Acaban de atentar contra la vicepresidenta… Y muchas cosas me dan vueltas en la cabeza. ¿Por qué? ¿qué hubiera pasado si el atentado hubiera sido eficaz? ¿Cómo es posible semejante barbarie? ¿Quién? Y más… mucho más.
Creo que estamos un poco hartos de los discursos que alientan el odio, el desprecio, el rechazo… Y que, si, por ejemplo, eventualmente ocurriera que un desquiciado actúa en consecuencia, simplemente dirán “¡fue un desquiciado!”. ¡Y listo! Hace años vienen hablando basura y destilando odio. Y, entonces, nunca falta alguno que, envenenado grita pidiendo pena de muerte… o que un repartidor atropella gente, “por odio”. O que alguien tira las piedras o cascotes que, “ocasionalmente” ellos mismos pusieron allí para alentar el descontrol. Claro que algo les salió mal: pusieron vallas, pusieron cascotes, tiraron lacrimógenos y gas pimienta, hidrantes y golpes a mansalva a los militantes, y la respuesta fueron cantos, bailes y apoyo festivo. Nadie tomó uno de los cascotes que ustedes pusieron para tirarlo contra los policías de la ciudad que reprimieron e insultaron… ¡Nadie! Mientras tanto, siguieron insultando, acusando, y afirmando que querían la paz mientras otros querían la violencia. Y, en ese mientras, unos – ustedes – seguían golpeando, otros seguían cantando.
Hoy, uno atentó contra Cristina. Y muchos quedamos desconcertados. En realidad, no esperábamos ni conseguimos el más mínimo gesto de grandeza de ustedes. No pedimos una marcha de los paraguas, sería demasiado para su insignificancia; no pedimos que hablen de intento de “magnicidio”, ya que eso lo usaron para una ficción de microcidio que ustedes mismos inventaron. Sólo saben hacer política con la muerte. Y si la muerta es la vicepresidenta, a lo mejor, sean simples daños colaterales. No sé si alguien alentó al atacante, o se sintió avalado, legitimado, o necesitado de descargar el odio que le han introyectado, sí sé, y lo creo firmemente, hoy quedamos mucho más lejos de la paz que tanto necesitamos. Mucho más lejos. Y de esa lejanía, ustedes son los responsables exclusivos y excluyentes. Despreciables responsables. Del odio, del desencuentro y – afortunadamente no ocurrió – de la muerte. Otros, los amantes de la vida, seguimos apostando, militando y sabiendo que otra Argentina es posible. Otra que nada tiene que ver con la que ustedes pregonan. Otra que seguiremos celebrando con cantos y bailes, eso que a ustedes los enerva y a nosotros nos hace sentir pueblo.
Fuente: Blog 1 de Eduardo de la Serna