• 3 de diciembre de 2024, 13:43
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¿Refundar Bretton Woods?

Por Lic. Alejandro Marcó del Pont

El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por los que no tienen conciencia al hacer negocios

Un relato es la narración estructurada de un hecho, real o imaginario, que se hace a través del lenguaje oral o escrito. Dicho de otra forma, un relato es el recuento, generalmente breve, de una serie de eventos ocurridos en la realidad, en la imaginación o, en el caso de los dueños del mundo, una construcción que determina y orienta los debates futuros. Su destino es desempeñarse como policía del pensamiento, un templario de las ideas impuestas. Quien está fuera de la narrativa asignada es incoherente, confuso, absurdo, irreal, por eso hablamos tanto de los relatos que se tejen en el Foro de Davos como del Club Bilderberg.

Para que se entienda la importancia de establecer un relato daremos un ejemplo. El 24 de febrero de 1616 la Inquisición de la Iglesia Católica declaró “formalmente herética”, además de “ridícula y absurda”, la idea que la Tierra giraba en torno al Sol, y no al contrario, por lo que Galileo Galilei fue condenado por su teoría y la Inquisición lo obligó a retractarse de su disparatada idea heliocéntrica. Obviamente lo hizo, pero añadió Eppur si muove (Y, pese a todo, se mueve). La idea del relato es esa, ridiculizar y descartar a quienes están fuera del consenso, ajenos a los parámetros establecidos por la narrativa; aunque tengan razón, serán desoídos. Debemos reconocer que se ha logrado significativos avances desde la época de Galileo, antes lo mataban, ahora se los sepulta civilmente.

Anunciada por Emmanuel Macron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida como COP27, que se celebró en Egipto en noviembre del 2022, Francia organizaría una cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Global que, dependiendo de su alcance, podría ser vista solo como otra reunión internacional que se suma a las conferencias climáticas periódicas de las partes sobre contaminantes orgánicos persistentes (COP), reuniones del G7 y el G20, o como un punto de inflexión de ellas; lo que sí es claro, el relato se tiene que instalar.

Esta cumbre, convocada y ya celebrada en París los días 22 y 23 de junio, pretende iniciar la revisión del sistema financiero internacional, que ha quedado obsoleto por la proliferación de crisis, provocadas por el mismo sistema financiero internacional. Y aquí comienza una iniciativa, amparada en crónicas aterradoras, con beneficios financieros verdes encubiertos detrás de múltiples deseos fallidos, iniciativas por demás absurdas, que encubren la realidad deseada.

Una serie de expertos se reunieron en Barbados, por invitación del Gobierno de este país, y participaron en varios días de intensos debates sobre el camino a seguir por la comunidad mundial ante los graves retos a los que se enfrenta la humanidad en la actualidad, y en particular a un ambicioso proyecto basado en la propia experiencia de la isla: dar a los países vulnerables acceso a recursos financieros para responder al calentamiento global. De esos debates surgió la Iniciativa Bridgetown. Propone utilizar como garantía los U$S 500.000 millones en derechos especiales de giro del FMI para crear un nuevo fondo fiduciario que lograría reunir el dinero necesario para que los países en vías de desarrollo que sufran desastres naturales ¡derivados del cambio climático! puedan tener el derecho a, y esto es textualuna pausa de dos años en el reembolso de su deuda externa”.

Aunque parece absurdo el pedido, y que se encuentre redactado y editado en el discurso de la Primera Ministra Mottley en la Asamblea General de la ONU, ya que si una isla está bajo agua, resultará difícil que pueda cubrir sus compromisos, ni ahora ni dentro de dos años, tiene su picardía que organismos financieros y países desarrollados tomaran la idea. Ya lo veremos.

El segundo punto de la iniciativa Bridgetown tiene que ver con ampliar los préstamos multilaterales a los gobiernos, en lo que se dio a llamar bienes públicos globales, una estrategia que aborde la transición energética, la crisis climática y la financiación del desarrollo, es decir, financiar las necesidades de los países pobres en cuestión del clima, estabilidad, resiliencia, y adaptación para la protección de la biodiversidad.

La pandemia de COVID‑19, y el cambio climático, empobrecieron más y concentraron los ingresos de manera más acelerada que en las últimas cuatro décadas, amplificando las deudas nacionales, por lo que ahora financiar la lucha contra la pobreza y el cambio climático es imposible. Por lo tanto pasó a ser un problema mundial la necesidad de contar con bienes públicos que también “sean mundiales”. Espero que quede claro: ahora los bienes tienen que ser sustentables.

