Hay un modelo
patriarcal al que muchas mujeres no están ajenas. Y mientras eso siga
ocurriendo, continuará habiendo diferentes grados de violencia hacia
los sectores más vulnerables del que las mujeres son sólo una parte.
Muchas mujeres
ejercen ese modelo con otras mujeres y lo transmiten a sus hij@s. Hay que
encuadrar las luchas feministas en el contexto de un sistema que ‘trabaja’
sobre el individualismo, parámetros sobre belleza, la maternidad
como mandato, la envidia como pecado femenino y el foco de alerta sobre la
mujer con ideas, la mirada enjuiciadora sobre las mujeres que no respondan a
los códigos establecidos. Por ejemplo, un tono firme en el decir se ‘confunde’
con autoritarismo si de una mujer se trata y se ensalza a la
que habla como una edulcorada maestra
jardinera. Del mismo modo – se ha visto recientemente con dos
actrices que hablaron del ‘destrato’ que sufrieron por parte de un famoso actor
– las propias actrices feministas que estaban abogando por la legalización del
aborto gratuito y seguro, desacreditaron ambos relatos bajo el argumento de ‘a
mí no me pasó con él’.
Y esas dos actrices
usaron la palabra ‘destrato’ porque como no hubo violencia física no se
animaron a llamarlo ‘maltrato’ cuando - yo les creo – hubo violencia
verbal y violencia laboral en cuanto a la remuneración del trabajo.
La imagen de las princesas
con coronita y vestidos rosados sigue predominando en muchos espectáculos
infantiles y en el merchandising que generan. Es el síndrome ‘cris
morena’ cuya representación sobre las niñas y adolescentes llegó al paroxismo
del modelo al que aludimos.
No creo que se pueda
convencer a nadie de un día para otro porque la doxa se rige por ‘el sentido
común’ que constituye el habitus de los sujetos. ¿Qué es el habitus? No se
trata de ‘hábito’. Es un concepto acuñado por el sociólogo francés P. Bourdieu
que alude a disposiciones desde las que se mira el mundo: ideas, valores y
cierta corporalidad con la que nos movemos socialmente y que se construye desde
que nacemos en el seno de la vida social (eidós, ethos, hexis en griego).
Barthes define:
“Llamo ‘discurso de poder’ a todo discurso que engendra la falta y, por ende,
la culpabilidad del que lo recibe”.
Es interesante porque el
psicoanálisis habla de ‘la falta’ como impulsora del deseo. Pero según mi
parecer no se contradicen. La ‘falta existe desde la misma índole de lo
inconsciente. El problema es la ‘falta’ que se genera desde el poder,
construida artificialmente no para crear horizontes y alentar proyectos desde
el deseo profundo, sino para generar necesidades: se trata de atiborrar al
sujeto ´con el consumo de ‘cosas’ que aparecen como sustitutos : la esencia del
capitalismo. Para ello necesitan destruir el auténtico deseo y
convertir los derechos en necesidades que nunca serán satisfechas.
Vuelvo al tema inicial: mientras
las mujeres adhieran a valores, ideas y una imagen
predeterminada sobre el cuerpo ideal, el patriarcado seguirá en pie
porque no es fácil desarmar un habitus afín al sistema que rige desde hace
siglos.
Hay mujeres que nunca han alzado la
voz porque su situación de vulnerabilidad social las ha mantenido ocupadas en
la supervivencia de sus hijxs y alejadas de las voces que podrían descubrirles
la posibilidad de empoderarse. Otras dentro de la ‘clase media’ se educaron en
el habitus del sistema y se sienten ‘cómodas’ mientras tengan garantizada una
vida ‘agradable’, previsible y la sensación de ser las reinas del hogar.
Estamos las que tenemos una
profesión y ahí se ve cómo cada una decide ejercerla. Sobran los
ejemplos de quienes por acción o por omisión, lejos están de la
sororidad.
Lo importante es, ante todo, la
toma de conciencia de las mujeres sobre su estar en el mundo. Claro
que ese estar, no es el mismo para todes: una cosa es hablar de géneros y
otra hablar de cada mujer en particular. A menudo observamos en lo
colectivo lo que luego no se traduce en los actos individuales.
Y entramos aquí en el llamado
lenguaje inclusivo, rechazado por unxs, dificultoso de incorporar para otrxs,
desconocido para muchxs.
Retomo el tema de la lengua desde
Barthes: “ la lengua como ejecución de todo lenguaje, no es ni
reaccionaria ni progresista[…] Desde que es proferida, así fuera en
la más profunda intimidad del sujeto, la lengua ingresa al servicio de un poder
[…] : la autoridad de la aserción, la gregariedad de la repetición”
Él dirá, entonces, que sólo a
través de ‘hacer trampas a la lengua’ puede encontrarse la libertad y asigna
ese espacio a la literatura. El ‘todes’ sería, en un punto, esa ‘fullería
saludable’ que Barthes asigna al hecho literario, al jugar con las palabras.
Aquí y allá aparecen las
resistencias al poder que el sistema reprime o neutraliza dándole lugar a
algunas expresiones transgresoras porque saben que no conmueven sus
cimientos.
Habrá que lograr que cada hombre y
cada mujer sean conscientes de sus derechos igualitarios como personas y,
simultáneamente que las mujeres llevemos a la vida cotidiana la sororidad más
allá o más acá de las manifestaciones y las luchas colectivas.
Hay que desmontar la mistificación
de las mujeres que con suaves tonos ejercen actos de violencia
social e institucional usando palabras falaces estudiadas para
convencer.
“Les paroles seules comptent. Le reste est bavardage” es el epígrafe que
elige U. Eco para el proemio de su libro “Signo”. Es una frase tomada de
Ionesco : “ Sólo las palabras importan. El resto es charla” (Charla
podría traducirse como cháchara)
Entiendo que Ionesco está refiriéndose al peso que tienen las palabras y la
liviandad con que se las utiliza vaciándolas de contenido.
Las connotaciones que evocan diferentes sentidos
según condiciones psicosociales en los hablantes, nos llevan a
plantearnos el tema de las palabras y sus repercusiones.
Eco pone el siguiente ejemplo: “ un escritor sabe que si introduce el
término /mamá/ en un texto será muy difícil eliminar las connotaciones
asociadas a la denotación primaria del término. Tanto es así que
cuando no se han de asociar sentimientos de ternura y
confianza a la madre (el caso de Medea), las tensiones dramáticas
surgen precisamente por la presencia de estas connotaciones …”.
Muy bienvenida esta nueva palabra porque produce una ruptura en
el fascismo de la lengua que prescribe lo que está bien y lo que está mal y muy
interesante esto de meterse con lo establecido desde la propia lengua.
Feldenkrais define la acción como el engranaje de cuatro componentes:
sensaciones, sentimientos, pensamientos y movimientos.
El término ‘sororidad’ mueve a desmontar sensaciones, sentimientos y
pensamientos que durante siglos han condenado a todes a cumplir determinados
roles y el que no y el que no una prenda tendrá.
Sororar nos mueve a la escucha y al acto solidario que tendría que expulsar toda competencia y dar lugar a la presencia.
* Semióloga. Actriz. Cantante