Con frecuencia, y haciendo gala de su ya proverbial ignorancia, el presidente repite como un slogan la confianza que pone en “la fuerza del cielo”. Como ya es sabido, – y él mismo lo ha dicho malcitando, según su costumbre – la referencia es al 1er libro de los Macabeos (cap. 3, vers. 19). Allí, el “guerrillero” Judas Macabeo manifiesta su confianza en Dios frente al ejército del imperio griego.
No está de más recordar que en los últimos tiempos del Primer Testamento, hay una clara tendencia (que entre los judíos religiosos sigue hasta hoy) de evitar nombrar a Dios, para lo cual recurren a alusiones varias, “cielos” es una de ellas. Es decir, Judas Macabeo confía en Dios, a eso se refiere con “las fuerzas del cielo”.
Pero, y es evidente, especialmente para las mentalidades antiguas, una tormenta, un terremoto, lluvias o sequías son vistas también como “fuerzas del cielo”, es decir, Dios actúa y se hace presente en ellos.
Para la mentalidad apocalíptica (que nace en el mismo tiempo que los Macabeos) la batalla entre Israel y el Imperio es reflejo de lo que ocurre también “en el cielo”. Así, en tiempos de terror, en los que vencen las fuerzas del mal, la imagen – reflejada en los Evangelios – se repite:
«Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas» (Mateo 24:29).
Algunos biblistas lo han traducido por “los ejércitos celestiales”. Es la idea. En el conflicto entre la luz y las tinieblas, en el inicial triunfo de las tinieblas, aunque breve, “las fuerzas del Cielo” (es decir, Dios mismo) aparecerán derrotadas. Pero, y es característica de los apocalipsis, esto será breve (a veces se dice “10 años”, otras “tres años y medio”) ya que finalmente el pueblo verá la luz y la derrota del imperio (suele usarse la imagen de los 1000 años).
La clave de todo, como es frecuente en la Biblia, está en la realización o no del proyecto de Dios para su pueblo; un proyecto de “verdad y justicia”, como se dice por doquier en los textos.
Pero, para reforzar su ignorancia, el presidente habló de que si no se sigue su propuesta se avecina una “catástrofe social de proporciones bíblicas”. Es decir, una frase que no dice absolutamente nada. ¿Qué serían las “proporciones bíblicas”? ¿El perdón de las deudas? ¿la misericordia? ¿las bendiciones? ¿el amor? A decir verdad, deseo profundamente esas proporciones desproporcionadas de Dios para sus amigos, los pobres y las pobres.
Pablo, en la primera carta que escribe, hace referencia a un slogan del Imperio y pone a su comunidad en estado de alerta:
«Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán» (1Tesalonicenses 5:3)
Curiosamente, para parecernos más al Imperio, y ya es habitual en él, el presidente termina, además de aludiendo a las “fuerzas del Cielo” pidiendo que “Dios bendiga a los argentinos”. A lo mejor, si dijera “God bless Argentina” lo entenderíamos mejor. Y a lo mejor, otros recordemos eso de “¡no tomar su Santo Nombre en vano!”
*Teólogo. Miembro del Grupo de Curas en Opción por los Pobres.
Fuente: Liliana López Foresi