• 21 de noviembre de 2024, 7:13
Inicio | Opinión

Nada como la guerra para que se caigan las caretas

Por Juan Chaneton*

« …en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente

cuando invocan en su auxilio, temerosos, los espíritus del pasado,

toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje,

para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado,

representar la nueva escena de la historia universal».

Karl Marx

El 18 Brumario de Luis Bonaparte

Para la prensa occidental, en el origen de esta crisis ucraniana y mundial está Crimea año 2014, pero eso es mentira por varias razones, la primera de todas, que antes de Crimea 2014 tuvo lugar un golpe de Estado organizado por la inteligencia anglosajona bajo el formato «primaveral» que abrió un proceso que culminaría más tarde con un «antipolítica» depositado en el gobierno y apoyado en pandillas neonazis que inspiran su actividad delictiva en el «legado» del criminal de guerra Stepan Bandera, autor material e intelectual del genocidio que las hordas hitlerianas perpetraron en el frente sudoriental ucraniano entre 1942 y 1944. El odio a Rusia que profesa Volodymyr Zelensky -un ex humorista firmemente asido a sus prejuicios- reconoce como fuente las fechorías que, durante la guerra patria que libró la Unión Soviética, perpetraba, a lo largo y a lo ancho de Ucrania, el referido delincuente Bandera, tan bien retratado por Jonathan Littell en su novela «Las Benévolas».

Lo que ha ocurrido es que luego de ocho años de asedio y crímenes contra la población (mayoritariamente rusa) del Donbass (a la que hasta se le prohibió hablar en su lengua materna), el presidente Putin decidió intervenir, y lo hizo mediante una operación militar cuyos fundamentos explicó el presidente ruso y que dejan muy en claro que Rusia no pretende ocupar militarmente Ucrania sino sólo defender a los habitantes de Donetsk y Lugansk del asedio neonazi conducido por un sosia de nuestro Miguel del Sel, así como hacer cesar la amenaza occidental sobre Rusia proveniente de un gobierno ucraniano vendido a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos.

Al fin y al cabo, tanto fue el cántaro a la fuente que terminó hecho trizas, y ello porque el valetudinario presidente de Estados Unidos no tiene más opción, en el ejercicio de su mandato, que poner la cara cada vez que unos halcones ignotos pero peligrosos le diseñan un plan para «contener» a Rusia. Y ahí está el problema, que a Estados Unidos hace un siglo que nadie lo contiene y por eso ha llenado el mundo de bases militares, de guerras y de crímenes sin nombre perpetrados con la mentira como propaganda -como goebbeliana propaganda- algo que, por cierto, no es práctica ni de Rusia ni de China.

A Rusia, en cambio, se la ha hostigado y provocado permanentemente desde la crisis de Osetia, en 2008, hasta la de Crimea, en 2014 y ahora la de la región de Donbass, con 4 millones de habitantes de los cuales 800.000 son ciudadanos de Rusia y la mayor parte del resto son rusoparlantes que quieren pertenecer a Rusia o, cuanto menos, volver a las políticas de buena vecindad con Rusia que practicaba Yanukóvich. La repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk no nacieron de un repollo sino de la materialidad del proceso histórico en la región: se opusieron al golpe de Estado que derrocó al presidente Yanukóvich luego de las coloridas puebladas del Maydán organizadas por la inteligencia extranjera y difundidas por la cadena Fox del «periodista» Rupert Murdoch como parte de la ofensiva estratégica de la OTAN contra la Federación Rusa.

Mantener a la población de occidente desinformada es básico para implementar medidas de aislamiento en contra de Rusia. Por eso cacarean, a estas horas, pollos y gallinas de gallineros diversos pero todos ellos exhibiendo, con sus patéticas diatribas y con sus conductas apresuradas, la ignorancia que sólo los mediocres robustos y los impedidos mentales usan como herramienta cuando la vida los coloca ante la disyuntiva de honrar la profesión periodística o deponer sus heces sobre ella.

Auscultando el futuro inmediato, indagamos en los probables cursos de acción en la región focalizando en los actores principales, incluyendo a la Argentina, no porque sea un actor principal en esta tragedia sino porque es el país en el que vivimos.

