“Lo que no se vale es la hipocresía y la doble moral de quienes condenan una forma de terrorismo, al mismo tiempo que tratan de justificar el terror de los estados”.
Rigoberta Menchú Tum
Cuando el 31 de Julio de 1876, Adolfo Alsina, ministro de Guerra y Marina del gobierno nacional, dió la primera palada de la famosa “zanja” que llevaría su nombre, la verdadera “grieta” en nuestra patria festejaba sus primeros 70 añitos. Había nacido en 1806, con la llegada de los ingleses comandados por el General William Carr Beresford quien, al invadir Buenos Aires, nombró Director de Aduanas a un insigne vecino de nombre José Martínez de Hoz. Claro que este comerciante y estanciero español no estaba solo en su decisión de apoyar las veleidades británicas. Otros porteños -entre los que se encontraban Saturnino José Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y el portugués Antonio Luis de Lima-, lo acompañaban en la inauguración de esa suerte ruptura idiosincrática que enhebraría el devenir de nuestra nación.
Cuenta la historiadora Araceli Bellotta que, por aquellos días, Mariquita Sánchez de Thompson comparaba el ejército inglés con el local y escribía: “Nuestra gente del campo no es linda, es fuerte y robusta, pero negra. Las cabezas como un redondel, sucios; unos con chaqueta, otros sin ella; unos sombreritos chiquitos encima de un pañuelo, atado en la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos, otros punzó; todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados; todo lo más miserable y más feo”. En cambio, las fuerzas inglesas le parecían “las más lindas tropas que se podían ver, el uniforme más poético, botines de cintas punzó cruzadas, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta, gorras de una tercia de alto, toda formada de plumas negras y una cinta escocesa que formaba el cintillo; un chal escocés como banda, sobre una casaquita corta punzó. Este lindo uniforme, sobre la más bella juventud, sobre caras de nieve, la limpieza de estas tropas admirables, ¡qué contraste tan grande!”.
Traigo a colación la anécdota -a la que Araceli sindica como el “nacimiento de la tilinguería” vernácula- porque en las tertulias organizadas por esa misma Mariquita Sánchez de Thomson, cuentan que se entonó por primera vez el Himno Nacional aunque, en realidad, no existe ningún documento que lo confirme. Pero vale el ejemplo para observar como los mismos productores de la grieta, entonces y ahora, son también muy capaces de empuñar la garrocha y dar el salto… si el minuto político lo requiere.
Agrietados
Los indoctos en Economía -como yo-, suelen simplificar al keynesianismo describiendo a un grupo de obreros que cavan una zanja y a otro grupo, que viene detrás del primero, cubriéndola. En base a esta idea, se podría decir que hay un recorrido keynesiano en la historia de la grieta. Muchos han paleado “a lo pavote” para profundizar el tajo, y algunos optimistas irremediables, han intentado taparla de buenas intenciones… Sí, esas mismas buenas intenciones con las que, dicen, está empedrado el camino del Infierno.
Porque la grieta ha servido (y sigue sirviendo) como herramienta de dominación de las clases acomodadas sobre un grupo de aspiracionales que, de no existir esa profunda fisura delineada en su imaginario colectivo, estarían obligados a reconocerse iguales a los sujetos de su odio. La certeza de que existe algo que los divide (aunque ellos piensan que los diferencia) les permite verse más rubios, más europeos, más merecedores de bienes y servicios, mas dignos (¡qué error esto último!).
Ante tamaña candidez, ante tan brutal falta de análisis, se podría pensar que estamos en presencia de individuos poco formados, con deficiencias intelectuales profundas, con raciocinio limitado, pero no: casi todos han estudiado, muchos tienen carreras universitarias (aunque es bien sabido que pasar por la Universidad no garantiza que la Universidad pase por uno), varios con posgrados, algunos en el exterior… En fin, son lo que ellos mismos denominarían personas cultas, cuya mayor discapacidad pareciera residir en esa imposibilidad constitutiva de verse a sí mismas con mirada crítica.
