“Venía rápido, muy rápido,
y se le soltó un patín”
Carlos “El Indio” Solari
Cantado que iba a ser así: no podía ser de otra manera. ¿Era inevitable? Seguramente no. Pero… Cuando, en noviembre del año pasado la Provincia de Buenos Aires preparaba un operativo de vacunación para arrancar ordenadamente ni bien llegaran las primeras Sputnik al país, Horacio Rodríguez Larreta anunciaba con bombos y platillos que los alumnos empezaban a volver a las escuelas.
Era cuando los bonaerenses se anotaban en masa para vacunarse y los porteños desesperaban por que se abriera un listado, algo… Pero nada: corría enero y, a pesar de haber dado positivo a un test de Covid, el jefe de Gobierno de la City insistía con la presencialidad y -ya en campaña- viajaba a Mar del Plata para visitar junto a su par, el intendente Montenegro, una fábrica de cerveza artesanal. Eso si, de la vacunación, ni noticias.
Fue recién a principios de febrero, cuando la presencialidad en las escuelas era una certeza -apoyada, además, desde el gobierno nacional-, que la Ciudad anunció un programa de inoculación contra el COVID que incluía a “todo el personal de salud público, privado, de la seguridad social, entidades universitarias y de dependencia nacional, residencias de adultos mayores y profesionales independientes”.
El 19 de febrero, cuando CABA inició, finalmente, el empadronamiento de mayores de 80 años para vacunarlos a partir del lunes siguiente, la Provincia de Buenos Aires ya tenía casi 3 millones de anotados y había aplicado más de 300.000 dosis. Ahora, eso si: las clases presenciales -con burbujas variopintas- ya se habían iniciado y el gobierno de la Ciudad de la Furia se enorgullecía en su página web de que “El 17 de febrero todos los chicos y chicas de la Ciudad empezaron su ciclo lectivo”…
Días después, el Lord Mayor partía raudo, en avión privado, hacia Buzios, para descansar junto a sus hijas porque, explicó: “2020 Fue un año de mucho dolor para mi familia” y agregó luego, con tono compungido: “En Año Nuevo me fui a Cariló con mis hijas y todos nos contagiamos de coronavirus. Por eso, a pesar de que teníamos previsto tomarnos la segunda semana de enero, recién pudimos coordinar unas vacaciones para los últimos días de febrero, porque después mi hija empieza la facultad”. O sea, se contagió -e hizo que se contagiara toda su familia- del virus en Cariló y entonces eligió Brasil en donde estallaba la segunda ola de COVID… ¡qué pastenaca!.