La demanda de un sector de la
sociedad, respecto a la candidatura presidencial de CFK se vio parcialmente
frustrada al escuchar el video de la ex presidenta difundido a las 5 de la
madrugada del último sábado.
Otro sector de la sociedad, aquel
que acusa al peronismo de ser el responsable de todos los males de la historia
política argentina, intentó reconvertir su sorpresa inicial en múltiples formas
explicativas de índole refractarias. La mayoría de las mismas remitieron a una paranoia
propia, ajena a los motivos reales de dicha decisión. Paradójicamente, ninguno
de sus voceros intentó siquiera verbalizar razones ligadas a la política. Ni,
obviamente, ligados a alguna forma de
generosidad supeditada a la recuperación del poder del Estado al servicio de
las grandes mayorías. Nadie puso en letras de molde la evidente intencionalidad
manifiesta de derrotar a la derecha oligárquica como disparador central de la
decisión.
Si bien este aglomerado de estas
últimas voluntades sufrió el asombro como un cimbronazo, solo tardaron 24 horas
en disimular lo obvio. Que Alberto Fernández alcanzaba actores colectivos
“silvestres” y del pan-peronismo que CFK percibía como vedados. Este es el
marco real de un renunciamiento cronológico: la ex presidenta es un(a) animal
políticx. Sus acciones hablan desde con un presente historizable y de una
continuidad política instalada en el tablero de fuerzas electorales y de poder.
Maquiavelo, fundador de las
Ciencias Políticas, subrayó que la gestión del Estado es configurada por
actores que no manejan las condiciones en las que tiene que modelar sus
disposiciones. Esto supone afirmar que las jugadas del establishment –sea en
este caso el control mediático, el endeudamiento, o la coacción ejercida sobre
los jueces-- instituye un campo minado que debe ser eludido con contingencia y
creatividad.
Su decisión interpela las formas
consuetudinarias del ejercicio de poder en Argentina. Perón no delegó el poder
en Cámpora. Este último tuvo que presentarse dada la proscripción sufrida por
el líder exiliado en España.
CFK está pensando
prospectivamente. Piensa en el enfrentamiento estratégico. No sólo en los
próximo años. No aparece atravesada por cotidianidades obnubilándoles de
veleidades. Pretende superar la etapa neoliberal. Quiere ganar las elecciones
para instalar la agenda de otras discusiones. Y supone, con acierto indudable,
que Alberto Fernández ensancha esa posibilidad hacia los costados algo
contaminados por la inoculación del odio.
Al día de hoy, faltando un poco más
de 5 meses para las elecciones, existe un tercer conjunto de ciudadanos que no se
han inserto como actores dentro del escenario electoral. Un gran parte de éstos
son —por ahora— funcionales a los efectos que el odio inoculado ha logrado
penetrar en el tejido social denominado como “la grieta”. Y han sido total o
parcialmente cooptados por la necesidad de superarla por una avenida del medio (hoy)
ofrecida por la alianza tentativa de un peronismo federal, el socialismo
santafecino, el radicalismo (de los grupos que propugnan pro-fugarse del PRO en
la próxima Convención partidaria) y/o las huestes devaluadas de quienes
siguieron alguna vez a Stolbizer. En el interior de este conglomerado –pero
sobre todo entre sus potenciales votantes-- Alberto Fernández aparece como
menos refractario que CFK. La particularidad e importancia de este segmento es
que aparecen como los encargados de definir las próximas elecciones.
Ocasionalmente en primera vuelta –si se constituye el pan-peronismo, pero sobre
todo en un potencial ballotage.
Lo que está en juego no es una
nominación particular (nombres propios) sino el hundimiento definitivo del país
a manos de la lógica corporativa o se recuperación dentro de la senda del
desarrollo nacional. Esto último significa el enfrentamiento a la lógica del aumento
de la precariedad laboral, al deterioro de las pensiones y jubilaciones y a la
pérdida creciente de soberanía nacional a manos de las trasnacionales mineras,
cerealeras, tariferas (por servicios públicos ligados al propio Macri) y
financieras.
En esta evidencia fáctica se
encuentra la llave interpretativa de una decisión política que será recordada
más allá de su resultado electoral en octubre próximo. La tradición dialoguista
de un histórico operador/componedor (Alberto Fernández) será una herramienta
imprescindible en el tendido de puentes necesarios para lo que sin duda será un
gobierno de transición. Lapso estrecho que –en el caso de darse-- permitirá
transitar por el desfiladero oscuro impuesto por un endeudamiento sin
precedentes. Otra vez, como en otras oportunidades precedentes (Braden o Perón
/ dictadura versus democracia) se planteará estructuralmente la contradicción
fundamental del país: Oligarquía versus Pueblo desde el control del Estado.
El neoliberalismo se impuso en
forma global en la Argentina, en la década del ´70 del siglo pasado. Lleva 50
años de existencia protagónica o en función opositora. Se impuso con las
políticas de Martínez de Hoz, durante la última dictadura genocida, en la
última parte del gobierno de Alfonsín (cuando decidieron no seguir los consejos
del ministro de Bernardo Grinspun), durante el menemato y en la actualidad macrista.
Sólo durante los años posteriores a la crisis del 2001 sumados a los 12 años de
gobierno de los Kirchner y el periodo inicial de Alfonsín fueron ajenos a esta
pandemia destructiva. En esos 16 años (en ese lapso de medio siglo) se pudo
lograr una inscripción soberana a los poderes fácticos, expresados por la
alianzas de las oligarquías locales, siempre protegidas por la embajada de
Estados Unidos, el FMI y las corporaciones trasnacionales.
Solo durante esos 16 años se
privilegió el mercado interno por sobre la lógica especulativa. Solo un tercio
de este lapso de medio siglo se utilizó para privilegiar el trabajo argentino
por sobre el rentismo importador. La prevalencia de este modelo extranjerizadores
quebraron las redes sociales y culturales de la nación, tensando el minado
campo electoral del presente.
Todo lo que supone ensanchar el músculo
del campo popular debe ser bienvenido. Por el contrario, todo aquello que
implica abroquelarse en el testimonialismo testimonial contribuye a la
continuidad del macrismo expoliador. La tarea militante de quienes privilegian
la Patria por sobre el capricho del subjetivismo aislacionista es la
construcción de la unidad más amplia posible para cercar a quienes han
utilizado los medios, los jueces y los servicios de inteligencia para instituir
odio al interior de las propias víctimas de las políticas neoliberales.
En política existen muchos pecados posibles. Pero el único imperdonable es la ingenuidad.
* Sociólogo. Director del Centro Latinoamericano de Estudios Estratégicos. Periodista. Escritor.
Imagen tomada del https://conlagentenoticias.com/negri-cristina-se-corrio-al-asiento-del-copiloto/