• 3 de diciembre de 2024, 13:44
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Las finanzas del purgatorio

Por Lic. Alejandro Marcó del Pont

El cielo no siempre es el límite

En un rincón peculiar del purgatorio hay un grupo de almas atrapadas en un juego interminable: la economía de las deudas eternas. Cada alma lleva consigo una lista de errores financieros y malas decisiones. La forma de saldar las cuentas para obtener el perdón, suponiendo que banqueros y prestamistas puedan conseguirlo, es intercambiando servicios para purificar el alma. Algún antiguo financista, CEO de fondos de inversión, directores de organismos internaciones o bancos centrales, asesoran a almas que ellos mismos llevaron a la pobreza y a la quiebra. Mientras neoliberales argentinos, endeudadores seriales, por algunos impulsos extravagantes, realizan un esfuerzo extraordinario para aprender a diagramar un presupuesto equilibrado para el pueblo y no para su bolsillo.

Con cada acto de solidaridad la deuda se reduce y el alma se purifica. Si, finalmente, alguna vez se llegara a equilibrar el libro mayor del perdón y la responsabilidad financiera de los negocios, una puerta de oro se materializará antes sus ojos y tanto banqueros, prestamistas y neoliberales argentinos dejarán atrás la economía del purgatorio para encontrar una nueva prosperidad en la eternidad. Lo cual, como es obvio, nunca ocurrirá.

La deuda es un negocio eterno y las reformas estructurales para alcanzar el equilibrio presupuestario que las honre está plagadas de mentiras, el solo hecho de considerar pasar la puerta resulta una tarea utópica. A pesar del intercambio de servicios para equilibrar el perdón y la responsabilidad, el esfuerzo se vuelve básicamente falso, porque deuda, ajustes, mentiras, engaños y negocios van de la mano. Se trasforma en un círculo sin fin, obligándolos a prestar auxilio de manera eterna por errores financieros o ganancias fraudulentas sin encontrar nunca el perdón.

Tomemos un ejemplo de diferentes miradas de prestamistas del purgatorio acerca de los ajustes implicados por los excesos de deuda y equilibrios fiscales en Estados Unidos y Argentina. En el primer caso se viralizará si no hay en un futuro un acuerdo entre republicanos y demócratas para elevar el techo de la deuda, mientras que el desequilibrio existente en la argentina entre ingresos y egresos tiene la particular respuesta de las nuevas autoridades: “no hay dinero”. La supuesta inexistencia de financiamiento conduciría en un caso a debates políticos y en el otro a reformas estructurales, una extraña frase que para entender su sentido deberíamos explicarlo, como lo haremos, pero, aun así, la próxima administración le sumara un plus. La improvisación de un plan de ejecución y una sublime planificación de los negocios.

Antes de 1917, el Congreso de Estados Unidos autorizaba al gobierno a pedir prestado una suma fija de dinero por un plazo determinado. La Segunda Ley de Bonos de la Libertad de 1917, creó el techo de deuda, cambió esta dinámica, y permitió una continua refinanciación de la deuda sin la aprobación de ambas cámaras. El Congreso promulgó esta medida para permitir que el entonces presidente Woodrow Wilson gastara el dinero que consideraba necesario para luchar en la Primera Guerra Mundial sin esperar a que actuaran los legisladores. Sin embargo, el Congreso no quiso extenderle un cheque en blanco al presidente, por lo que limitó el endeudamiento a 11.500 millones de dólares, y requirió legislación para cualquier aumento.

Desde entonces, el techo de la deuda se ha incrementado decenas de veces y suspendido en varias ocasiones. El penúltimo cambio se produjo en diciembre de 2021, cuando se elevó a 31,38 billones de dólares. Si el techo de la deuda no se eleva antes de que el Departamento del Tesoro agote sus opciones, el gobierno tendrá que tomar la decisión sobre a quién se le paga con los ingresos tributarios actuales, al carecer de financiamiento para hacerlo. Es posible que los empleados o contratistas del gobierno no reciban el pago completo, se corten préstamos a pequeñas empresas o estudiantes universitarios, no se financien temporalmente programas de jubilación, todo tipo de “medidas extraordinarias”. Pero a diferencia de los libertarios argentinos, cuando se aprueban los techos, los recortes cesan, se pagan y todo vuelve a la normalidad.  

