El poder tiene formas muy
diferentes de manifestación. La más indirecta e inmediata se exterioriza como
negación de la libertad. Esta capacita a los poderosos a imponer su voluntad
también por medio de la violencia contra la voluntad de los sometidos al poder.
El poder no se limita, no obstante, a quebrar la resistencia y a forzar a la
obediencia: no tiene que adquirir necesariamente
la forma de una coacción. El poder que depende de la violencia no representa el poder supremo. El solo hecho de
que una voluntad surja y se oponga al poderoso da testimonio de la debilidad de
su poder. El poder está precisamente allí donde no es tematizado. Cuanto mayor
es el poder, más silenciosamente actúa.
El poder sucede sin que remita a sí mismo de forma ruidosa.
El poder, sin duda, puede
exteriorizarse como violencia o represión. Pero no descansa
en ella. No es necesariamente excluyente, prohibitorio o censurador. Y no se opone a la
libertad. Incluso puede hacer uso de ella. Solo en su forma negativa, el poder
se manifiesta como violencia negadora que quiebra la voluntad y niega la
libertad. Hoy el poder adquiere cada vez más una forma permisiva. En su permisividad, incluso en su amabilidad, depone su negatividad y se
ofrece como libertad.
El poder disciplinario no está dominado del todo por la negatividad. Se articula de forma inhibitoria y no permisiva. A causa de su negatividad,
el poder disciplinario no puede describir el régimen neoliberal, que brilla en su positividad. La técnica de poder propia del neoliberalismo adquiere una forma sutil,
flexible, inteligente,
y escapa a toda visibilidad. El sujeto sometido no es siquiera
consciente de su sometimiento. El entramado de dominación le queda totalmente
oculto. De ahí que se presuma libre. Ineficiente es el poder disciplinario que con gran
esfuerzo encorseta a los hombres de forma violenta con
preceptos y prohibiciones. Radicalmente más eficiente es la
técnica de poder que cuida de que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación. Quiere activar,
motivar, optimizar y no obstaculizar o
someter. Su particular eficiencia se
debe a que no actúa a través de la prohibición y la sustracción sino de complacer y
colmar. En lugar de
hacer a los hombres sumisos, intenta hacerlos dependientes.
El poder inteligente, amable, no opera de frente contra la
voluntad de los sujetos sometidos, sino
que dirige esa voluntad a su favor. Es más afirmativo que negador, más seductor
que represor. Se esfuerza en generar emociones positivas y en explotarlas. Seduce en lugar de prohibir. No se
enfrenta al sujeto, le da facilidades.
El poder inteligente se
ajusta a la psique en lugar de disciplinarla y someterla a coacciones y
prohibiciones. No nos impone ningún silencio. Al contrario: nos exige
compartir, participar, comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos y
preferencias; esto es, contar nuestra vida. Este poder amable es más poderoso que el poder represivo. Escapa
a toda visibilidad. La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante
una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se
elimina la decisión libre en favor de
la libre elección entre distintas ofertas.
El poder inteligente, de
apariencia libre y amable, que estimula y seduce, es más efectivo que el poder
que clasifica, amenaza y prescribe. El botón de me gusta es su signo. Uno se somete al entramado de poder
consumiendo y comunicándose, incluso haciendo clic en el botón de me gusta. El neoliberalismo es el capitalismo
del me gusta. Se diferencia sustancialmente del capitalismo del
siglo XIX, que operaba con coacciones y prohibiciones disciplinarias.
El poder inteligente lee y evalúa nuestros pensamientos conscientes e inconscientes. Apuesta por la organización y optimización propias realizadas de forma voluntaria. Así no ha de superar ninguna resistencia. Esta dominación no requiere de gran esfuerzo, de violencia, ya que simplemente sucede. Quiere dominar intentando agradar y generando dependencias. La siguiente advertencia es inherente al capitalismo del me gusta: protégeme de lo que quiero.
Extracto del libro "Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas del poder"- Traducción de Alfredo Bergés- Edición PENSAMIENTO HERDER, dirigida por Manuel Cruz
Foto de Tapa: MASSIMILIANO MINOCRI / EPV