No había problema cuando el primer mundo se desarrolló y contaminó, y tanto ellos como las empresas multinacionales contribuyeron a multiplicar los riesgos ambientales con inmensas ganancias. Ahora, con la transición energética, inventada por los países centrales que carecen de los bienes intermedios para llevarla a cabo, entienden que si colaboran, financian, y se apropian de materias primas, se beneficiarían de las soluciones. Valga resaltae que el tercer punto de la iniciativa Bridgetown es “diseñar un asalto global masivo a la crisis climática”.

Entonces, el relato indica que, como en el último medio siglo no se pudo combatir la pobreza, adicionarle ahora la lucha contra el cambio climático de manera simultánea no lo resistirían ni la restricción presupuestaria ni los niveles de endeudamiento del tercer mundo. Y de ahí se agarró el presidente francés Macron ¿Cómo que no se puede? ¡Se puede combatir la pobreza y lograr un desarrollo sustentable! Es un reto que supera a todos los demás, pero que resulta insostenible en el círculo vicioso del endeudamiento actual. Según la ONG Oxfam, «el 93% de los países más vulnerables a las catástrofes relacionadas con el clima están endeudados o cerca de estarlo”.

Es en el tema de la deuda donde la iniciativa converge con otra agenda: la reforma de las instituciones de Bretton Woods, es decir, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, fundados en 1944. Supuestamente destinadas a garantizar la estabilidad macroeconómica, ya no están en sintonía con la realidad y las necesidades globales del nuevo siglo. La deuda, las reformas bancarias, el sector privado y la creación de nuevas fuentes de ingresos son los cuatro pilares de esta cumbre, cuyo objetivo, en palabras del Palacio del Elíseo, es «desbloquear las conversaciones» para crear un impulso político, o incluso «refundar Bretton Woods».

La idea es apropiarse de las materias primas y sobre endeudar a los países que no son responsables del cambio climático. Se necesita un relato público, una hoja de ruta con vistas a las próximas citas de 2023, en particular, a la COP28 en Emiratos Árabes el 12 de diciembre de 2023. Aunque parece broma que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se lleve a cabo en tierras del séptimo productor de energía no renovable.

Una de las ideas que encubren la realidad es el desafío de recuperar la confianza a nivel internacional. Esta confianza se ha visto afectada, en parte, por la dificultad de lograr la promesa hecha en 2009 en la COP15 de Copenhague, y reafirmada en 2015 en París: aportar 100.000 millones de dólares anuales, desde entonces a 2020, para ayudar a los países a adaptarse. La suma prometida se ha estancado en 83.000 millones y durante el 2023, es decir, ocho años después, es posible que se reúna. El segundo son otros 100.000 millones de dólares, los Derechos Especiales de Giro (DEG), sacados para rescatar las arcas en la época de Covid-19. Pero el sistema de redistribución es manifiestamente desigual, ya que es proporcional a la pertenencia de cada país al FMI. Por ejemplo, de los 650.000 millones de dólares en DEG emitidos en el marco de la pandemia, sólo 33.000 millones se destinaron mecánicamente a África.

A la reunión en París acudieron 39 jefes de Estado, de los cuales 26 son africanos, 45 ministros y otros tantos responsables de grandes instituciones, entre ellas las principales afectadas por una reforma de los acuerdos de Bretton Woods: Kristalina Georgieva, directora del FMI; Ajay Banga, del Banco Mundial, así como Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil y directora del Nuevo Banco de Desarrollo, creado por los Brics, y el sultán Al-Jaber, que preside a la vez la próxima COP28 y la compañía petrolera nacional de los Emiratos Árabes Unidos.

¿Cuál es la mejor manera de apoyar el espíritu empresarial y estimular un sector privado generador de empleo? Movilizando recursos financiamiento locales, instituciones públicas, fondos privados y el desarrollo de iniciativas probadas y comprobadas, como la Alianza para el Emprendimiento en África. Con el discurso de restablecer la confianza Norte-Sur, el sector privado puede ser una nueva fuente de ingreso y se podría negociar la deuda y reformar las instituciones financieras para que solventen, a través de los estados, nueva deuda para el desarrollo sustentable, siguiendo la lógica del nuevo consenso de Washington.

Fuente: El Tábano Economista

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