(Inducir, inclinar, persuadir y convencer para recuperar la Patria)
La campaña electoral de 2019 ya se inició. Aunque Cristina
aún no se haya decidido a competir y Macri esté convencido de poder renovar
este vaciamiento sistémico de la soberanía nacional, el activismo y la
militancia tienen una fecha tatuada en lo ojos: el 27 de octubre.
Ese día es el aniversario del fallecimiento de Néstor
Kirchner. Y será la jornada en que le pueblo argentino tenga la oportunidad de
recuperar el gobierno para ponerlo a disposición de los intereses nacionales.
Quedan diez meses para ese evento. Y cientos de miles de
compañerxs debaten cómo contribuir a esa victoria frente al coloniaje y la
antipatria. Para lograr ese objetivo,
una de las primeras asunciones es saber que no se gana convenciendo a los
propios. Ni se logran ventajas intentando persuadir a los militantes macristas
ni a los illuminati del núcleo duro del
trotskismo local.
El perfil de votantes de la Argentina se divide en tres
tercios: el momento histórico en que el nacionalismo popular consiguió más
sufragios en la historia electoral argentina fue la elección de Perón en 1973.
En aquel momento alcanzó el 63 por ciento y sus oponentes el 37 restante. Esa
ecuación, más la totalidad de las elecciones posteriores desde 1983 en adelante
indican que hay un núcleo duro de voto anti popular con un mínimo continente de
infantilismo izquierdista. Esa masa de votos se encuentra anclada en el tercio
del lectorado y es el hueso más duro de roer en términos de persuasión. Sin
embargo hay muchas cosas que se pueden hacer con ese agrupamiento, más allá de
que no sea el colectivo prioritario a ser abordado.
Existe también un sector más o menos fidelizado. Grupos de
afinidad política e ideológica que son abiertos al discurso del Proyecto
Nacional y/o que se sienten en las antípodas del modelo de la derecha
neoliberal argentina. A este último grupo hay que empoderarlo, darle confianza,
movilizarlo, hacerle sentir que existe una esperanza más allá de esta noche
neocolonial.
Pero el agrupamiento más relevante a la hora de ganar las
elecciones es sin duda el tercer tercio. El agrupamiento de aquellos que no se
sienten identificados con ninguna trayectoria política y que votan por
intuición, impulsados por “oleajes simbólicos del momento”. Ese grupo fue el
encargado de darle el triunfo a Macri en 2015 bajo la esperanza de un cambio
positivo en relación con su esquema de vida previo. Las características
genéricas de este colectivo en disputa son:
·
Tiene niveles del politización bajo o nulo
·
Repele la discursividad política basada en
análisis comparativos de proyectos ideológicos.
·
Desconfía de los políticos a los que homogeneiza
como parte de un sistema corrupto e indiferenciado
·
No divisa la grieta histórica entre Patria y
Colonia
·
Es en promedio más apático que el resto de los
conglomerados de votantes en términos de concurrir a las urnas: al interior de
este tercio se encentra gran parte de quienes se abstienen, votan en blanco o
anulan su voto.
·
Son portadores de un voto menos politizado y más
condicionado por los discursos mediáticos
·
No logran relacionar causalmente una situación
económica desfavorable con las decisiones políticas instauradas por los
gobiernos.
·
Son más influenciable –que el promedio
nacional—a las operaciones de prensa previas a los actos eleccionarios.
Frente
a estas características, los militantes populares deben saber que ese conjunto
puede abordarse desde específicas condiciones de persuasión:
·
Toda actitud soberbia y/o “bajada de línea
explicativa” que se pretenda ejercer sobre este grupo será percibida como un
intento de manipulación que terminará siendo refractaria a la posibilidad de
convencimiento: es más importante escuchar que apostrofar. El sólo hecho de
escuchar a un integrante de este colectivo es percibido como un mensaje
político valioso que permite limitar resquemores y establecer plataformas de
diálogo más exitosas.
·
Al ser este grupo el que más está pendiente de
situaciones táctico-personales (desgajadas de las políticas que las producen),
es clave ayudar a ligar ambos procesos sin que se perciba como una búsqueda de obtener
un voto. En estos casos es más fácil lograr que se castigue a quien gobierna
que a obtener un voto orientado hacia el caudal nacional y popular. Un voto
perdido de la derecha debe ser entendido como una ventaja propia.
·
Hablar sobre el pasado es contraproducente. La
historia no suele ser asociada a una relación de causalidad. Sólo aparece como
prioritariamente válido hablar del futuro, de las posibilidades y esperanzas
que se abren con un nuevo gobierno. La relación del presente con el porvenir es
la línea temporal que más los motiva.
·
En el caso de recriminaciones sobre errores
cometido en el pasado por los gobiernos populares es imprescindible aceptarlos
en el paradigma de que todos los que hacen se equivocan y que los errores
pasados no se volverán a cometer en el futuro. La clausura para alojar la
crítica es percibida como una constatación de cerrazón que puede ser castigada
con el voto: gran parte de los integrante de este grupo exigen interactuar con
militantes flexibles, abiertos, que no estén cerrados a los aportes, consejos y
sugerencias. Necesitan ser escuchados y
no apostrofados o recriminados en su ignorancia.
·
Los caminos de llegada a este conjunto son
prioritariamente personalizados. Pero en forma concomitante debe ser abordado a través de sus
interacciones más frecuentes. Si es un sujeto imbuido en redes sociales es
imprescindible detectar sus gustos/disgustos y “tirar” de esas particularidades
para hacer foco en sus preocupaciones y no en las que el militantes descolgado
considera prioritarias. Ejemplo: Si tiene problemas para el pago del gas hay
que postular la recuperación a futuro de los subsidios para que se reduzcan las
tarifas. si es sensible al maltrato animal hay que poner evidencia que se han
reducido los programas de educación y sensibilización sobre esa temática para
orientar esos recursos al pago de la deuda. Siempre hay que partir de la
demanda: de las necesidades sensibilizadas del receptor.
·
El nivel de permeabilidad de la interacción con
el futuro votante se viabiliza en el vínculo: los objetivos se deben ir
construyendo paulatinamente: Se puede lograr que dude, que castigue, que
suscriba a una propuesta propia o que se embandere. Pero eso no se postula
a-priori sino que se va construyendo en la interacción. Cada sujeto tiene un
máximo de “estiramiento” posible de acuerdo con sus nudos biográficos y sus
antipatías (u odios) instalados. Detectar esa flexibilidades parte del logro
posible de la persuasión.
Existen formas de interacción más eficaces de acuerdo con quiénes son los interlocutores. No a todxs se les puede hablar del mismo modo ni de las misas cosas. Las sensibilidades y los intereses son diversos. Poder conocer y distinguir la diferencia de esos perfiles --y los intersticios que habitan en cada uno de ellos-- es parte imprescindible de lo que se viene.
* Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).