• 21 de noviembre de 2024, 6:46
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El alimento es bien social

Por Redacción IPS

Las metas políticas para encarar las cuestiones más sensibles de la vida de una comunidad, como son la alimentación, la indumentaria, el acceso al trabajo digno o a la vivienda, suelen tener un flanco muy débil ya desde los planteos iniciales.

En efecto: se confunde y se limita el papel del Estado en estas cuestiones a atender las necesidades de los excluidos por la economía de libre mercado. Es absolutamente cierto que ese universo social debe ser atendido de manera prioritaria y con especial cuidado. Pero no se trata de encargar al sector público que cubra las necesidades de los más perjudicados por el sistema, sino de diseñar e implementar los caminos para que deje de haber perjudicados.

No se trata, se reitera, de admitir que “las cosas son así” y que debe haber un aparato cada vez más grande, hasta ser gigantesco, que se encargue de recoger y cuidar los heridos y enterrar cristianamente a los muertos.

Para mostrar senderos más solventes, se elegirá una faceta que está presente día a día en cada casa de este país: la alimentación.


EL PUNTO DE PARTIDA

El escenario actual es de conocimiento público.

Hay una muy importante producción de materias primas y de alimentos terminados orientada centralmente a la exportación, que lateralmente atiende el mercado interno.

Hay una alta concentración en casi todas las industrias transformadoras del sector y una presencia muy relevante de un grupo hegemónico de comercializadoras minoristas en las grandes ciudades.

Hay, adicionalmente, una diseminación de pequeñas producciones primarias e industriales que, en parte, dependen de intermediarios para llegar al consumidor y en parte siguen las líneas de las empresas dominantes, integrándose al mercado, sin autonomía ni capacidad de confrontar.

Como contracara, hay una parte de la población argentina (algo más del 10%) que depende de la asistencia social para alimentarse; otra parte (un 30/40% adicional) para la que el costo de los alimentos representa una proporción cada vez mayor de sus ingresos; una tercera fracción que resulta espectadora de los intentos fracasados del Estado por atender a los más necesitados y por acotar los abusos de poder de las empresas dominantes.

La suma de ese escenario doloroso de describir es hoy la alimentación de los argentinos.


POR DÓNDE EMPEZAR


Creemos que hay 5 frentes para encarar tan compleja cuestión.


1. Estimular y fortalecer a los pequeños productores.

2. Aumentar el vínculo cercano entre productores pequeños y consumidores.

3. Mejorar sustancialmente la eficiencia de los sistemas de distribución y comercialización.

4. Elegir algunas cadenas productivas para modificar las relaciones entre eslabones.

5. Redefinir la estrategia de la asistencia alimentaria.


1 – LOS PEQUEÑOS PRODUCTORES


Como principio general estos actores deben poder trabajar con serenidad, disponiendo de los cuatro factores de producción: tierra, trabajo, capital y tecnología.

. La reclamada ley de acceso a la tierra, con créditos accesibles y de largo plazo, para comprar tierra de aptitud agrícola y ganadera, debe formar parte prioritaria de cualquier programa de gobierno.

. Se debe incursionar en la financiación de proyectos nuevos o en operación con aporte de capital transitorio, en lugar del préstamo convencional, con la recuperación del aporte de capital en plazos pautados.

Para implementar esto seguramente habrá que crear una figura extra bancaria: el fondo de inversión transitoria en agroindustrias (FITA). Este fondo permitirá aumentar capacidades seleccionadas producto por producto y región por región.

. Se debe constituir una mesa permanente de asistencia técnica a pequeños productores de alimentos, integrada por INTA, INTI y toda unidad provincial de investigación y desarrollo en el área.


2 – AUMENTAR EL VÍNCULO ENTRE PRODUCTORES PEQUEÑOS Y CONSUMIDORES


La figura utilizada hasta el momento es centralmente la feria, de frecuencia irregular, con venta directa a cargo de productores.

. Estas ferias deben ir progresivamente siendo reemplazadas por Mercados Populares, en que vendan solamente productores directos, dando prioridad a los productores de cercanía. Cada Municipio debe hacerse cargo de constituir un Ente Público Privado de administración del mercado, relevando al productor de vender en persona, a cambio de comisiones pequeñas definidas de antemano.

. La conexión entre productores y consumidores debe ir más allá del momento de la venta del producto final. Debe comenzar, en la medida de lo posible, en el momento de la siembra de las materias primas a utilizar luego como producto fresco o elaborado. Esto implica:

. El estímulo a la creación de Unidades Transitorias, donde un grupo de consumidores financia el cultivo de frutas u hortalizas; la producción de leche; de huevos; de pollos de campo; de otros animales menores. Los financistas se deberían cobrar luego en producto, con mecanismos pautados en cada UT.

. En la misma línea, el estímulo a la creación de UT de segundo nivel, donde la producción primaria no se vende, sino que se industrializa como servicio en un molino harinero o yerbatero, planta aceitera, láctea, o similares. De tal modo, el consumidor acompaña al productor desde la semilla hasta la mesa.

Cabe aclarar que estas ideas no son originales. Son de generalizada aplicación en el mundo central, sobre todo en Japón y los países angloparlantes.


3 – MEJORAR LA EFICIENCIA DE LA DISTRIBUCIÓN Y LA COMERCIALIZACIÓN

La situación en este frente es precaria.

Existen mercados de concentración en las grandes ciudades del país, donde una proporción alta de intermediarios vende productos frescos recibidos en consignación, con mecanismos de pago a los productores que incluyen liquidaciones opacas, con gastos no verificables con facilidad, en lo que constituye una situación de hecho de neo servidumbre.

