La reciente matanza de Texas en la cual Salvador Ramos de 18 años entró a una escuela y mató a mansalva a 19 chiques y dos docentes, permite reflexionar en el tipo de sociedad que producen las múltiples pantallas, con los algoritmos a la cabeza por un lado, y en la sociedad que lleva adelante esa función hegemónica a partir de las megacorporaciones que han ayudado (quizás hasta han sido sus genitores) en el nacimiento del nuevo planeta donde reside el Homo Selfie.
Cuando se entrevistó a la madre de Salvador, todavía en estado confusional, se le hicieron tres preguntas. La primera fue acerca de su hijo y ella respondió: “que debía tener sus razones para hacer lo que hizo”, la segunda pregunta fue acerca de las víctimas y ella respondió: “Perdóname hijo”. La víctima había sido su hijo y la madre le pedía disculpas de tantas cosas, de no estar viviendo con ella, de no haber sabido lo que le pasaba, no haberlo criado distinto, ni siquiera sabía que como rito de iniciación recién cumpliditos los 18 años se había autorregalado dos rifles de asalto y 375 rondas de municiones. Y lo tercero que le preguntaron es si su hijo era agresivo, la madre respondió, que no le juzguen, que no era un monstruo pero que podía ponerse agresivo si se enojaba o lo hacían enojar.
La madre, en su estado confusional, habla sin saber lo que dice, y sostiene una tesis: no hay victimarios, se trata sólo de víctimas. Aún su hijo que produjo la segunda peor matanza escolar en la historia de Estados Unidos es una víctima. Por una cuestión dialéctica, sin victimarios, tampoco hay víctimas o todos y todas somos víctimas de la sociedad, de la época, de la familia que nos tocó vivir.
El padre sólo pidió perdón y dijo que hubiera preferido que su hijo en vez de matar a todos esos niños y niñas inocente, lo matara a él. Hubiera preferido sacrificarse en vez de matar a la abuela de un disparo en la cara y esos inocentes y sorprendidos escolares que no tenían nada que ver.
La víctima es sacrificada exigiendo a la sociedad, el sacrificio tiene que llevar adelante una lectura, una reflexión, es realizada para algo, la muerte de esos pequeños y ese victimario de apenas 18 años que también es otro pequeño que se lleva consigo toda la crueldad de este planeta. E inmediatamente, Estados Unidos comienza una política ligada a la lógica de la “media asta”, su bandera no sube hasta lo más alto del mástil sino que se queda en el medio recordando y recordándonos esa tragedia, son algunos días, porque ya vendrán nuevas tragedias a volver a dejar el izamiento por la mitad.
En el 2022, en sólo 145 días, se produjeron 213 tiroteos, con la friolera cantidad de muertos de 17 196, más de un tiroteo por día. En el 2021, en plena pandemia, fue menor con 692 tiroteos donde murieron, o sea fueron asesinados, 21 980 personas. Este país, en sus 250 años de vida independiente, sólo ha estado 17 años sin guerras, por supuesto que la mayoría de ellas han acontecido fuera de sus fronteras. El gasto el armamento supera a casi todos los países juntos, y en la segunda enmienda de la constitución defiende el derecho a armarse en propia defensa, y la sociedad del rifle es tan poderosa que osar pedir que el armamento no sea tan fácil de comprar en supermercados y tiendas on line ha sido reiteradamente denegada, sólo han anunciado su acuerdo en no permitir la venta de aceleradores que convierten las armas semi automáticas en automáticas, o sea que no es necesario ni siquiera mantener el dedo en el gatillo para seguir disparando.
Esta política de “media asta” continúa con la ubicación del sujeto que produce la matanza como un inadaptado social.
Salvador tenía problemas, desde su nombre, si hay algo escondido allí del deseo del otro o en el destino más impersonal, estaba destinado para grandes cosas. Y eso buscó el 24 de mayo, ya había cumplido 18, era responsable de sus actos, fue a comprarse las armas y las mostró en Facebook, era un inadaptado, dirán otros jóvenes, ¿por qué no lo hizo en Imstagram? Utilizó a la red social como testigo, primero anunció que iba a dispararle a abuela y luego que iba para la escuela. Pero pocos vieron ese posteo, Salvador era retraído y según los medios de comunicación había recibido bulling durante su desarrollo, y eso lo llevó a encerrarse en su habitación a jugar a juego de guerra como el “Free fire”, que traduciéndolo sería “tiro libre”, o “dispara libre” o “dispara por tu libertad”, o “libertad de disparo”. Cada uno puede traducirlo como quiera en el país de la libertad de conciencia, cada cual tiene libertad de traducción.
