• 21 de noviembre de 2024, 6:56
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Un 17 de octubre que nunca cesa

Por Dra. Natalia Salvo

Conflicto, peronismo y justicia social



Nuevos furrieles de la oligarquía vienen hoy con las mismas demandas: reducción de salario, poder omnímodo del capital en las relaciones sociales y disciplinamiento social.

La puja distributiva que signó nuestro país desde su misma constitución sigue vigente con otros ropajes, adminículos virtuales y sobrerrepresentación de amplio stock. Un interés, muchas terminales políticas.

Un Milei de adolescentes, un Espert para conservadores nostálgicos y rudos, una Vidal para santificados 4.0., un Lousteau para cuarentones cancheros con aversión a la adultez, un Larreta para clásicos y un Macri para antiguos prepotentes.

Desde las primeras revueltas por la reducción de la jornada, la Patagonia rebelde y la semana trágica, la pelea fue idéntica: trabajadores versus dueños del país, explotados y oprimidos versus explotadores y opresores.

Foto: Sara Facio (1972)

El peronismo fue el primer movimiento político y social en la argentina que reconoció el conflicto radical entre el capital y quienes solo tienen su pellejo para vivir. Un vivir no circunscripto a la austeridad caritativa de las almas bellas, que abarcó por primera vez el ascenso social con el trabajo como ordenador y el salario como herramienta primordial de distribución de la riqueza.

Ese salario permitió el disfrute, que tiene un rol central en el peronismo como elemento identitario que forjó y acuña, a través del repudio, la naturaleza del adversario.

Mi abuelo contaba que allá por los años 50 cenaba en Loprete, un restaurante muy costoso, que con el peronismo se empezó a llenar de cabecitas negras. Recordaba impávido el desprecio de la alta sociedad a la posibilidad del laburante de acceder a esas cenas. Se levantaban de sus sillas y vaciaban el restaurante cuando llegaba el aluvión zoológico. Una versión pictórica del odio al goce ajeno y a la movilidad social ascendente, como tantas otras relatadas en charlas familiares de playas marplatenses o universidades de obreros.

Foto: Hotel Provincial en Mar del Plata.

Patrón Costas lo dijo y Rojas lo lacró; era imperdonable que el obrero levantara su mirada y exigiera, y que ese obrero naciera tal y muriera profesional. Otro hito insoportable para la concentración oligárquica antiperonista. Lo que era caridad vertical pasó a ser derecho horizontal.

Entre la negación del conflicto y la pretensión de disolver ese antagonismo, está el peronismo. Tercera posición, fue y es el movimiento que acepta la existencia de esa puja, la institucionaliza usando el Estado como instrumento de compensación a través de la ley como herramienta emancipatoria y de políticas públicas generadoras de trabajo y distributivas de la riqueza con justicia social.

En ese entonces la matriz discursiva de la moderación, el consenso y cierto pudor por la identidad peronista no estaban de moda. La apropiación del insulto lanzado por la derecha calificando de barbarie, exceso animal y degradación cultural fue otra bandera que levantaron los postergados.

El retruco y el vale cuatro del aluvión zoológico, incontenible para los conservadores privilegiados e ininteligible para la progresía de la santa academia, fue responder con el refuerzo de la liturgia peronista sin caracterización de etapa o paper explicativo.

El 17 de octubre fue un acontecimiento con significación retroactiva -justificando las luchas sociales que le llevaron sangre al subsuelo de la patria sublevado- y que selló un hito al futuro. La presencia desbordante del pueblo sucio y relegado por la Argentina blanca de la aristocracia o la vanguardia del saber sin contaminación fabril, fue el punto de anclaje fundacional.

El intento por borrarlo, reescribirlo y proscribirlo convalida el poder constituyente del peronismo en ese 17 de octubre que nunca cesa de inscribirse y es un fantasma para los que bregan por una sociedad sin política gestionada por los tecnócratas del privilegio.

El antagonismo radical entre capital y trabajo que generó las inequidades atroces en nuestra sociedad no desapareció. ¿Debiera entonces hacerlo el peronismo, con sus luces y sombras, el único movimiento que le puso coto al poder real? No.

Ante cada crisis el capitalismo se recrudece a costa de las mayorías. Un reclamo mundial en pandemia del empresariado fue la presencialidad de trabajadores. ¿Pero si la riqueza la crea el capital, por qué la economía cayó a pedazos ante los aislamientos masivos sin concurrencia al lugar de trabajo?

Esto el peronismo -y el sujeto político colectivo que cobró protagonismo con su asunción al poder-, lo tuvo bien claro, siempre. No fue casualidad que desde un Departamento de Trabajo devenido en Secretaría, Perón construyera el poder social y sindical que legitimara sus políticas tocantes de intereses concentrados de la patria terrateniente con el apoyo inestimable del pueblo, que lo clamó hasta su liberación ese 17 de octubre.

Hoy el desafío es el mismo. La matriz discursiva cambió, pero las usinas promotoras de verdad única al servicio del capital pretenden arrebatar la historia y reescribirla para privarnos de un presente con consciencia y un futuro con justicia social.

Dicen que el pueblo es la masa organizada que empuña una bandera y la lleva a la victoria. En tiempos de desazón, ausencia de autoridad simbólica, purismo académico y cinismo onanista de redes, la épica de la transformación peronista, las gestas del 17 de octubre, la resistencia, la re-existencia kirchnerista son un legado vivo fundamental como doxa y práctica política.

Con el peronismo la ley fue un texto que ardió en su significancia y puja de sentido. Hoy el capital viene por la supresión de derechos laborales, como en la última dictadura militar con la complicidad de la pata civil empresarial y en los 90 con el fin del trabajo, el Consenso de Washington y la flexibilización laboral.

Que el pueblo con el corazón en la mano, que supo parir ese 17 de octubre, empuñe las mismas banderas de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social para conseguir la tarea que nunca cesa de una patria libre, justa y soberana.

Que se nos vaya la vida en eso.


Fuente: Revista Urbe

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