No son los peores. Su propia irracionalidad los expone, los delata, los exhibe. Es como si necesitaran gritar lo que son para auto-confirmar su pertenencia. Y si uno no cae en la trampa de enfurecer (“el que se enoja pierde”, decía un riojano autodidacta), puede manejar la situación con cierta facilidad.
Hacedores
“Spinoza entendió́ que todas las cosas quieren perseverar en su ser”, escribió Borges en un célebre e íntimo libro que dio a llamar El Hacedor. No parecería ser así en cuestiones de grieta. Porque es verdad que algunos perseveran en “su ser” y encuentran, en la producción y profundización de las divisiones, un “norte” para sus vidas. Pero otros, distintos, desiguales por nacimiento, pertenencia social, historia, vida, compran -felices- ese desafío de ser lo que no son (ni nunca serán) apenas para alimentar las fantasías altaneras de ese minúsculos grupo que se siente “hacedor”. O sea: el numéricamente reducido núcleo de ideólogos de la grieta poco podrían ser y hacer si no contaran con el acompañamiento de un sector importante de la población que, de tratarse esto de una guerra, operarían como carne de cañón.
Los hacedores de grieta, los que construyen lo que destruye, son pocos y también están a la vista. Circulan -o hacen circular a sus voceros- por medios oligopólicos, ámbitos de producción de pensamiento, espacios de capacitación, educación y formación. Si uno tuviese el switch para apagarlos, la batalla cultural (fea nomenclatura “batalla cultural”) duraría menos que el salario mínimo, vital y móvil. Pero están allí, ocupando cátedras en las universidades, invitados a todos los programas de radio y televisión, derramando litros de tinta en diarios y revistas, dando conferencias en las instituciones más “prestigiosas”, saqueando cargos en todos los gobiernos: endiosados, aclamados, venerados… protegidos. Son el fundamento teórico de la grieta y, también, la task-force del poder.
Lo complejo es que, la mayoría de estos hacedores son como el bisturí, puede usarlo Favaloro para salvar vidas o Jack el Destripador para asesinar mujeres. Se paran de un lado o del otro de la grieta de acuerdo a como soplen los vientos del poder; eso si: siempre manteniéndola abierta porque ESE es su negocio.
Almas de cristal
Hay, sin embargo, un grupo mucho más peligroso: las almas de cristal… Corea Equidistante. Los que quieren “terminar con la grieta” pero apretando todo (y a todos) contra uno de los lados. Estos suponen un gran reto porque se presentan como solucionadores. Son (se creen, en realidad) portadores de ideas luminosas. Articuladores del sentido común. Mensajeros de ciudadanía.
Y ojo que no hablo de los dirigentes. Quien conduce tiene la obligación política de unir. Algunos, los íntegros como Alberto o Cristina Fernández, lo hacen con la más absoluta convicción de que sólo la una Argentina articulada puede realizarnos ese futuro venturoso que deseamos y merecemos; los inescrupulosos, como Mauricio Macri, reclaman unidad porque cuantos más seamos y más juntos estemos, menos le costará robarnos.
Hablo de los que NO SON líderes políticos, ni sociales, ni barriales, ni en su casa a la hora de comer y, sin embargo, andan bregando por la disolución de la grieta con un bagaje de ideas que sólo afectan a los sectores nacionales y populares. Por ejemplo: aceptan (casi a desgano) que vuelvan los próceres a los billetes pero no Perón, ni Evita, ni Néstor, ni Jauretche, ni… esto, claro, en aras de “la unión de los argentinos”. En cambio si “el Campo” produce y reproduce un video en el que amenaza al gobierno entrante con acciones poco menos que destituyentes, a nadie se le ocurre que eso profundice la grieta. Hay que tragar todos los sapos de este lado, para que la grieta cierre… si del otro inauguran un criadero de sapos, no importa.
Salvar es un verbo transitivo con dos acepciones: una que refiere a “librar a una cosa de un peligro, una amenaza o una situación difícil o comprometida” y otra que habla de “evitar o superar un obstáculo, un contratiempo”. Por eso es que digo que unos y otros andan salvando la grieta. Usted decide quiénes y porqué.
Foto: Umacon