Cuando pensamos la naturaleza del gobierno bolsonarista, rápidamente lo pensamos como neoliberal. Parecería un discurso que defiende o neoliberalismo, tomando un conjunto de medidas que liquidan la regulación laboral. Pero la desregulación que va sustentando se articula con la economía que Bolsonaro y su clan siempre sustentaron. Su universo es la economía clandestina, el lumpen empresariado, navega en áreas oscuras de la economía -área de la criminalidad, sin vueltas-.
Por ejemplo, las redes clandestinas de transporte privado en vans de la periferia, los loteos clandestinos, las prácticas de manicomialización hace ya treinta años desplazadas, prácticas que se reivindican inclusive para adicciones, toda una estructura destinada a tomar dinero público y canalizarlo para lugares fáciles de controlar desde ellos Las famosas “comunidades terapéuticas” en manos de los evangélicos es un claro ejemplo de estas prácticas. La desregulación del comercio de armas por ejemplo obedece a la misma lógica, permitiendo el comercio clandestino de armas una vez que la regulación pierde lugar.
Un comentarista político muy prestigioso, Luis Nassif, en su blog , resalta un aspecto poco considerado por los representantes del mercado que ayudaron a elegirlo. Su profundo resentimiento y rencor hacia la clase dominante. Ese resentimiento quedó clarísimo y transparente en el episodio profundamente ofensivo hacia el fallecido diputado Rubens Paiva. Rubens Paiva fue diputado de oposición durante el período anterior a la dictadura y murió torturado en las dependencias del DOI CODI de Rio de Janeiro en 1971. En ocasión de un homenaje a su figura, ya esclarecidas las circunstancias de su muerte 40 años después, Bolsonaro se hace presente en el homenaje y escupe en el busto recién inaugurado de Paiva, a los gritos de “comunista no tiene lugar en el congreso”.
Lo que pocas personas saben es que la infancia de Bolsonaro, hijo de un peón que también hacia de práctico dental (arrancaba dientes de la peonada) transcurrió en el El Dorado,un pueblito del interior de São Paulo, donde el padre de Rubens Paiva fue intendente, hacendado y figura de proyección en el lugar. Bolsonaro creció con un profundo sentimiento de inferioridad y de rebelión ante lo que él vive como instancias superiores. Esto queda claro en el episodio que lo expulsa del ejército, con un diagnóstico de enfermedad mental, episodio en el que amenazó a sus superiores con usar un explosivo para dirimir la discusión de sueldos de su cohorte.
Por eso, en realidad, no estamos frente a un neoliberal y esto el mercado ya lo ha captado y lo preocupa. Estamos frente a un sujeto que arremete contra todo y todos, en un esfuerzo por destruír cualquier tejido social que lo limite. Ejemplos,innumerables. La cuestión es hacer escarnio de cualquier legalidad, desde la ley que regula las sillitas de seguridad en los vehículos hasta la intención de nombrar su hijo embajador en Estados Unidos. Cosa que por otro lado, Trump recibe con agrado, porque sabe perfectamente que esta patética figura llegaría a abalizar todas y cada una de las alocadas medidas del payaso estadounidense en su tentativa de Star Wars contra China.
La política exterior de Bolsonaro está destruyendo las redes comerciales y políticas brasileras al mismo ritmo del desmatamiento amazónico. Su ideal es quedar como furgón de cola de la política externa norteamericana en una dirección única que destruye cualquier posibilidad de autonomía de Brasil .Peleas con Alemania, Noruega, Países Árabes, Venezuela van minando los vínculos comerciales y políticos .
Pero el espacio interno no está menos comprometido. Las revelaciones en cuenta gotas- estrategia muy pensada-de Glenn Grenwald a partir del sitio Intercept no dan tregua en el desvelamiento de la gigantesca trama del Lava Jato. Trama que no solamente nos dice con pruebas contundentes de la absoluta parcialidad del proceso que llevó a Lula a los 500 días de su prisión y consecuente eliminación del pleito electoral. También nos habla de las armazones del heroico juez Moro y sus procuradores para quedarse con 2.500 millones de la Petrobrás, que fue destruída, así como muchas de las mayores empresas que estaban haciendo del Brasil uno de los punteros de la autonomía del continente.
Hoy, a las tres de la tarde de este lunes, el cielo de San Pablo oscureció como si fueran las diez de la noche. Los vientos y una combinación de factores trajeron las cenizas de las quemadas del norte del país hasta las modernidades paulistanas. Ominosa metáfora de un futuro diseñado por uno de los momentos más sombríos pero tal vez más intrigantes de este país que, asombrado, asiste a lo que esta banda criminal encaramada en el gobierno nos dice de su sociedad.