Venezuela y América Latina se han configurado por unas
semanas en el centro de la información mundial Caracas por ser la capital del
Estados que más preocupación le genera a Estados Unidos, y el resto de los
países por la presión que están ejerciendo o soportando para generar acciones
diplomáticas y militares capaces de vender la resistencia del chavismo.
Una de las características más llamativas de los abordajes
comunicaciones sobre el caso Venezuela ha sido su desgajamiento de la historia
previa que lo antecede y los datos estructurales que le dan densidad
geopolítica. Ese silencio no es ingenuo ni se debe al desconocimiento o a la
imposibilidad de acceder a las fuentes. Se trata de un borramiento
imprescindible para desconectar los actos. Para impedir la concatenación lógica
entre los procesos. Para eludir las relaciones de causa-efecto de las
relaciones internacionales.
La animadversión de Estados Unidos contra Venezuela se
inició con las nacionalizaciones decididas por el chavismo a inicios del siglo
XXI. A ningunos de las dictaduras latinoamericanas de los años ´80, ni siquiera
a aquellas que produjeron genocidios, Washington tendió a desconocer. De hecho,
en la actualidad, existen socios estatales, como el caso de las monarquías
absolutas de la península arábiga que son administradas por gobiernos que nunca
hicieron elecciones en su historia y que sus principados no son desconocidos
por EE. UU. Más aún: existen otro conjunto de países que disponen de modelos de
condición de Partido Único, como los casos de China o Vietnam que tampoco son
desafiados o amenazados de invasión. Se
por asociación política –como Arabia Saudita—o por poderío bélico (China), no
son atacados con tanta intensidad como el gobierno de Maduro.
En síntesis: el problema que aducen los demócratas no es precisamente la lógica electoral sino –sobre todo—la debilidad o fortaleza de gobierno que se busca voltear (el de Maduro en este caso) y los recursos que quedarían disponibles en el caso de que eso ocurra. Las reservas probadas de petróleo distribuidas por países muestran que Venezuela dispone del primer lugar en el ranking. Esos recursos eran de libre disponibilidad para las empresas estadounidenses hasta la llegada de Chávez. Más aún: el precio del crudo venezolano era el más económico –de todos los que podía adquirir EE. UU.-- dado que era el más cercano y los buques de traslado, por lo tanto, cobraban fletes menos onerosos. El crudo importado por EE. UU. de Medio Oriente se encarece un 15 por ciento en relación al proveniente de la cuenca del caribe. E incrementa aún más su costo si debe transitar por aguas rodeadas de conflictos, como el caso de las últimas décadas del oriente próximo.
Venezuela y América Latina se han configurado por unas
semanas en el centro de la información mundial Caracas por ser la capital del
Estados que más preocupación le genera a Estados Unidos, y el resto de los
países por la presión que están ejerciendo o soportando para generar acciones
diplomáticas y militares capaces de vender la resistencia del chavismo.
Una de las características más llamativas de los abordajes
comunicaciones sobre el caso Venezuela ha sido su desgajamiento de la historia
previa que lo antecede y los datos estructurales que le dan densidad
geopolítica. Ese silencio no es ingenuo ni se debe al desconocimiento o a la
imposibilidad de acceder a las fuentes. Se trata de un borramiento
imprescindible para desconectar los actos. Para impedir la concatenación lógica
entre los procesos. Para eludir las relaciones de causa-efecto de las
relaciones internacionales.
La animadversión de Estados Unidos contra Venezuela se
inició con las nacionalizaciones decididas por el chavismo a inicios del siglo
XXI. A ningunos de las dictaduras latinoamericanas de los años ´80, ni siquiera
a aquellas que produjeron genocidios, Washington tendió a desconocer. De hecho,
en la actualidad, existen socios estatales, como el caso de las monarquías
absolutas de la península arábiga que son administradas por gobiernos que nunca
hicieron elecciones en su historia y que sus principados no son desconocidos
por EE. UU. Más aún: existen otro conjunto de países que disponen de modelos de
condición de Partido Único, como los casos de China o Vietnam que tampoco son
desafiados o amenazados de invasión. Se
por asociación política –como Arabia Saudita—o por poderío bélico (China), no
son atacados con tanta intensidad como el gobierno de Maduro.
