No lo leerá en ningún medio de comunicación occidental pero -en estos momentos en los que estoy escribiendo este artículo- el músico Roger Waters está a punto de interpretar la icónica canción de Pink Floyd "Wish You Were Here" frente a la oficina de Priti Patel, Secretaria del Ministerio de Interior británico, con el fin de llamar la atención sobre la persecución del fundador de WikiLeaks, Julian Assange.
A principios de este año, el multimillonario Richard Branson organizó un concierto "Live Aid" en Colombia, cerca de la frontera con Venezuela, con el objetivo de ayudar al pueblo venezolano. En realidad, el evento, era una estratagema para dar a conocer, al mundo, que el Presidente Maduro había bloqueado puentes para no recibir la ayuda humanitaria que llegaba desde el exterior y, finalmente, los fondos recaudados -con el respaldo de Trump- fueron dirigidos al grupo de la oposición venezolana y malversados por Juan Guaido, dirigente títere de EE.UU. - Todos los medios de comunicación británicos publicaron, a lo ancho a lo largo y a lo loco, la 'historia' de lo acontecido en la frontera entre Venezuela y Colombia, cada medio difundió una 'historia diferente'. Mientras que lo de Richard Branson fue un concierto en el otro lado del planeta, nada se publica, en Inglaterra, sobre el evento para Assange que se está llevando a cabo en Londres, frente a la oficina de una prominente funcionaria británica, con uno de los mejores músicos de rock británico de todos los tiempos.
Una sociedad es tan libre como su disidente político más problemático, lo que hoy significa que nosotros somos tan libres como Julian Assange. Mientras vivamos en una sociedad que pueda dar lugar a una campaña, coordinada entre múltiples gobiernos, para encerrar a un periodista por el resto de su vida y basada en acusaciones falsas, porque expuso los crímenes de guerra estadounidenses, nosotros no somos libres y no debemos aceptar 'fingir' que lo somos.
El viejo dicho "las acciones hablan más fuerte que las palabras" resuena, en las personas, porque las palabras pueden mentir mientras que las acciones no. Y mientras que, con sus palabras, 'los expertos', de medios multimillonarios, nos aseguran continuamente que vivimos en una sociedad libre, las acciones de las personas que ejercen, sobre nosotros, el poder oficial, y no oficial, nos dicen que realmente vivimos en una sociedad que tortura y encarcela a periodistas disidentes por decir verdades incómodas.
Esta discrepancia nos dice todo lo que necesitamos saber sobre la llamada "prensa libre" en la sociedad occidental y, de hecho, sobre la misma sociedad occidental. La persecución de Julian Assange desmienten las narrativas 'autorizadas' que nos venden:
La persecución de Julian Assange nos cuenta la función real de los medios de comunicación. La discrepancia entre la cobertura mediática del evento benéfico para Assange y el de propaganda de Richard Branson -para el cambio de régimen en Venezuela- es sólo uno de los muchos ejemplos, que podríamos discutir, sobre la forma en que esos medios de comunicación inclinan, de manera confiable, su cobertura en favor de agendas que se alinean con los intereses de la CIA y el Departamento de Estado de EE.UU. Cada vez que aparece, en los titulares, la difícil situación de Assange, las redes sociales se iluminan con ambiciosos aspirantes a medios de comunicación, que publican bromas sobre él en un intento de mostrar a los operadores, de los medios multimillonarios, hasta dónde llegarán para defender el 'status quo'. Se nos dice, con palabras, que los medios de comunicación están aquí para decirnos la verdad -sobre lo que está pasando en el mundo- pero nos demuestran, con sus acciones, exactamente lo contrario.
La persecución de Julian Assange nos cuenta la mecánica del imperio. Assange fue sacado de la embajada y encarcelado por la colaboración -más que obvia- de EE.UU., Reino Unido, Suecia, Ecuador y Australia. Cada uno de esos países fingieron que actuaban como naciones, separadas y soberanas, completamente independientes una de la otra - Suecia fingió que estaba profundamente preocupada por las acusaciones de violación; el Reino Unido fingió que estaba profundamente preocupado por la violación de su fianza; Ecuador fingió que estaba profundamente preocupado porque Assange se movía con patines y por la higiene de sus gatos en la embajada; los Estados Unidos fingieron estar profundamente preocupado por los detalles, que Assange utilizó para ayudar a Chelsea Manning a cubrir sus huellas; Australia fingió que estaba profundamente preocupada por honrar los asuntos soberanos, de estos otros países -para intervenir en ayuda de su propio ciudadano- y todo sucedió de tal manera que coincide -exactamente igual- con encarcelar a un periodista por publicar hechos. Vemos esta misma dinámica constantemente, ya sea con intervenciones militares, acuerdos comerciales o campañas narrativas contra gobiernos no alineados.
La persecución de Julian Assange nos habla del tipo de sociedad en la que vivimos. Estamos inundados, desde la primera infancia, con eslóganes de bienestar sobre la libertad y la democracia, se nos dice que debemos extender estos principios, a todos los habitantes del mundo, con toda la fuerza que sea necesaria, e incluso matar si es necesario. En realidad vivimos en una sociedad hecha de mentiras y dirigida por mentirosos, que persiguen violentamente a cualquiera que expone la verdad. Estas personas son los opresores. Estas personas son los guardias de la prisión. Sus caras te dicen, con desprecio, que estás libre detrás de las rejas de la prisión y que terminarán contigo si no estás de acuerdo.
Esto va a tener que cambiar.
* Caitlin Johnstone su libro: Woke: A Field Guide for Utopia Preppers.
https://caitlinjohnstone.com
Foto: Plataforma de defensa a la libertad de información