25 de noviembre: Día internacional de lucha contra la violencia hacia las mujeres
Hoy se recuerda el triple asesinato las
hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, Las tres fueron brutalmente
asesinadas en 1960 por el régimen del dictador Rafael Leónicas Trujillo en
República Dominicana.
¿Qué dice una fecha? Subraya que somos
nosotros, los varones, los victimarios. El día, la conmemoración luctuosa habla
de varones tocándole el culo a las mujeres en los colectivos. Murmura piropos
agresivos en las calles. Estipula el miedo de millones de compañeras
perseguidas por la prepotencia cobarde de quienes disfrutan perversamente de
infundir terror callejero.
Habla de vínculos violentos hogareños, de
abusos silenciados, de vergüenzas ocultadas por la censura familiar.
Estipula que el 97 por ciento de las veces
las víctimas “del hogar” son mujeres y niñxs y que --empecinadamente— el
victimario es únicamente el varón.
Pronuncia las cadenas de una cultura
incorporada, hecha cuerpo, donde la mujer asume el lugar de una propiedad
manoseable, usable, descartable a la que puede encerrarse, insultarse,
extorsionarse económicamente, inferiorizarse y
golpearse.
Una cosmovisión que instituye una conjunto
de prácticas que concluye en el obligatoriedad de la mujer a la
responsabilidades del cuidado, las tareas hogareñas y el concomitante
enclaustramiento en la vida privada.
Que difunde una pseudo comicidad instituyente
que arraiga etiquetas y ridiculiza al mundo femenino encajonándolas en
submundos de la debilidad mental, la emocionalidad infantil, la brujildidad
perversa, la lingüística bífida.
Habla de la violencia económica
cariocinética, que se ejerce en el hogar, en el control de los ingresos y gastos
familiares y que se extiende al mercado laboral con diferencias salariales pro
igual trabajo.
Habla también del desprecio sistemático de
los múltiples feminismos. De sus históricas herramientas –desarrolladas bajo
presión y pesecusión brutal-- de emancipación humana, cuya irrupción no solo
postularon la equidad de género sino que permiten la mejora social del
colectivo humano.
Ya no podemos hacernos los imbéciles,
caricaturizando sus sufrimiento, sus luchas y sus conquistas.
Ellas están acá. Ya no son invisibles. Y
aunque las sigan matando acá y en todo el mundo, nos mostrarán --con sus llagas
y sus moretones-- que no se van a callar nunca más. Deberá ser la hora de ir
abandonando la indiferencia, el privilegio y el Parnaso de la complicidad.
Llegará la hora –más temprano que tarde--
de asumirnos como compañeros de una lucha que exige superar la postergación de
aquellas que han sido postergadas durante milenios. Revolución que también nos
liberará a los varones de continuar siendo los socios oscuros de una
victimización serial
Habrá, con esfuerzo, que desaprender la
masculinidad que nos impusieron. Habrá que desprenderse de los hábitos sádicos
que nos han inculcados sobre los que se monta una pretendida masculinidad
legítima, definida a partir del control y el sometimiento a otrxs.
Parece no haber más lugar para el silencio. Nuestra indignación tiene que instalar nuevas formas de la masculinidad. No todos se dan por aludidos: las siguen abusando, acosando, limitando, violando. Las siguen atemorizando, las siguen asesinando, las siguen encerrando. Y nosotros sin indignarnos, sin iniciar las batallas necesarias para que este genocidio por goteo finalice de una vez por todas. Deberá llegar el momento en quienes tengan miedo sean los portadores de esas viejas masculinidades que se regodean en el daño. Algo vamos a tener que hacer.