• 21 de noviembre de 2024, 6:48
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Los kirchnerismos que vuelven

Por Daniel Rosso

 Volver sin poder volver

El Kirchnerismo, como los espectros, siempre está volviendo. Pero volver no quiere decir haber llegado. Se puede volver pero sin terminar de volver: es decir, sin retornar exactamente al lugar de donde nos fuimos.

También se puede volver pero distintos a cómo nos fuimos.

En estos casos, el que vuelve no vuelve: porque el que ha vuelto es otro. El kirchnerismo es un exceso que, mientras vuelve, pone en tensión a su memoria con su destino. Porque los excesos no son todos iguales: el exceso que vuelve no necesariamente es idéntico al exceso que se fue.

Como movimiento Jacobino, el Kirchnerismo es una sobrerrespuesta a lo que históricamente le han demandado sus representados. Pero, esa sobrerrespuesta, una vez que se ha presentado como tal, opera históricamente como una respuesta exigible. Lo que nunca se exigió, una vez que se produjo, vuelve como exigencia. De allí que, en el actual escenario, el Kirchnerismo esté presionado por el Kirchnerismo mismo. Es decir: la sobrerrespuesta que lo generó vuelve como una demanda de reposición. Por eso, el Kirchnerismo es una memoria mítica a la que, habiendo sido en su origen un exceso, se le demanda que vuelva siendo el exceso que fue.

Dice Eduardo Rinesi en “Si el hombre va hacia el agua. Escritos Políticos 2001 2021”: “Kirchner era un líder jacobino del que solía decirse – y era cierto – que estaba a la izquierda de la sociedad. Que tiene el mérito indudable de haber puesto una serie de temas de avanzada en la agenda de una sociedad mucho más conservadora, tal vez, que su gobierno”.

¿Cuál es el fantasma del Kirchnerismo? Entre otras cosas, el contraste entre la sobrerrepresentación jacobina de las demandas en su origen y la subrepresentación actual de ese ideal pasado. En ese escenario, no sólo el gobierno de Alberto Fernández es menos que el Kirchnerismo: el Kirchnerismo también es menos que él mismo. Por lo cual, en esta geometría inestable, una parte del Frente de Todos, el Kirchnerismo, está presionado por una memoria que lo conmina a ser más que lo que la coalición le permite.

La multiplicación de los Kirchnerismos

En esa línea espectral, se multiplican los Kirchnerismos: hay un Kirchnerismo ideal, que es el que presiona desde el pasado; hay un Kirchnerismo insuficiente, que es el que presiona a la coalición gubernamental desde su interior; hay un tercer Kirchnerismo, el que se presiona a sí mismo para definir cuál deberían ser su exceso actual. El primero ejerció la ruptura, el segundo muestra la dificultad para ejercer la ruptura y, el tercero, intenta imaginar la ruptura futura.

El Kirchnerismo insuficiente, limitado por su propio sistema de alianzas en la coalición gubernamental, es menos que el Kirchnerismo ideal. En ese contexto, el tercer Kirchnerismo intenta recuperar su momento jacobino desbordando la alianza gubernamental.

¿Puede haber una anomalía dentro de la anomalía? Es decir: una inercia del Kirchnerismo ideal chocando contra los límites de una coalición no jacobina y, por lo tanto, adoptando la forma de una ruptura no ejercida o una protesta impotente. ¿Es posible el Kirchnerismo como un Jacobinismo suspendido, como una especie de oxímoron: un exceso restringido? Difícil, su consigna era volver mejores, no volver limitados.

Hubo un nombre propio que se transformó en un símbolo de la dificultad: Vicentín. Se produjo allí la intersección entre dos tendencias posibles: en la primera, el Kirchnerismo ideal podía desplazar al Kirchnerismo insuficiente; en la segunda, el Kirchnerismo impotente no podía imponerse a la coalición no jacobina. ¿Cuál fue el resultado? La alianza gubernamental explicitó su renuncia a la práctica kirchnerista retrocediendo en el conflicto.

Un Kirchnerismo atrapado

¿Es posible pensar al Kirchnerismo bajo la condición de estar en el interior del Estado pero sin tener la conducción del Estado?

El Kirchnerismo parece haber sido atrapado por el mismo Kirchnerismo: diseñó una coalición, se colocó en su interior, pero no termina de conducirla. Más aún: las políticas moderadas de la coalición ocupan el lugar al que el exceso kirchnerista intenta volver. Dicho de otro modo: el Kirchnerismo no termina de volver porque el lugar al que busca volver está ocupado. Entonces: ante la imposibilidad de conducir, el Kirchnerismo señala la desviación o la debilidad de quienes efectivamente conducen. Ha pasado del Jacobinismo a la protesta interior.

El Kirchnerismo siempre ha producido legitimidad de ejercicio. ¿Cómo puede producir legitimidad sin ejercicio? En ese marco, la Vicepresidenta buscó una conducción mediada pero, justamente, las mediaciones le impidieron su conducción. El ejercicio delegado del gobierno se transformó en un ejercicio deprimido. Diseñó un dispositivo electoral exitoso para ganar las elecciones pero luego ese dispositivo no logra garantizarle la mantención de su propia base electoral. Por ello, el Kirchnerismo insuficiente busca por sus propios medios, por su propia presencia, su desplazamiento hacia el Kirchnerismo ideal. Denuncia dos representaciones rotas: la de la base electoral kirchnerista por el gobierno y la de Cristina Fernández de Kirchner por Alberto Fernández.

Lo que vuelve, lo espectral, siempre vuelve distinto. Pero el espectro que no se repite nunca puede presentarse como la renuncia a lo que ha sido. En el impasse actual, el Kirchnerismo que calla no otorga: sólo se repiensa a sí mismo.

No hay Kirchnerismo sin incertidumbre

El Kirchnerismo ha crecido desplegándose dentro del Estado. Es esa posición la que ahora no tiene. Con ello, lo más específico del Kirchnerismo, con sus virtudes y sus límites, es el Jacobinismo. Es decir, la transformación de la valentía o el coraje en categorías políticas para sobrerrepresentar al pueblo.

Los gobiernos que se colocan un paso más adelante de la sociedad de la que forman parte, se sitúan entre el Estado, que han transformado en su instrumento, y el vacío: enfrente tiene la fuerza global del neoliberalismo. Para poder llevar adelante este enfrentamiento han tenido que renunciar a la categoría de relación de fuerzas y al posibilismo vinculado a ella. Las fuerzas no están y no se sabe si van a aparecer. Pero el único modo de saberlo es tomando el riesgo de convocarlas. No hay Kirchnerismo sin la incertidumbre sobre las fuerzas con las que realmente se cuentan.

Volveremos

Volver es un acto de creatividad política: no es la repetición del pasado. Ni tampoco su sustitución. Para ser como fuimos necesitamos volver distintos. Pero para ser distintos necesitamos ser como fuimos. En algún lugar de esa tensión entre la identidad y su innovación se encuentra el Kirchnerismo futuro.

Fuente: Liliana López Foresi

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