Rusia

Este país eslavo, que supo derrotar, en su propio territorio, a los fascismos decimonónico y del siglo XX , cuenta con un liderazgo político legitimado masivamente por un pueblo que no cree en lágrimas sino en hechos, y que tampoco cree que lo que dice occidente que es la democracia lo sea en realidad. El primer punto fuerte de ese liderazgo es el consenso popular con que cuenta y que se viene manifestando cada vez que ese pueblo es convocado al acto electoral. El segundo, reside en que las «sanciones» que puede disponer la jefatura occidental basada en Washington tienen, necesariamente, efectos colaterales y secundarios que afectarían seriamente también al propio actor americano y a Europa. Expulsar a Rusia del mecanismo digital Swift (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), que sería, según un mercachifle europeo, «la madre de todas las sanciones», no sólo implicaría perjuicios para el país sancionado sino, en primer lugar, para los que necesitan, a través de su sector privado, negociar con aquél. Tanto es así, que la jefatura europea con sede en la Casa Blanca está considerando la posibilidad de aplicar un cierto «gradualismo» en la desconexión de Rusia del SWIFT, es decir, privar de la comunicación financiera digital, al principio, a un puñado de bancos rusos pero no a todos. De modo similar, el ducto Nord Stream II es una prioridad estratégica para Alemania, más que para Rusia, pues aquélla lo necesita como cuestión inmediata, para no tener que enfrentar disturbios cuando el pueblo alemán se entere de que, durante el próximo invierno, sólo contará con leña para calentarse; en tanto ésta (Rusia) podría, eventual y conjeturalmente, tener en mira la consolidación, a largo plazo, de un vínculo privilegiado con Alemania a partir de su calidad de proveedor de un insumo esencial como el gas. En este sentido, acaba de ironizar Dmitry Medvedev, el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso: «Bienvenidos al nuevo mundo en el que los europeos van a pagar muy pronto 2000 euros por 1000 metros cúbicos de gas natural”. Por lo demás, los mercados chino e indio (la mitad de la población mundial) permanecerán abiertos para Rusia. Putin y su íntimo pensamiento sobre diversas cuestiones, constituyen una incógnita imposible de despejar. No ocurre lo mismo, en cambio, con la política que aplica, la cual puede ser, con razonables expectativas de verdad, calibrada e interpretada. Putin reconstruye, hasta donde le es posible hacerlo, el pasado que necesita. Y lo necesita no para cualquier presente, sino para gobernar un presente cuyo dato esencial fue el riesgo de desaparición de todo un pueblo junto con el colapso de la URSS. Veinte millones de kilómetros cuadrados, 37 lenguas y diversas religiones supieron constituir una sola unidad jurídico-política. Ese Lenín que, según Putin, «entregó» Ucrania, junto al Stalin posterior que detuvo la barbarie nazi e industrializó un país con el 90 % de analfabetismo, consolidaron esa unidad. Reconocer a un pueblo como nación es un ejercicio extremo de democracia. Esto fue lo que hizo el «autoritario» Vladimir Ilich Uliánov, Lenin. De prepo nada se podía hacer entonces. Nada durable. A ese colapso de semejante entidad política, jurídica y cultural (la URSS) tuvo que hacer frente Putin. Y no es negando la historia zarista de su patria ni abominando de la Iglesia Ortodoxa Rusa como se hubiera podido, plausiblemente, lograr que de las cenizas de una historia trágica renaciera un pueblo al que Hitler primero y los Estados Unidos después, hubieran querido ver desaparecer de la civilización terrícola. Y a ello se agrega, como decimos, que lo esencial sigue siendo que no sólo hay un modo ruso de llorar y de reír sino que también hay un modo ruso de hacer la guerra: hasta el fin, quemando las naves y a muerte. Los pueblos eslavos siempre han afirmado su ser y siempre han querido existir. Y van a existir. Occidente debería dedicar más tiempo a averiguar qué endriagos lo acechan en los libros de historia.

EE.UU.

