Ya varios han hecho notar la contradicción intrínseca que hace a la UCR ser la propia UCR, en una especie de autodefinición circular infranqueable, como la que padecen los concurrentes a la reunión en la película de Buñuel El Angel Exterminador, que no saben por qué no pueden salir de una elegante reunión ni tampoco por qué se van degradando. Contiene –y todavía debe mantenerla- en su carta constitutiva la progresista como cuasirrevolucionaria y melancólica exigencia de “Reforma agraria inmediata y profunda”, convertida en un chiste porque los radicales parecen siempre complicarse con los sectores más reaccionarios de este país, léase el famoso “campo” defendido inolvidablemente por el entonces Vicepresidente Julio “no positivo” Cobos. Desde luego, se han producido ciertas excepciones, don Arturo Ilia, seguramente, y Raúl Alfonsín otro tanto, con los claroscuros de Yrigoyen, ensalzado también por la comparación con el proceso que lo tumbó, la primera de las Décadas Infames; Frondizi recostado en Alsogaray, que después fue retomado por Carlitos, hay que decirlo. Pero esas son niñerías junto a la incorporación de la UCR a Cambiemos, el remate más estrepitoso de toda la saga radical.
¿Cómo es ser radical hoy en día? ¿Se ha estudiado? ¿Cómo hará un, pongamos por caso, Ricardo Alfonsín para tragarse el retrato de Macri en la sala del partido en el Senado? ¿Podremos ver algún día a un nuevo Néstor -ojalá sea Ricardito -que ordene que descuelgue de la pared ese oprobio?
Desde Los Ángeles me llama el también Dr. Cereijido, amigazo de la vida, y me comenta sobre los obnubilados que salieron el 20 de junio a la calle, desgañitándose en apoyo a Vicentín, a la propiedad privada, y de paso atacar a “Los Fernández”; me pregunta ¿cuántos fueron?. Como 300 a lo mucho, le respondo, no son los mismos, aunque coinciden en número con los que firmaron a fin de mayo la carta de los preocupados/indignados por el advenimiento fatal de una “infectadura”, que describiría más bien lo que tienen en el hipotálamo las “Brandoni de la Ciencia” y toda la caterva abominable de fanáticos, los genuinamente ideologizados y por tanto voceros gratuitos y rottweilers de la gavilla macrista, pero sin remuneración. Se darán cuenta más pronto que tarde que ellos, esos “Ellos” de Oesterheld, no son los únicos propietarios del odio,y que deberán moderarse porque se exponen a una respuesta proporcional, que demasiado considerado es Alberto para el prontuario que ostentan.
Por todo eso el tema Vicentín es de absoluta relevancia. No se puede perder el momentum porque de modo contrario el laterío y bocinazos en el Obelisco se va a convertir en una amenaza real. Las señales son más que claras: basta leer aleatoriamente La Nación, a los que sí han metido mano en el botín pues los favores que les deben son muchos. Fernández Díaz es generalmente el más ponzoñoso, dispara mentiras a rolete, habla sin pudor de los “narcos que han sido excarcelados por la Justicia kirchnerista” y no pasa nada con él ni con el diario que nunca rectifica nada, silbar para arriba, y se pregunta, tibio esta vez para las barrabasadas que suele vomitar, si en estos seis meses de Alberto la “pavorosa cadena de quiebras de pequeños comercios y pymes no podría haber sido atenuada”. ¿Él sabrá cómo?
Esta gente, los Fernández Díaz, los Brandoni o los gordos Casero/Lanata/Carrió, ¿qué sustancias están consumiendo? ¿Habrán considerado alguna vez reestablecer al estilo japonésel honor perdido? En realidad, no les mueve un pelo ni lo de Vicentín, ni el correo de la familia Macri, ni la deuda, ni el espionaje, ni el caso D’Alessio y todavía tienen las gónadas de afectaresas carotas adustas, de reprobación republicana. A ellos se le suma esa nueva masa cacerolera-libertaria, un curioso maridaje posmoderno y new ageurbano de clase media que debe incluir buena parte de los trotadores nocturnosque percuten rodillas en las durísimas superficies larretianas.
En cierta población del interior, que no es Balcarce o cualquier otro bastión de clientes de la John Deere, también aparecen grupitos “libertarios”, son los nuevos conspiranoicos “región 4”, que pueden a lo sumo sembrar tomillo en una maceta, practicar tai-chi pero los conmueve, literal, la “violación de la Constitución, la espropiasion y el comunismo” (sic) que se nos viene, Cuba y Venezuela a la vuelta de la esquina.
Curiosas formas de anarcomacrismo que se han apropiado de la palabra “libertad” así como la derecha que hace rato se viene apropiando la de “seguridad” (absurdamente regalada por los bondadosos bienpensantes de la izquierda, como si la inseguridad no nos afectara a todos, de modo que celebro que esté Sergio Berni en la provincia de Buenos Aires).
Tremendo desafío tiene el gobierno nacional en las semanas venideras. Es no solamente ocuparse del presente atroz sino del diseño de la estrategia para enfrentar lo que vendrá en una etapa postpandémica, todavía muy incierta en sus plazos. De repente, y así sin darnos cuenta, al gobierno le quedarán sólo dos años para retomar la agenda de una posible reconstrucción. Y, esto es para ayer, sacar a tiros si es necesario a la pesca pirata y a la minería concesionada por Aranguren en el mar Argentino.
Fuente: Revista La Barraca