• 21 de noviembre de 2024, 4:43
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Palabras ofensivas

Por Eduardo de la Serna*

Es sabido que la palabra “diccionario” proviene de “dicción”, esto es “acción de decir; el modo de expresión” con el sufijo “-ario/aria”, que es forma adjetiva que indica relación con…

 

Señalo esto para comenzar, a partir de la sobreactuación del comediante Ariel Lijo pretendiendo que la Real Academia Española elimine de su diccionario la acepción despectiva del término “judío”, entendido como “avaro”, por ejemplo. Señalo tres cosas breves: quizás Lijo deba pretender purgar su pasado avalando el partido nazi de Biondini, pero no es así como – creo yo – debiera hacerlo; creo que es más que lamentable, ¡detestable! esa acepción del término “judío”, pero puesto que existe (insisto, ¡lamentablemente!) es comprensible que un diccionario la consigne. Lo aberrante es que se use, no que se diga que se usa; y no es “cancelando” que se arregla el tema, sino aprendiendo a no usarla. Las palabras dicen, y al decir (en la “dicción”) algo expresamos (a veces, más algo que tenemos dentro que lo que “hay fuera”). Finalmente, “matar al mensajero”, ya lo sabemos, no es un acto de sensatez. Pero, ya lo sabemos, Lijo pretende acceder a la Corte Suprema, y “chuparle las medias” al presidente es un buen (sic) paso para alcanzar la meta.

 

Pero me sirve todo esto para pensar un poco más. Se ha dicho, y no me parece falso, que tenemos que aprender a hablar de nuevo en decenas de cosas (“deconstrucción” lo llaman). Y, en la misma línea, hay decena de palabras que con el tiempo se han utilizado como insultos, es decir, partiendo de una “dicción” despectiva del término, siendo que – lo sabemos – de ninguna manera se han de tomar hoy como tales. No hace falta poner ejemplos, pero no deja de ser interesante que algunas de ellas son usadas en el peor sentido por el soez lenguaje del primer mandatario (sin que Lijo lije la lengua procaz).

 

Es evidente que al usar un término en un sentido y no en otro, cuando la palabra tiene diferentes acepciones, es algo que se hace en el cotidiano; pero no es menos cierto que hay términos que es sensato, razonable y justo dejar de usar (claro que razonabilidad, sensatez y justicia son vocabularios incomprensibles en la presidencia). La RAE afirma que “decir” es manifestar en palabras el pensamiento, y, también, nombrar o llamar. Y no deja de ser curioso – por decirlo suavemente – el intento de expresar un pensamiento o de llamar cosas en un sentido totalmente distinto al que la sensatez, la razonabilidad y la justicia indican hacerlo. Ya se vio desde el comienzo del gobierno con la eliminación de la palabra “presidenta” (después que decenas de ágrafos e iletrados intentaron denostar su uso) a pesar que la misma RAE (y debo señalar que nada me importa lo que la RAE diga, pero sirve, al menos de referencia): “hoy el femenino específico presidenta, documentado en español desde finales del siglo xv y único que se recomienda usar en la actualidad” (¿leí bien? ¿desde el s. XV? ¿se recomienda?).

 

Y voy a un tema más actual… Mirando el término “raza” me llaman la atención algunas cosas: la primera acepción que indica la RAE es “casta”, la 3ª y 5ª alude a “grieta”, y refiere, además, a “algunas especies biológicas y, precedida por “de”, dicho de un animal. Si añadimos, “civilización” encontraremos que se trata de un “Estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres”. Acoto que – siempre en la RAE – el término “indio” presenta la acepción (5ª): “inculto” (¿teléfono para Lijo?).

 

Pero como lo propio y la dirección del lenguaje milenarista es el insulto (que viene de “saltar contra alguien”, según parece) no extraña que no se haga nada sin pretender ofender, lastimar, agredir. De paso, en el diccionario de la RAE el término “zurdo” no brinda la acepción perversa tan usada por la dicción oficial (y para oficial). Otra tarea para el pretendiente a supremo.

 

Otro término hoy en boga es “descubrir”, es decir “manifestar”, o “destapar lo que estaba tapado o cubierto” (término usado desde 1140, parece). Yo podría aceptar – con alguna dificultad – que se diga que en 1492 los españoles “descubrieron” que existía otra realidad, “otro mundo” que no se les había manifestado, pero a condición que se diga, a su vez, que los americanos, ese mismo día, en el mismo momento, “descubrimos” [notar la primera persona del plural] que había otro mundo y otra realidad que era Europa. Pero nada de esto sin tener, además, en cuenta todas las consecuencias que ese nuestro “descubrimiento” trajo: que existía la crueldad, la barbarie en lengua castellana, la esclavitud, el tratar a los y las demás como cosas o seres inferiores (y no niego que eso existía también en el interno de la luego llamada “América”; los mexicas, por lo que sé, no eran candidatos al nobel de la paz). Pero es comprensible – o, por lo menos, no me extraña “ni un tantico así” – que los términos raza, descubrimiento, civilización y progreso (ir hacia adelante; avance, perfeccionamiento [sic]) sean usadas por este gobierno, sus laderos, secuaces y lacayos [ver RAE]); lamentablemente esto es lo que imaginaba que con estos sucedería. Pero también sigo imaginando “otro mundo posible”, o – si se quiere – una “utopía”. ¡Allá vamos! Ah… y puesto que los estudiosos de la apocalíptica dicen que allí “Endzeit ist Urzeit” (los tiempos futuros son los tiempos originales), ¡volveremos!

Fuente: Liliana López Foresi

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