Todo lo que hace Estados Unidos en el mundo hay que entenderlo, en esta etapa del desarrollo del proceso histórico, a la luz de la opción orden multipolar o hegemonismo. Éste constituye no un capricho de sus élites sino una necesidad vital de sobrevivencia de dichas élites en el orden global. La democratización de las relaciones internacionales, en este sentido, es como el principio referido a la «solución pacífica de las controversias» (cap. VI, art. 33 de la Carta de la ONU): Estados Unidos no puede aceptar esos principios más allá de la retórica, no porque deliberadamente se proponga no hacerlo sino porque hacerlo destruiría su orden político y devastaría su economía basada en la guerra permanente. Hay una dinámica objetiva que rige el desenvolvimiento de las sociedades humanas. La situación política interna, con un presidente Biden débil, desorientado y desprestigiado y con perspectiva de derrota electoral en cierne, no alcanza a explicar nada sustantivo de lo que actualmente ocurre en Ucrania. No obstante, una guerra más, con sus secuelas de muertos propios en tierras lejanas, siempre permanece en el imaginario y la memoria del pueblo estadounidense, pero más determinante de la actitud que exhibe la Casa Blanca en esta crisis es el hecho de que Ucrania no integra la OTAN y, por ello, no se aplica el art. 5° del estatuto del organismo que instituye un lúgubre «uno para todos y todos para uno», es decir, ayuda mutua para defender, a como dé lugar, los privilegios de la plutocracia anglosajona y europea en el mundo. Además, Ucrania tiene trigo, no petróleo, es decir, nada que el hegemón no pueda obtener en otra parte. Como de Afganistán recientemente, Biden (y los EE.UU.) no saldrán fortalecidos de esta crisis, sino todo lo contrario. China puede ser el gran ganador en la medida en que se afloja el hostigamiento a que venía siendo sometida y ello le permitirá, por así decir, un envión dentro del envión que ya traía en materia de tecnologías digitales aplicadas a la producción y a la industria satelital y de armamentos. No es descaminado vislumbrar, como prospectiva, que Estados Unidos se va a jugar por su «objetivo estratégico», esto es, mantener encendida la llama del conflicto en Ucrania con el fin de desgastar a Rusia; y que sobrevendrán renovadas provocaciones en Taiwán en pos de idénticos fines respecto de China. Se impone la gestación de una actividad de masas que recorra todo el mundo contra la OTAN y contra la política guerrerista del pretendido hegemón. La batalla ideológica por Vietnam la perdieron definitivamente cuando la opinión pública mundial tuvo una fuente alternativa de información y pudo, de ese modo, entrar a tallarla en el tablero global. De lo contrario, las cosas se pondrán muy difíciles para los pueblos del mundo, y ello ocurrirá si la narración de la historia sigue a cargo de las cadenas FOX, CNN, BBC y Deutsche Welle, más sus repetidoras en redes sociales.

Ucrania

El futuro de Ucrania luce negro si sus élites persisten en enfrentarse a Rusia. Una federación eslava unida (el Rus de Kiev del siglo IX está, en la milenaria historia de los pueblos eslavos, como antecedente ancestral de estas opciones geopolíticas) o bien la neutralidad podrían ser ventajosas para los empresarios ucranianos, para sus militares y para su pueblo. En Ucrania hay pobreza y corrupción en niveles que impiden hablar de una economía sana, de modo que la desideologización (soltar lastre antirruso y pronazi) sería la mejor decisión en orden a enfrentar esos graves problemas que acosan a su sociedad. Y la línea de la paz mundial debería ser la que propuso, en su momento, el derrocado presidente Yanukóvich: Ucrania no ingresa ni a la Unión Europea ni a la OTAN. Por el contrario, hoy Zelensky es renuente a negociar esos puntos pues esa es la línea política de Estados Unidos y Zelensky no tiene ninguna autonomía frente a Estados Unidos. El apoyo de las fuerzas armadas de Ucrania es vital para su gobierno que, por ahora, cuenta sólo con la incondicionalidad del «batallón Azov», horda paramilitar de nazis que se inspiran en su homólogo «Nachtigall» (ruiseñor en alemán) con el que el criminal de guerra Stepan Bandera perpetró el pogromo de Lvov en 1941, asesinato vil de judíos adultos y niños, esto último para evitar que, en el futuro, «se venguen de nosotros», así decían los nazis, tanto los nazis alemanes como los ucranianos que han dejado esta deleznable descendencia. Simón Wiesenthal ha denunciado esto y esto es lo que apoya Occidente en Ucrania con el pretexto de que defiende la independencia de ese país y con el beneplácito de «progresistas» y trotskistas no sólo de la Argentina, por cierto, ya que la bancarrota política y moral no es una plaga que sólo nos afecte a nosotros. Volodymyr Zelensky es responsable de crímenes de guerra contra civiles, y sobre su mañana cercano se cierne la posibilidad de que tenga que enfrentar, para responder por esa imputación, tribunales de justicia. Todo dependerá de cómo evolucione la crisis.