Lo cierto es que el algoritmo, las múltiples pantallas, las redes sociales, ahora parece que tienen la culpa. El bullying según la OMS lo viven un tercio de la población juvenil mundial, si esto es cierto y genera violencia contenida está el problemas el planeta y sobre todo la parte más vulnerable, los niños y adolescentes. Si los juegos on line de guerra producen una relación cercana con las armas y si es fácil conseguirlas en alguna tienda del barrio, entonces la posibilidad de que alguien estalle y demuestre el poder de la ira se vuelve cotidiano. Ver a los chicos jugando a los juegos de guerra, resulta impresionante, dicen cada medio segundo: matalo, te maté, me mató. La muerte dichas tantas veces sin conciencia y en forma tan divertida que es difícil dejar de jugar.
El algoritmo no es fácil de explicar, porque hoy tiene al menos tres significados diferentes: el Big Data, la inteligencia artificial y las redes sociales. Cada uno relaciona con el otro pero con sus incumbencias y campos de acción. El Big Data, se trata de la sectorización de grupos poblacionales según variables, almacenamiento de datos y ubicación del nivel socioeconómico al que pertenecés, por eso de que “te acercan lo que querés antes de que lo pidas”. Salvador seguramente eligió así su rifle, le acercó distintas propuestas que podía cumplirse en el día de sus 18 años. La inteligencia artificial, es un método muy antiguo, con objetivos realizables y delirantes al mismo tiempo, es quizás el que tiene más peligrosidad para los seres humanos. Se trata de delegar nuestra responsabilidad en formas de inferencias que tienen más rapidez, precisión y decisión. Cuando hablamos de un celular inteligente, estamos entregando nuestra inteligencia a objetos que tienen dentro de sus procesadores el reconocer algunos problemas del ser humano, por eso hoy se habla de neuromarketing, somos seres que nos olvidamos las claves, también los olvidamos los cumples de personas cercanas, y nos cueste muchísimos desprendernos de las cosas y de las personas. En tercer lugar, las redes sociales que han comenzado hace 25 años, y que ya han dado por lo menos una vuelta al planeta. Un efecto estructural de ellas es el bullying y el efecto burbuja. Por un lado cuando más posteas, y más lográs despertar la atención, a más gente llegás. Y lo contrario, si no llegás a más gente, te vas quedando aislado, dentro de una burbuja cada vez más pequeña.
Una explicación de Sergio Zabalza muy pertinente acerca de la matanza del chico de Texas es muy pertinente. Sostiene en la contratapa de Página/12 del día 29 de mayo (https://www.pagina12.com.ar/424594-masacre-en-texas-otra-vez-la-gavilla-de-honestos-asesinos) que la enorme cantidad de matanzas en escuelas, shoppings, cines son síntomas sociales, que se descargan en el conjunto, una sociedad que descarga su violencia fronteras afuera, retorna en sus elementos más vulnerables y con aquellos más vulnerables. Y que la acusación de la sociedad al “elemento pernicioso” que como vemos son cantidades conlleva también la preservación al conjunto de la responsabilidad como sociedad.
Agregamos que esto se produce de una manera que disuelve la noción de victimario. ¿Podemos acusar de serlo a un joven que le han puesto ese nombre, que le han hecho bullyng, lo ha dejado olvidado en su pieza con una play station jugando a juegos de guerra (y ni siquiera en la casa con su madre), que le han permitido ni bien cumplió 18 ir a comprar armas de guerra como chocolatines al kiosco de la esquina y encima que avisa por las redes sociales y nadie le da bola?
Es tan frecuente en Estados Unidos esos gritos de ira, porque el idioma permite múltiples traducciones y también es muy agraciada con la posibilidad de maldecir: Los voy a matar a todos, vayan por culo al infierno, malditos bastardos no merecen vivir…. En la sociedad más rica y defensora de los valores de la libre defensa y del libre disparo por defensa propia, donde la sociedad de la libertad del individuo, se está produciendo el primer gran desencadenante motivada por la disolución de la responsabilidad que se puede manifestar en la horizontalización de la noción de victimario. Finalmente todos somos víctimas de un sistema que no está pasando por arriba con los algoritmo que toman el control y producen como uno de sus síntomas la ira, y que cuidado si tenemos un arma de guerra cerca y una cámara para subirla on line a las redes. Me suicidio pero me vuelvo tendencia, al mismo tiempo que me llevo al diablo a otros inocentes, pero es que entre una matanza y la próxima nadie se da cuenta de lo que estamos haciendo de nuestro planeta. No se trata de que los chicos al colegio vayan con chaleco antibalas ni armados por las dudas, o que haya más policías a la entrada sino de pensar que otro planeta es aún no solo necesario sino posible.
* Psicoanalista. Escritor. Docente universitario.
Foto: AP.