• 29 de marzo de 2024, 7:27
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Vacunagate

Por Eduardo de la Serna*

Ya se ha comentado la actitud de ciertos eclesiásticos de aprovechar su situación de poder para acceder a la vacuna contra el Covid-19. Es evidente que se mezclan una serie de elementos que no se pueden olvidar. Las vacunas llegan muy limitadamente, lo que es sensato en una pandemia. En poco tiempo se espera que haya suficientes para toda la población mundial, lo que es – sin duda alguna – imposible. A eso ha de sumarse, en muchos casos, el hastío, y – peor aún – el temor. Especialmente cuando se ve o conoce gente cada vez más cercana que ha enfermado, que la ha transitado muy mal, o incluso que ha muerto. Sin duda que todo eso no ha de minimizarse. Pero, y acá el Estado, debe haber una escala de criterios, los cuales se han de respetar. El riesgo de muerte, por ejemplo, en base a datos estadísticos serios, es, razonablemente, uno de ellos. Y prioritario. Por eso, luego de vacunar al personal de salud, se han optado por los adultos mayores que son los que más riesgo tienen.

El aprovechamiento de contactos, o relaciones desde el poder o las influencias, es ciertamente grave. Es olvidar, o desentenderse, que vivimos en una sociedad. Y que, por tanto, formamos parte de ella, no somos “el ombligo”. Insisto, que ya he señalado los casos de España y Perú, y no me extrañaría que hubiera otros.

Los casos que se han hecho públicos en Argentina merecen un breve comentario. No parecen haber sido eclesiásticos (aunque… insisto… dudo) sino personas con contactos. No es menos grave en el hecho, aunque eso de que “el buen pastor da la vida por las ovejas” no forma parte de lo normativo de los “influyentes”. Pero no voy a dejar de lado que la oposición vio la oportunidad para pegar, incluso donde no es justo hacerlo. Lo cual revela su calaña, por cierto. Porque no le importa ni las vacunas ni los vacunados o no, sino que solo le importa sembrar más odio, que es donde pueden recoger tempestades. Se ha incluido en la lista mediática a personas que debían recibirla (y no ha de extrañarnos que en los próximos días se lo siga incrementando). Curioso, insisto, que ayer insistían en que debíamos salir, que esto era una infectadura, luego que se quería envenenar a la población, y ahora, en lugar de celebrar que han envenenado a los amigos, se protesta porque el envenenamiento no fue en otra dirección. Curiosamente, además, la denuncia incluyó a un directivo del principal poder opositor el cual lo desmintió. Siendo que todos sabemos que éste miente, no veo por qué deberíamos creerle en esto.

Pero esto no es algo propio de nuestro país. Ya se ha dicho que en Francia se ha vacunado Nicolás Sarkozy, que no es de edad o salud de riesgo, por ejemplo. En todas partes se cuecen habas, dicen.

Pero yo me quiero detener en otro aspecto que, en lo personal, me escandaliza mucho más. Nunca he logrado, en uno de mis frecuentes fracasos, que se acepte que estamos colonizados en una mirada sumisa: cuando me decían que en los sistemas comunistas la gente no se puede ir del país, yo coincidía con el dicho, pero – agregaba – en los sistemas capitalistas tampoco, porque no puede pagarlo. Pero como el dinero está aceptado como del “orden normal”, mi planteo no fue aceptado. Y, en la misma línea, si bien es grave (lo hemos dicho) que haya quienes aprovechen sus influencias para conseguir la vacuna, pareciera que no es gravísimo que haya quienes la pueden conseguir porque pueden pagarla. El caso de Canadá, que compró vacunas para 4 o 5 veces su población me resulta escandaloso y merecería el repudio internacional. Pero “la pagaron”, mientras que África, Asia, el este europeo, América Latina no puede pagarla (o no tanto) y entonces, se demorará lo que deba. Al fin y al cabo, “¡que mueran los que tengan que morir!” como dijo el innoble. Y me pregunto, no es aún más indignante... Porque si el nuncio de Perú se vacunó, le quitó la vacuna a uno o una que la necesitaría. Porque hay 350.000.000 de personas que quedaron sin vacunarse, porque Canadá se abasteció de sobra (según el censo de 2019). Y lo mismo ha de decirse de otros lugares, valgan estos de (mal) ejemplo. Y de dimensionar las cosas como parece sensato hacerlo. Si no, como se ha dicho, nos escandalizaremos por unas 5000 vacunas, y no de los parques eólicos, los servicios eléctricos, las autopistas, las centrales eléctricas y demás “minucias” … porque parece que, si se roba, es grave cuando se roba en pequeño, pero es razonable si se roba “a lo grande”. Tan razonable que en Comodoro Py los aplauden.

*Teólogo. Integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres.

Fuente: Blog 2 de Eduardo de la Serna

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