Este año, tras semanas de negociaciones, Estados Unidos evitó el impago de la deuda en un acuerdo al que han llegado el presidente, Joe Biden, con el presidente de la Cámara de Representantes en ese momento y luego eyectado por ser funcional a los demócratas, el republicano Kevin McCarthy. El pacto no gusta a los sectores más radicales de ambos partidos, pero llega a tiempo de esquivar un colapso económico. “Evita lo que podría haber sido un impago catastrófico”, en palabras de Biden.

El Congreso pacta un armisticio de deuda durante dos años, es decir, la legislación suspende temporalmente el límite de endeudamiento del gobierno federal hasta el 1 de enero de 2025, lo que le permitiría a Biden esquivar la compleja discusión política hasta después de las elecciones presidenciales de noviembre de 2024. Lo extraño de Estados Unidos, país al que los liberales libertarios admiran tanto, es que resulta ser el único que tiene techo de deuda, cuando en general se impone un techo al gasto. Lo cierto es que el acuerdo permite que se emitan deuda a diestra y siniestra hasta el 2025.

En el caso argentino las prioridades se pusieron del lado de las finanzas. Los problemas del país al parecer no son la inflación, la pobreza, la concentración del ingreso o el tipo de cambio; no, el problema es cómo pagarles a los bancos. Para respetar la prioridad se puso en la órbita del Ministerio de Economía y del desintegrado y ahora resucitado Banco Central a gente de BlackRock que vive y trabaja en Washington para el fondo de inversión. Mientras que una parte de los negocios del petróleo, gas y servicios la comanda una yunta de dueños de Argentina, entre Rocca-grupo Techint y el antiguo jefe y mentor del presidente actual, Eduardo Eurnekián, que dijo sobre Milei: «Tengo 3.700 empleados en mi empresa y uno salió fallado”. Si alguien le creyó, allá él. Para el expresidente Macri, quedaron los negocios con el Mossad y quizás la intervención del club Boca Junior. Como dijimos, improvisación operativa con reparto de negocios.

Es interesante determinar qué son las reformas estructurales que se aplicarían bajo el diagnóstico del gobierno entrante, porque todos hemos escuchado en nuestra existencia de la nueva transformación, de la reforma de la reforma, sin arribar, en ningún caso, a ningún beneficio para el país. Muchos trabajos sobre reformas estructurales revelan lo que el establishment económico susurraba en voz baja desde hacía años. Es decir, la necesidad de estabilizar la economía, un programa de ordenamiento y equilibrio macroeconómico que, por lo general, son acciones de contenido vago e impreciso, no porque no se sepan, sino por su dureza y sacrificio son difíciles de revelar. Pero extrañamente en el actual proceso, se le gritan y refriegan en la cara a la sociedad.

En 1990, un economista inglés John Williamson, en un artículo llamado el Consenso de Washington, acuerdo que quedaría a la postre bautizado con ese nombre, describió los acuerdos entre el gobierno de Estados Unidos y las agencias multilaterales de crédito en cuyos directorios ese gobierno tenía poder decisorio. Nadie niega que hubo consenso, pero las condiciones en que tomadores y prestamistas acordaron, y las condiciones que consensuaron, explicitaban una marcada asimetría en materia de grados de libertad.

Los diez mandamientos del Consenso planteaban: 1) disciplina fiscal; 2) racionalización y reorientación del gasto público; 3) reforma tributaria; 4) liberalización financiera; 5) tipos de cambio unificados y competitivos; 6) liberalización del comercio; 7) promoción de la inversión extranjera directa; 8) privatización de las empresas estatales; 9) desregulación amplia de los mercados; 10) garantías a los derechos de propiedad. Fueron más allá del enfoque monetarista y de corto plazo de los programas de estabilización que el FMI venía imponiendo desde los años cincuenta. Planteaban la necesidad de una profunda reestructuración de la economía y, por consiguiente, del conjunto de las relaciones sociales, con impacto fuerte en la organización institucional. ¿Las ideas de Milei les parece novedoso ahora?

