetidamente, China y
Rusia, han pedido un orden mundial multipolar para la cooperación y la
asociación en el desarrollo. Los recientes y actuales gobiernos de los EE.UU.
se niegan a contemplar cualquier otro orden que no sea un supuesto dominio
unipolar. De ahí la continua lucha comercial con China y la implacable
demonización de Rusia por parte de Washington.
Este mantra ideológico
"excepcional" de los EE.UU. está generando más tensiones y, en última
instancia, es un camino hacia el abismo.
Henry Kissinger lo entiende. Es una pena que la actual cosecha de políticos y pensadores de los EE.UU. se encuentre tan empobrecida en su intelecto.
Imagen: El Mundo
Fuente: Strategic Culture Foundation