China

El país de Xi Jinping se halla ante una contradicción que deberá resolver dialécticamente, si nos atenemos a que el «Pensamiento Mao Tse Tung» integra, ex tunc, la doctrina constitucional de la República Popular China. Se trata, para la potencia mundial de Oriente, de preservar su relación con Occidente (básica para que su economía siga desarrollándose en la perspectiva de superar a la de Estados Unidos en 2030) y, al mismo tiempo, seguir afianzando el vínculo político con Moscú que resulta, en el largo plazo, de valor estratégico para ambos países en la medida en que el multilateralismo abre vías impensadas -de naturaleza ideológica y cultural- para que la humanidad, algún día, pueda plantearse modos de organización social alternativos al capitalismo.  Este es un punto nodal para advertir la lógica del proceso histórico que estamos viviendo y no caer en «explicaciones» de la realidad que descansan, invariablemente, en la voluntad de los actores o en sus características subjetivas. La crisis de Ucrania le plantea a China la certeza de que, en el futuro cercano, deberá enfrentar provocaciones de Estados Unidos en su mar territorial, en particular, en las adayencias de Taiwán y en el noroeste del país, habitado por la etnia uigur. La propaganda occidental disfrazada de información repite con pertinacia que China viola los derechos humanos. Esto lo dice Estados Unidos con Guantánamo abierta y en funcionamiento; pero la prensa occidental y el progresismo clasemediero no se dan por enterados. Ambos países (China y Rusia) están contra la OTAN y ambos procuran aumentar su influencia internacional y contrarrestar la de Estados Unidos. Valen, aquí, las últimas líneas del ítem referido a Estados Unidos.

Alemania

Olaf Scholz, el canciller alemán, acaba de anunciar que su país denegará la certificación del gasoducto Nord Stream II. Es un triunfo, en lo inmediato, para la Casa Blanca. Habrá que ver si se mantiene en el tiempo. A largo plazo, la relación con Rusia tendría que entrar en una senda de paz y buenas relaciones. Desde el fondo de la historia, todo lo trascendente que han hecho Rusia y Alemania lo han hecho juntas, para bien o para mal. Sus lazos, más allá de que sean queridos o no por ambos actores, existen en modo intenso. Y algo que ha contribuido a afianzar ese estatus es la complementariedad de sus economías. Que Alemania y Rusia no tengan buenas relaciones es un sinsentido evidente. Sobre todo si Alemania tiene que ir a malquistarse con sus vecinos no por decisión propia sino por designios e intereses del hegemón transatlántico. También es evidente que la cuña para impedir esos vínculos que podrían ser mutuamente fructíferos ha sido, desde siempre, la actividad política de los «aliados» de la guerra del ’14, transfigurados en los Estados Unidos de hoy. Por ahora, Alemania está entregando armas, en forma limitada, al gobierno de Zelensky. Se trata de una medida ejecutada con poco entusiasmo por la cancillería tedesca y con la vista puesta en el futuro de su situación interna, gasoducto mediante. En la socialdemocracia gobernante allí hay discusión acalorada y abierta acerca de cuál es la mejor política exterior de Alemania en el marco de la globalización. Todo, en suma, es proclive a la volatilidad de las coyunturas.

