• 21 de noviembre de 2024, 6:52
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Sicarios

Por Eduardo de la Serna*

El término “sicario” es originalmente griego. Algunos, quizás exagerando, suponen que está en la raíz de “Iscariote”, término que se atribuye a Judas, sin que sea claro su significado. En la Biblia sólo se encuentra una vez, en Hechos 21,38, y se refiere a 4.000 “sicarios” (las biblias castellanas suelen traducir “terroristas”). El historiador judío Flavio Josefo lo utiliza con cierta frecuencia, en un sentido semejante, referido a los “zelotes” que se levantan contra Roma en la Guerra judía. Se refiere a personas capaces de asesinar por un salario, por una ideología, por motivos políticos… Como la “sica” era una daga, una suerte de espada corta, que bien podía disimularse bajo una túnica, se los ha identificado: “el que lleva una sica”. Algo o alguien, por una motivación externa, provoca a uno o a unos al crimen.

Esto ha provocado que el término adquiera – con las novedades del caso – una cierta carta de ciudadanía. Es posible conseguir y motivar (económica, ideológica o con una profunda sugestión con poder sobre mentes débiles, por ejemplo) al crimen o la eliminación de personas o colectivos. El término fue público en la crudelísima película colombiana: “la Virgen de los sicarios”, o popularizado por Serrat: “tienen doble vida, son sicarios del mal”. Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Pero recurriendo al origen del término, quizás podamos decir que no siempre es necesario pagar para eliminar una vida, ya que también hay otras eliminaciones vitales debidamente remuneradas: y la eliminación de la verdad es una de ellas, por cierto.

Porque una cosa es que frente a un hecho o un dato haya diferentes interpretaciones. Eso es algo propio de las personas. Pero cuando se ve que se miente, o se distorsiona la información, para “matar la verdad”, para manipular mentes, entramos en otro terreno. Y, especialmente, cuando se sabe que se está mintiendo, pero un buen “sobre” da sentido al crimen. Y, lamentablemente, se ve una “asociación ilícita” de la mentira, para asesinar la verdad, y con ella la esperanza de toda una sociedad. Basta con mirar los títulos de los grandes periódicos del poder, o los zócalos de sus canales, o la aglomeración de experiodistas en radios, o canales “+”. Ciertamente cualquiera de ellos trabaja y espera conseguir, por ello, un digno salario. Ese, por cierto, no es el problema (y hay trabajadores y trabajadoras en esos medios “delincuenciales” que no son por ello delincuentes. Pero, alguien miente al poner un título falso, o distorsionado. Y eso ya no es un trabajo, es sicariato. Alguien hace editoriales, o tiene programas de radio o TV, alguien da la cara para mentir, calumniar, falsear información. Y los nombres de ellos y ellas son suficientemente conocidos: gordos, pelados, hijos de… o nietas de…, bajitos o, hasta algunos, con cara de serios, todos comprados, seducidos o tentados por los dueños del capital, todos trabajando por vencer una batalla cultural. Así algunas o algunos son señalados y hasta censurados por el poder, cuando se niegan o siguen negando a ser comprados. Lo cierto es que algunos y algunas son sicarios y sicarias, asesinos de la verdad y las esperanzas. Creo que afirmar que esto es así es algo “hiper-recontra-chequeado”.

*Teólogo. Grupo de Curas en Opción por los Pobres.

Fuente: Blog 1 de Eduardo de la Serna

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