En síntesis: el problema que aducen los demócratas no es
precisamente la lógica electoral sino –sobre todo—la debilidad o fortaleza de
gobierno que se busca voltear (el de Maduro en este caso) y los recursos que
quedarían disponibles en el caso de que eso ocurra. Las reservas probadas de petróleo
distribuidas por países muestran que Venezuela dispone del primer lugar en el
ranking. Esos recursos eran de libre disponibilidad para las empresas
estadounidenses hasta la llegada de Chávez. Más aún: el precio del crudo
venezolano era el más económico –de todos los que podía adquirir EE. UU.-- dado
que era el más cercano y los buques de traslado, por lo tanto, cobraban fletes
menos onerosos. El crudo importado por EE. UU. de Medio Oriente se encarece un
15 por ciento en relación al proveniente de la cuenca del caribe. E incrementa aún
más su costo si debe transitar por aguas rodeadas de conflictos, como el caso
de las últimas décadas del oriente próximo.
El otro aspecto de la historia, que diariamente se oculta
detrás de los datos manipulados del presente es la continua práctica
injerencista del Departamento de Estado en nuestro subcontinente. Un racconto
somero muestra la invasión de EE. UU. A México en 1846, a partir de la cual
ocupó la mitad del entonces territorio mexicano, Texas y California entre
ellos, la zona de más abundante existencia de petróleo de la actual geografía e
EE. UU. A fin del siglo XIX ocupó Cuba y
hasta el día de hoy permanece en esa isla con una base militar conocida como
Guantánamo. En 1903 genera una
fragmentación del territorio colombiano (imponiendo la independencia de Panamá)
con la única intención de garantizarse el control del Canal y el comercio entre
el Atlántico y el Pacífico. En 1954 impulsa un golpe contra el presidente
guatemalteco Jacobo Árbenz para impedir su iniciada reforma agraria y la
nacionalización de las empresas, muchas de ellas controladas por EE. UU. En
1961 la CIA, con el apoyo del presidente Kennedy organiza la invasión de Bahía
de los Cochinos, desembarcando en Playa Girón. Son derrotados, 100 de los
invasores mueren y 1200 son apresados. En 1964 promueven un golpe de Estado
contra el presidente constitucional João Goulart, evitando la reforma agraria y
sosteniendo a los golpistas hasta la década de los años ´80. En los años ´70:
Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil son parte del Plan Cóndor diseñado
por el comando sur del pentágono a fines de los años ‘60. Durante los años ´80 el gobierno de Reagan
financia a los "contras" nicaragüenses utilizando dinero proveniente
de la venta de armas a Irán, que se encontraba en guerra con Irak. En 1983
invaden la isla caribeña de Granada cuyo gobierno había decidido aliarse a
Cuba. En 1989 invaden Panamá con el pretexto del quitar del gobierno a un
militar que ellos habían previamente impuesto: Noriega. El objetivo era
recuperar la hegemonía de so negocios dentro del canal que la mafia de Noriega
les había birlado. En 2002 el presidente venezolano Hugo Chávez es derrocado
por dos días con apoyo de la CIA. En 2009 el primer mandatario hondureño Manuel
Zelaya es derrocado por fuerzas militares entrenadas por Estados Unidos.
Estados Unidos considera a América Latina su patio trasero y
ha instituido esta conceptualización con el nombre de “Doctrina Monroe”.
Consideran que este territorio les pertenece en términos geopolíticos. Y que su
seguridad se resquebraja sino tienen el control total de ese territorio.
Esta es la historia velada que no se convoca para analizar
el caso actual de Venezuela. Y es justamente lo que explica el conflicto. Los datos estructurales y los cronológicos.
Sin ambos, la situación solo tiene nombres propios. Y confusión dispuesta para
engañar, tergiversar y –sobre todo— confundir. Lo que está en juego es la
soberanía de América Latina. No sólo la de Venezuela.