Argentina

En nuestra Argentina, es la ENI (Escuela Nacional de Inteligencia) el ámbito donde la situación en Ucrania debería estar dando pábulo a elaboraciones teóricas sedicentemente justificadas en el propósito que los directores de esa dependencia dicen perseguir. Éste no es otro que aplicar conocimientos adquiridos en orden a disponer de información que le permita a la Argentina desempeñarse como actor del escenario global en busca de realizar sus intereses nacionales. Es lo que procuran todos los países. Así, en ese espacio ubicado en la zona en que la calle Libertad se vuelve paqueta, los analistas ad hoc se hallan, a estas horas, elaborando documentos que plasman análisis en los cuales «Gran Frusina» es el actor principal. Gran Frusina es el nombre de fantasía que los textos vinculados al tema le dan a un imaginario enemigo del Occidente capitalista que hoy, con toda evidencia, ha pasado a ser, ese enemigo, la Federación Rusa. El texto madre en la ENI, no es de autoría ni de Giap ni del general Zhukov, por supuesto, aun cuando bien le vendría a la Nación Argentina inspirarse en teóricos como ésos que no sólo fueron teóricos sino también teóricos que debieron aplicar sus teorías en el campo de batalla: Zhukov en Stalingrado, contra los nazis; y Giap contra otros nazis, unos nazis posmodernos, digamos, que fueron los marines de Westmoreland y de Curtis Le May en el Vietnam de la década de los 60′ y 70′ del siglo pasado. El texto fundante para los espías argentinos (sometidos, en cuerpo y alma, a la geopolítica estadounidense y lejos de cualquier noción de autonomía e independencia de criterio) es uno de Sherman Kent titulado «Inteligencia Estratégica» y es este Sherman Kent el que ha inventado el mote de Gran Frusina (v. Sherman Kent, op. cit., Bs. As., Pleamar, 1994, p. 57). Dice el espía estadounidense que por «estatura estratégica» «… se entiende la cantidad de influencia que Gran Frusina puede ejercer en una situación internacional en la cual Estados Unidos tenga un gran interés estratégico». Sustitúyase «Gran Frusina» por «Rusia» y se tendrá una mejor idea de lo que Sherman Kent ya decía ayer y diría hoy. Pues bien, si todo gira alrededor de Estados Unidos, de Rusia y de China, en el mundo global de hoy, no cabe más que huir de ambigüedades inconducentes y es eso, precisamente, lo que no hace el gobierno de Alberto Fernández al que, no obstante, la mayordomía política estadounidense nucleada en un espectro que va desde la franquicia «Juntos» hasta el fantochismo de los «libertales», le está exigiendo que se defina claramente en favor de los Estados Unidos y la OTAN. El gobierno argentino empezó su segunda pesadilla (la primera fue la pandemia) intentando mantener una posición de política exterior distante de la genuflexión y del estúpido alineamiento con un país que hace de la mentira y la guerra el fondo y la forma de sus fechorías a nivel mundial. No ha podido hacerlo del todo, pues acaba de ceder a las presiones y ha «condenado la agresión» a Ucrania, que es lo mismo que condenar a los aliados que «invadieron» Europa por la península de Cotentín en 1944. Cambia la escala del fenómeno, no el fenómeno mismo, que se llama, en ambos casos, nazificación y cómo terminar con ella. No ayudan, por cierto, a sostener una política acertada, ciertas declaraciones provenientes del seno mismo del gobierno y a contrapelo de lo que venía diciendo el Presidente.  Por caso, el embajador alterno de los EE.UU. en la Argentina, Sergio Massa, condenó a Putin y a Rusia según el relato guionado por el Departamento de Estado, como debe ser, ya que los embajadores estadounidenses dependen de ese Departamento. La pregunta, entonces, es: ¿quo vadis Frente de Todos, con personajes como Massa en tu prístino seno? Hay que decir que Turquía e Israel, al igual que la Argentina aunque con diferente estatura estratégica en la región del conflicto, han tenido y tienen buenas relaciones tanto con Ucrania como con Rusia, lo cual hace aparecer a esos países -que guardan una prudente equidistancia en la coyuntura- con un perfil juzgado como desdibujado por quienes pretenden alineamiento automático y acrítico con los Estados Unidos en esta crisis.


La «invasión» y el «ataque» de Rusia a Ucrania va a tener graves consecuencias para Rusia. Tales, las mentiras que se consumen, a estas horas, en Occidente. Pues la verdad que se oculta, es que la invasión y el ataque de Ucrania a la población de Donbáss -rusoparlante- ha tenido graves consecuencias para el gobierno filonazi de Zelensky y las seguirá teniendo pues, al parecer, esto recién empieza.