Los minoristas que se abastecen allí, a su vez, existen en número desproporcionado, en buena medida a causa que el capital necesario para instalar un comercio de alimentos frescos es relativamente bajo y la experticia previa tiene un umbral modesto. La relación de consumidores por unidad comercial es muy baja, especialmente en los grandes aglomerados urbanos.

En las carnes, a su vez, por tratarse de la industria más vieja de la Argentina, aparecen allí los vicios más trillados e instalados en el comercio. La figura del matarife abastecedor habitualmente oculta formas de evasión que explican los frecuentes cambios de sociedades que administran los mataderos y todo lo que de ello se deriva, incluyendo los subproductos no comestibles y hasta la recuperación de los residuos del comercio minorista. Aquí la revisión y transformación debe ser paulatina pero plena. Es imposible asegurar equidad en esta actividad con tanta oscuridad operativa.

En cuanto a los productos elaborados, solo las empresas líderes tienen distribución directa a los comercios de cercanía. Para los demás productos, el sistema vigente obliga a agregar la figura del mayorista, al cual el comercio de proximidad debe recurrir para proveerse.

Todos los escenarios descritos no solo son ineficientes, agregando costos que inexorablemente castigan los bolsillos de los consumidores, sino que dan poder a intermediarios comerciales/financieros que toman beneficio de aquellos otros eslabones que son realmente necesarios en la cadena.

Aquí es necesario reconfigurar estos espacios rama por rama, involucrando de manera colaborativa a los productores en la distribución y comercialización de sus productos, dando forma así a nuevos actores de alcance provincial, que sustituyan progresivamente a los intermediarios tradicionales y constituyan el puente hacia los mercados de productores arriba mencionados.


4. ELEGIR CADENAS PRODUCTIVAS ESPECÍFICAS PARA MODIFICAR LA RELACIÓN DE PODER A SU INTERIOR.

Todo programa que busque alcanzar metas superadoras de carácter nacional en un tema tan sensible como la alimentación, debe acompañar los criterios y postulados básicos con acciones concretas que sirvan para fortalecer esos conceptos.

Hay una serie de ramas de las que pueden emerger soluciones diseminadas.

Tal el caso de:

. Banana.

. Frutos subtropicales.

. Acuicultura.

. Ganado caprino, lanar y llama.

. Legumbres


En las cinco áreas mencionadas el potencial de desarrollo es muy grande, con efectos económicos y nutricionales significativos para la población argentina.


5. REDEFINIR LA ESTRATEGIA DE ASISTENCIA ALIMENTARIA


Este flanco es el más relevante de una política alimentaria global.

Admitir la alimentación como una condición biológica elemental de supervivencia es un hecho obvio.

A la vez, entender que la economía de mercado convierte a la producción de alimentos en un negocio, donde algunos empresarios pueden poner en riesgo el acceso a estos bienes a consecuencia de buscar la mejora de su rentabilidad, agrega un componente crítico.

Finalmente, como derivado de un silogismo trágico, se debe advertir que si la alimentación depende de contar con capacidad de compra, esto deja en evidencia la posibilidad de hacer incompatible la necesidad biológica con el funcionamiento del mercado.

La indigencia, como realidad del tejido social, se ha buscado atenderla por una combinación de dos acciones:

. La generación de trabajo remunerado para esa fracción de la población.

. La distribución de alimentos a comedores comunitarios, a cargo del Estado u otras entidades sociales.

Nos permitimos señalar que de esta manera estamos naturalizando el funcionamiento de la economía de mercado tal cual la hemos descrito y nos estamos limitando a tratar de paliar sus efectos nocivos.

Sigue vigente así el axioma central: Para comer, se debe tener dinero. Quien no lo tiene, depende de la asistencia pública.

Creemos que el concepto básico debe dar un giro.

El trabajo para todos es una meta irrenunciable, pero con tiempos más dilatados que las necesidades biológicas.

Sumado a esa meta, debe establecerse el DERECHO A COMER.

Este derecho debe implementarse en un plano equivalente al derecho a educarse o el derecho a la salud, con los efectos inmediatos obvios que la condición humana requiere.

Eso significa la aplicación práctica de la siguiente secuencia:


1. Se define la dieta básica expresada en calorías diarias y porcentaje de proteínas, para cada franja etaria y de género.

2. Se calcula su costo promedio, que se debe actualizar mensualmente.

3. Quien no tiene medios para comprar su dieta, pide acceso a ella. Cuando recibe la habilitación, la entrega a un comedor comunitario.

4. Cada comedor administra la dieta de todos aquellos que la solicitaron.

5. El Estado verifica de manera permanente la relación entre dietas habilitadas y dietas suministradas.

6. Se promueve de manera permanente las alianzas entre comedores y productores, buscando la integración vertical y el aumento sistémico de la eficiencia general.

7. Todo el sistema de comedores comunitarios, incluyendo por supuesto el trabajo del personal que lo opera, tiene financiamiento público.

8. Para tal presupuesto, se establece una alícuota especial de IVA a las ventas de industrias alimenticias o comerciantes mayoristas o minoristas de alimentos que superen un cierto nivel de facturación, a determinar.

Del modo descrito se definen varios conceptos que han sido motivo de controversias no resueltas, por décadas.

a. Se establece el derecho a la alimentación básica.

b. Se considera que el instrumento institucional es una red de comedores comunitarios, para la cual se compromete financiación integral.

c. Se considera que las empresas hegemónicas en el sistema de producción, distribución y comercialización de alimentos deben contribuir a la financiación de la red de comedores.

Fuente: Instituto para la Producción Social

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