Murió Franco Macri, uno de los empresarios más importantes de los últimos 70 años de la Argentina, los mismos años que el gobierno que hoy preside su hijo dice que se deben cambiar. Porque la misma vida de Franco desmiente esa afirmación y también ayuda a entender cómo cambió lo que solemos denominar como oligarquía. Norberto Galasso, en su libro “Mauricio Macri. La vuelta al pasado” lo explica con mucha claridad.
Si restamos 70 años a 2019, nos da 1949, exactamente el año en que Franco llegó a la Argentina, un país entonces en plena expansión porque desde 1935 se había iniciado en el país un proceso de sustitución de importaciones como consecuencia de la crisis económica en Europa que se acentuó en los años siguientes por la reconversión industrial de esos países al borde de la guerra. Necesitaban fabricar armas, explosivos, obtener combustible, lo que pospuso la producción de tejidos y artículos de metalúrgica liviana. Esto permitió que los pequeños industriales locales pudieran confeccionarlos aquí.
Fue así que una pequeña empresa que producía máquinas amasadoras de pan se constituyera en la Siam Di Tellaque terminó fabricando heladeras, lavarropas, aspiradoras y hasta automóviles. Lo mismo sucedió con Marolio que acrecentó la producción de aceites o Grimoldi que creció en la confección de calzados. Durante el gobierno de Juan D. Perón, iniciado en 1946, se construyeron puertos, silos, edificios públicos, escuelas, facilitados por el crédito bancario oficial.
Cuando Franco llegó al país fue contratado por la Sociedad Anónima de Obras Públicas (SADOP) para participar en la construcción de Ciudad Evita. Poco después formó la Sociedad VIMAC con Juan Vivo, y tomaron varias obras importantes como subcontratistas, como el subte E, el cine Metro, obras del gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires y silos en el puerto de Mar del Plata. También obras privadas como construcción para Loma Negra de los Fortabat.
Poco después constituyó la sociedad DEMACO que, en acuerdo con la Fiat, construyó el puente entre Chaco y Corrientes sobre el río Paraná, el elevador de Ingeniero White, puertos, viviendas y más de tres mil kilómetros de caminos. Y entre 1963 y 1964 fundó IMPRESIT SIDECO. A 15 años de su llegada a la Argentina, Franco Macri contaba con un importante patrimonio que había logrado con su esfuerzo pero también con la ayuda de las políticas públicas que se aplicaron. En 1968 ganó la licitación para las obras de la Central Atómica Atucha I, y dos años después las obras del puerto y de la planta de Aluar en la Patagonia.
En la década del 70, Franco advirtió que los gobiernos que se alternaban daban más importancia a la clase agropecuaria en menosprecio de la industria, y también se dio cuenta de que ser una empresa de capital nacional era descalificatorio.
Con la dictadura de 1976, el ministro José Martínez de Hoz produjo una reconversión de la economía instalando un modelo antiindustrialista por otro de especulación financiera, colocando a la Argentina en una condición de país semicolonial sujeto a las normas del Fondo Monetario Interncional (FMI). Fue entonces cuando surgió un importante grupo de corporaciones aliadas con capitales extranjeros que fueron mirados con desconfianza por la vieja oligarquía de los Anchorena, los Álzaga Unzué, Quintana, Peralta Ramos, entre otros grandes ganaderos de la Pampa Húmeda proveedores de alimentos baratos para el imperio británico, en el viejo esquema de la división internacional del trabajo inaugurado por Bartolomé Mitre allá por la década de 1860.
La dictadura reemplazó un modelo semicolonial agropecuario por otro también semicolonial pero de especulación financiera, que significó el desplazamiento de las viejas familias patricias dueñas de la Argentina probritánica y puso en primer plano a empresarios desconocidos. Aparecieron entonces los nuevos dueños de la Argentina: Techint, Pérez Companc, Fortabat, Roggio, Pescarmona, Bulgheroni, Arcos, Ledesma y el grupo Macri, que para entonces había fundado el consorcio de empresas que denominó SOCMA.
Franco Macri, que en 1973 tenia 7 empresas, al final de la dictadura contaba con 47, entre ellas la automotriz Sevel Argentina, la constructora Sideco Americana, la financiera SOCMA, la recolectora de residuos Manliba, la electrónica ITRON, la aseguradora Solvencia de Seguros, la inmobilliaria Prourban, la empresa de instalaciones mecánicas IECSA y la petrolera PERFORMAR. Lo mismo sucedió con otras empresas. Pérez Companc tenía 12 empresas en 1976, y en 1983 sumaba 48. Techint de 30 pasó a 46 sociedades. Fortabat de 4 llegó a 41.
Estas empresas no actuaron como una burguesía nacional, no reinvirtieron para competir en el mercado interno y no acumularon capital para producir un desarrollo industrial soberano. Se transnacionalizaron con capitales extranjeros y promovieron una política económica de bajo costo argentino centrada en la exportación. Una burguesía transnacionalizada que desprecia el proteccionismo y asume las mismas concepciones liberales de la vieja oligarquía. Dependen del imperialismo para proveerse de materias primas, combustibles, equipos y maquinarias y, en su afán de enriquecerse rápido, no aportan a empresas económicas de largo alcance como la industria pesada.
Esto explica el rechazo de la política de altos salarios internos que llevan al consumo, y la preferencia por los salarios bajos que permiten competir en el mercado mundial aunque eso implique el hambre de la población local, y la opción por depositar divisas en bancos fuera del país en vez de desarrollar una estructura bancaria nacional que sustente sus inversiones.
A fines de la dictadura, el presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, instauró el sistema de seguros de cambio por el cual se estatizó la deuda privada de un conjunto de empresas nativas y extranjeras. De esta manera, todos los argentinos pagamos los 180 millones de dólares que el grupo Macri adeudaba en el exterior, entre otras deudas de otras empresas.
Ahora se entiende por qué ya no se puede hablar de la oligarquía en referencia a las viejas familias patricias ligadas al imperio británico, y también se comprende por qué el gobierno actual apuesta a la especulación financiera, a la reducción del mercado interno con bajos salarios y al cierres de pymes. Y también responde al latiguillo que el actual gobierno repite sobre los últimos 70 años que habría que cambiar. Si los miramos desde la realidad del pueblo trabajador, habría que restarle unos 25 años aproximadamente, que fueron los de los gobiernos nacionales y populares que permitieron vivir bien al pueblo y no le impidieron a Franco Macri acumular su riqueza.
Fuente:
- Galasso, Norberto. Mauricio Macri. La vuelta al pasado. Editorial Colihue. Bs. As. 2015.