• 21 de noviembre de 2024, 6:41
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Contingencia, sorpresa y reconfiguración

Por Jorge Elbaum*

                                                                                              Apuntes de sociología militante


La demanda de un sector de la sociedad, respecto a la candidatura presidencial de CFK se vio parcialmente frustrada al escuchar el video de la ex presidenta difundido a las 5 de la madrugada del último sábado.

Otro sector de la sociedad, aquel que acusa al peronismo de ser el responsable de todos los males de la historia política argentina, intentó reconvertir su sorpresa inicial en múltiples formas explicativas de índole refractarias. La mayoría de las mismas remitieron a una paranoia propia, ajena a los motivos reales de dicha decisión. Paradójicamente, ninguno de sus voceros intentó siquiera verbalizar razones ligadas a la política. Ni, obviamente,  ligados a alguna forma de generosidad supeditada a la recuperación del poder del Estado al servicio de las grandes mayorías. Nadie puso en letras de molde la evidente intencionalidad manifiesta de derrotar a la derecha oligárquica como disparador central de la decisión.

Si bien este aglomerado de estas últimas voluntades sufrió el asombro como un cimbronazo, solo tardaron 24 horas en disimular lo obvio. Que Alberto Fernández alcanzaba actores colectivos “silvestres” y del pan-peronismo que CFK percibía como vedados. Este es el marco real de un renunciamiento cronológico: la ex presidenta es un(a) animal políticx. Sus acciones hablan desde con un presente historizable y de una continuidad política instalada en el tablero de fuerzas electorales y de poder.

Maquiavelo, fundador de las Ciencias Políticas, subrayó que la gestión del Estado es configurada por actores que no manejan las condiciones en las que tiene que modelar sus disposiciones. Esto supone afirmar que las jugadas del establishment –sea en este caso el control mediático, el endeudamiento, o la coacción ejercida sobre los jueces-- instituye un campo minado que debe ser eludido con contingencia y creatividad.

Su decisión interpela las formas consuetudinarias del ejercicio de poder en Argentina. Perón no delegó el poder en Cámpora. Este último tuvo que presentarse dada la proscripción sufrida por el líder exiliado en España.

CFK está pensando prospectivamente. Piensa en el enfrentamiento estratégico. No sólo en los próximo años. No aparece atravesada por cotidianidades obnubilándoles de veleidades. Pretende superar la etapa neoliberal. Quiere ganar las elecciones para instalar la agenda de otras discusiones. Y supone, con acierto indudable, que Alberto Fernández ensancha esa posibilidad hacia los costados algo contaminados por la inoculación del odio.

Al día de hoy, faltando un poco más de 5 meses para las elecciones, existe un tercer conjunto de ciudadanos que no se han inserto como actores dentro del escenario electoral. Un gran parte de éstos son —por ahora— funcionales a los efectos que el odio inoculado ha logrado penetrar en el tejido social denominado como “la grieta”. Y han sido total o parcialmente cooptados por la necesidad de superarla por una avenida del medio (hoy) ofrecida por la alianza tentativa de un peronismo federal, el socialismo santafecino, el radicalismo (de los grupos que propugnan pro-fugarse del PRO en la próxima Convención partidaria) y/o las huestes devaluadas de quienes siguieron alguna vez a Stolbizer. En el interior de este conglomerado –pero sobre todo entre sus potenciales votantes-- Alberto Fernández aparece como menos refractario que CFK. La particularidad e importancia de este segmento es que aparecen como los encargados de definir las próximas elecciones. Ocasionalmente en primera vuelta –si se constituye el pan-peronismo, pero sobre todo en un potencial ballotage.

Lo que está en juego no es una nominación particular (nombres propios) sino el hundimiento definitivo del país a manos de la lógica corporativa o se recuperación dentro de la senda del desarrollo nacional. Esto último significa el enfrentamiento a la lógica del aumento de la precariedad laboral, al deterioro de las pensiones y jubilaciones y a la pérdida creciente de soberanía nacional a manos de las trasnacionales mineras, cerealeras, tariferas (por servicios públicos ligados al propio Macri) y financieras. 

En esta evidencia fáctica se encuentra la llave interpretativa de una decisión política que será recordada más allá de su resultado electoral en octubre próximo. La tradición dialoguista de un histórico operador/componedor (Alberto Fernández) será una herramienta imprescindible en el tendido de puentes necesarios para lo que sin duda será un gobierno de transición. Lapso estrecho que –en el caso de darse-- permitirá transitar por el desfiladero oscuro impuesto por un endeudamiento sin precedentes. Otra vez, como en otras oportunidades precedentes (Braden o Perón / dictadura versus democracia) se planteará estructuralmente la contradicción fundamental del país: Oligarquía versus Pueblo desde el control del Estado.

El neoliberalismo se impuso en forma global en la Argentina, en la década del ´70 del siglo pasado. Lleva 50 años de existencia protagónica o en función opositora. Se impuso con las políticas de Martínez de Hoz, durante la última dictadura genocida, en la última parte del gobierno de Alfonsín (cuando decidieron no seguir los consejos del ministro de Bernardo Grinspun), durante el menemato y en la actualidad macrista. Sólo durante los años posteriores a la crisis del 2001 sumados a los 12 años de gobierno de los Kirchner y el periodo inicial de Alfonsín fueron ajenos a esta pandemia destructiva. En esos 16 años (en ese lapso de medio siglo) se pudo lograr una inscripción soberana a los poderes fácticos, expresados por la alianzas de las oligarquías locales, siempre protegidas por la embajada de Estados Unidos, el FMI y las corporaciones trasnacionales.

Solo durante esos 16 años se privilegió el mercado interno por sobre la lógica especulativa. Solo un tercio de este lapso de medio siglo se utilizó para privilegiar el trabajo argentino por sobre el rentismo importador. La prevalencia de este modelo extranjerizadores quebraron las redes sociales y culturales de la nación, tensando el minado campo electoral del presente.

Todo lo que supone ensanchar el músculo del campo popular debe ser bienvenido. Por el contrario, todo aquello que implica abroquelarse en el testimonialismo testimonial contribuye a la continuidad del macrismo expoliador. La tarea militante de quienes privilegian la Patria por sobre el capricho del subjetivismo aislacionista es la construcción de la unidad más amplia posible para cercar a quienes han utilizado los medios, los jueces y los servicios de inteligencia para instituir odio al interior de las propias víctimas de las políticas neoliberales.

En política existen muchos pecados posibles. Pero el único imperdonable es la ingenuidad.


Sociólogo. Director del Centro Latinoamericano de Estudios Estratégicos. Periodista. Escritor.  

Imagen tomada del  https://conlagentenoticias.com/negri-cristina-se-corrio-al-asiento-del-copiloto/



Fuente: Liliana López Foresi

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