Párrafo aparte merecen los que atisban la batalla desde la torre con el pretexto de contar con una panorámica más abarcadora de cómo matan y mueren los que combaten. La experiencia demuestra que cada vez que se subieron a esa torre fue para espiar mejor a favor de los Estados Unidos. Hoy marchan como borregos detrás de las políticas estadounidenses en el mundo, pero no lo hacen porque sean borregos sino porque, en suma, el orden multilateral que sobrevendría en el mundo si primaran en las relaciones internacionales los mancomunados criterios de Rusia y China , siempre será, ese orden, más proclive a desarrollos de organización social no capitalistas, y esos actores no sólo se sienten cómodos en el capitalismo sino que éste es su razón de ser, por eso son conservadores, aunque saquen chapa de progres en temas como el aborto, las minorías o el feminismo. Aprovechan la volada para hacer buena letra con la derecha y miran con preocupación y temor unos escenarios en los cuales Estados Unidos pasaría a tener una presencia devaluada y en declive.

Han mostrado una hilacha que ya se les advertía en los pliegues de su disfraz de izquierda. Es propio de rabanitos (rojos por fuera, blancos por dentro) criticar a Rusia y hacerse el boludo con los asesinatos del ejército de Ucrania en Donbass. Se trata de una muestra de ruin seguidismo con Estados Unidos. En la línea de Bachelet, el nuevo presidente trasandino, por caso, se exhibe frente a los pueblos del mundo que esperaban otra cosa, como un muñeco cansado y seco ya antes de empezar, como un Golem de arcilla que a coro con Piñera denostó a un pueblo milenario como esos eslavos que le han dicho a Estados Unidos que no pasarán, así como, desde el fondo de la historia, se lo supieron decir a Napoleón y a Hitler. Ese hombrecito ha hecho befa de las mejores tradiciones morales y de principios de la clase trabajadora y de la izquierda chilena. Ni Miguel Enríquez ni Salvador Allende tendrían para este módico personaje que ahora es presidente más que una patada en el culo como presente. Al patético ex líder del Podemos español le cabe un sayo semejante. Eso de que Podemos es una sucursal del chavismo es puro diversionismo ideológico de la derecha. Ya se sabía, lo sabíamos, pero ahora debería quedar más claro.

El núcleo ideológico político de esta nota invita tomar partido por una de las opciones a las que se enfrenta la humanidad: hegemonía o multilateralidad; paz o guerra; guerra es sinónimo de OTAN y de instalación de fuerzas militares en las fronteras de Rusia, y guerra es el derecho a defenderse de esa agresión; guerra es 800 bases militares estadounidenses en el mundo o ninguna, pues Tartús, en Siria, no mueve el amperímetro y, de paso, ha servido para derrotar allí a los aliados de Estados Unidos: los terroristas de Boko Haram.

Zelensky es un gobernante funcional al designio estadounidense de agredir a Rusia aislándola y rodeándola de países miembros de una alianza belicista como es la OTAN. Zelensky es sinónimo de una «weltanshauung» nazi, de un chovinismo guerrerista que se apoya en una organización terrorista que, a su vez, admira al Nachtigall, al Nightingale, a los ruiseñores de la muerte, a los nazis que podían escuchar al niño en el piano y luego fusilarlo porque … ¡era judío …! Eso es lo que se está dirimiendo en el mundo. Pues el capitalismo, cada vez más, necesita barrer con la democracia y los valores humanistas que la etimología de ese vocablo implica, para poder subsistir como opción de organización social.

Y entendamos que estamos parados en un punto en el que no cabe conferirle el carácter de explicación de lo que es un curso histórico, ni a la ineptitud de los líderes occidentales -como se ha dicho- , ni suponer que el conservadorismo derechoso de una progresía de clase media se debe a que esos muchachos están confundidos -como también se ha dicho-. El orden multipolar -así lo indica la materialidad del proceso histórico-, será una «escala técnica» en la marcha hacia la expansión de las fuerzas productivas capitalistas a todo el orbe. Con ello, la humanidad estará más cerca de cambiar de rumbo, de cambiar de sistema social. En esta dinámica, la voluntad individual  de los líderes juega un papel subordinado, aunque no menor; pero, no está de más insistir,  subordinado a esa dinámica objetiva. Por su parte, los medrosos de izquierda de hoy, no están confundidos, por el contrario, son viejos conocidos de aquel Marx del 18 Brumario: “… Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida …».

*Abogado, periodista y escritor.

jchaneton022@gmail.com

Fuente: La Tecl@ Eñe

Opinión