Como dijo Oscar Wilde, estoy en la edad en la que -como no puedo dar malos ejemplos- me limito a dar buenos consejos. Y, fiel a mi profesión médica, tomad como receta este consejo: estar siempre advertidos de cómo la cultura represora se reproduce aún en los colectivos y agrupaciones que supuestamente deberían enfrentarla.
Y debo aceptar que, como dice el tango Las Cuarenta, aprendí todo lo bueno y aprendí todo lo malo. Lo malo es sostener un discurso vegano y tener prácticas canibalísticas. No creo que haya leones herbívoros, más allá de la sentencia de El General. En todo caso, hay leones más pícaros y astutos que aprendieron que el mejor ataque es cuando el enemigo baja las defensas. Y eso es un aprendizaje que la cultura represora ha hecho durante siglos. Defensa baja sin la capacidad de esquive del legendario boxeador Nicolino Loche. O sea: el mamporro te da de lleno. Y no uno: varios, muchos, demasiados.
Algunas denominaciones demasiado abusadas facilitan ese operativo de bajar la defensa. “Compañero” es una de ellas. Aún diciendo “compañeres”, según el espíritu de época, mejor no bajar defensa alguna. Sólo te traiciona un amigo y, obviamente, sólo te traiciona un compañero. La idealización de la lealtad es el envés de la idealización de la traición. Recuerdo la frase del “lobo Vandor”: para defender a Perón hay que estar contra Perón. El vandorismo fue quizá la primera versión liberal del peronismo, superada años más tarde por la versión fascista con la nave insignia de la Alianza Anticomunista Argentina.
Me gustaría poder seguir dando malos ejemplos. Me resignaré a dar algunos buenos consejos. Desconfíen de toda historia oficial. Aunque la historia la escriban los que vencen, y eso indica que tiene que haber otra historia, esa otra historia también puede transformarse en oficial. O sea: reemplazar el pensamiento crítico por la catequesis laico partidaria. Y el mayor peligro de la ausencia de pensamiento crítico es invertir la lógica de causa /efecto, de antecedente/consecuente. Tomar los efectos como causas, de tal modo de impedir el pensamiento de cuáles fueron las causas de las causas.
Si bien el macrismo es causa de estragos dolosos de imposible reparación, me interesa pensar en cuáles fueron las causas que permitieron el “efecto Macri”, que luego se organiza como nueva causalidad devastadora. La capacidad de predicción, profética, de anticipación. Salir de la remanida frase de “con el diario del lunes”. Intentar predecir con el diario del sábado lo que puede suceder el domingo. Lo profético tiene mala prensa, especialmente cuando las profecías no son del agrado de las mayorías silenciosas, las minorías habladoras y los poderes de turno. Generalmente de turno completo. Hace tiempo se describió la lucha de “pobres contra pobres”. Linda metáfora, aunque encubridora. Yo creo que la lucha es de pobres contra excluidos. O sea: de los que están sobreviviendo en los bordes, con aquellos que ya se cayeron y quieren volver a subir. La necesidad, y mucho más cuando son las necesidades, y mucho más cuando son básicas, y mucho más cuando están insatisfechas, no solamente tienen cara de hereje. Es una herejía absoluta a toda forma de solidaridad. Ese es el objetivo estratégico de la cultura represora. Construir una subjetividad hereje.
Los proletarios del mundoentonces dejarán su aspiración de clase para estar unidos. El lobo seguirá siendo el lobo del hombre, pero especialmente del hombre pobre. Y del hombre excluido será asesino. Y esa herejía a la solidaridad de clase, tendrá sucesivos encubrimientos. Los pensamientos se convierten en adoquines que impiden pensar. “Gabriela Olguín, de la cooperativa El Adoquín, nucleada en la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), aseguró que la represión ocurrida el domingo en San Telmo, contra los artesanos de la calle Defensa, fue el resultado "de una operación orquestada en la que todos quedamos entrampados en la estrategia divisionista del gobierno" que llevó "a una represión feroz de la que nadie cosecha nada ni de la que nadie puede sacar un rédito". (Página 12.-13/3/2019)
Como apenas puedo dar buenos consejos, creo que la afirmación “todos quedamos entrampados” debería meditarse. Ignoro si todos fueron apaleados por igual. Si de la represión feroz también fueron objeto los integrantes de la cooperativa de trabajo. Y aunque así fuera, podríamos pensar en los famosos daños colaterales. El tema de fondo, la cuestión básica, es si algunos cosecharon algo y pudieron o al menos aspiraron, a sacar algún rédito. La policía de la ciudad exhibe una cobardía pornográfica. Combate con artesanos, que sólo tienen como arma su creatividad, su talento, su trabajo. ¿De qué lado están los adoquines?
Si los artesanos y las artesanas pudieran defenderse, incluso si pudieran atacar, siempre con la defensa bien alta, entonces serían marcados como “terrorismo artesanal”. Hay mucha cosecha y demasiado rédito. Pero la represión, mal que le pese o no le pese a Gabriela, no es a los artesanos de la calle Defensa. Es la represión a los trabajadores sin Defensa. Y sin capacidad de Ataque.
En “Fidel y el hambre aluvional”, Claudia Rafael relata el asesinato por hambre de un niño wichi de 14 años. Siempre vivió con hambre. Durante catorce años donde las herejías acompañaron su desgarradora vida. La crianza de un niño, una niña, es otra forma de artesanía. No se puede industrializar el amor, el cuidado, la entrega, la confianza, la esperanza, la alegría, el abrigo. Todos los vínculos que le ponen vida a la vida, son artesanales.
La cultura represora, con el hambre, aunque no solamente, le pone muerte a la vida. No defiende dos vidas. Ni siquiera defiende una. La mitad de las niñas y niños son pobres. O sea: tienen hambre, frío, calor y miedo. Mucho miedo. Y tienen la Defensa tan, pero tan baja, que nunca podrán soñar con un ataque. Las artesanías, todas ellas, incluida la crianza solidaria, son el objetivo a destruir por la cultura represora. No es una estrategia divisionista. Es una estrategia de exterminio. Mientras los pensamientos estén llenos de adoquines, las ganancias siempre serán de los gerenciadores. Y no habrá mayor herejía que sembrar de gerenciadores el mundo de los artesanos.
Fotos: Sergio Goya