Si uno no supiera que el artículo es de los noventa, se creería que son las políticas actuales diseñas por el nuevo gobierno argentino, pero no, estas serían el Consenso de Washington II o el regreso. Si la primera parte dejó el desastre que dejó, no hablemos de las segundas partes, que nunca fueron buenas. Pero hay algo que deberíamos considerar. Siempre que hay déficit se plantea achicar los gastos. Los déficits son el resultado de ingresos menos gastos, por lo que las formas de eliminarlo son: aumentar ingresos sin tocar los gastos, aumentar ingresos y bajar gastos, o eliminar gastos o cualquier combinación posible, pero no binaria. Si hacen memoria, jamás en su vida habrán escuchado aumentar impuestos.

La preocupación por la salud del sistema financiero afectado por las deudas latinoamericanas, asunto que había sido prioritario en la relación de los EE.UU. con la región a lo largo de la crisis de la deuda, la década perdida, comenzaba a extinguirse. El papel del FMI en ese proceso fue clave. El objetivo era asegurar que los países cumplieran sus obligaciones con los bancos y evitaran atrasos con el Fondo. De ahí la ortodoxia e inflexibilidad de los programas de ajuste que apoyaba. Recién sobre finales de la década del 80 se amplió la capacidad crediticia del Fondo, lo cual permitió una modificación gradual del enfoque. Lo extraño es la severidad para Latinoamérica, que contrasta con su invisibilidad durante 53 años, de 1970-2023, de los cuales solo en 4 años tuvo superávit los Estados Unidos.

Argentina pasó de la década perdida en los ochenta a las reformas pro-mercado de los años 90, después a la crisis de 2001 y a la caída de la convertibilidad le siguió un largo período (2003-2015) que se puede denominar de pausa y contrarreforma. A renglón seguido, la administración Macri apuntó, al menos en discurso e intención, una estrategia que el gobierno calificó de inserción internacional inteligente y, finalmente, de 2020 en adelante, la agenda estuvo dominada por la pandemia y el desequilibrio macroeconómico severo, con señales contradictorias, incluso adversas, respecto de la participación en los flujos de comercio e inversión. Cada una de estas fases tiene matices y conviene detenerse en algunos aspectos salientes. 

El Centro de Estudios para el Cambio Estructural, en “El papel de las reformas estructurales”, donde las describe detalladamente, entiende que el paquete de reformas “pro mercado” fue masivo y cubrió un extenso temario: suspensión de los beneficios promocionales, régimen del empleo público, política y administración tributaria, creación de un sistema híbrido de seguridad social con la participación del Estado y de los fondos de pensión, desregulación laboral, donde logró plasmar algunos de sus objetivos a través de una compleja negociación con los sindicatos -ley de empleo, desregulación de obras sociales, riesgos del trabajo-. El terreno de la política comercial, la nueva estrategia, significó un corte abrupto con el planteo de economía cerrada de los años de sustitución de importaciones: una reducción unilateral de aranceles, eliminación de trabas no arancelarias y eliminación de los derechos de exportación.

Pausa y contrarreforma (2003-2015). A lo largo de esos 12 años se abandonó la dirección de las políticas de reforma y en algunos casos se marchó en dirección contraria. La inserción internacional inteligente (2015-2019) volvió en parte a los noventa, con una visión extraccionista y un modelo diseñado para exportadores y finanzas, donde la gente nuevamente quedaba fuera. El gran endeudamiento para mantener los negocios expulsó en los comicios al gobierno, pero el nuevo ejecutivo no sólo avaló lo actuado, sino que convalidó en el Congreso la deuda ilegítima. Lo que queda claro es que, desde la dictadura cívico, militar, empresaria, el menemismo, la alianza, el macrismo y el gobierno actual, realizaron todos reformas estructurales, con excepción de siete, quizás ocho, años de contrarreformas.

Ahora, nuevamente la deuda juega un papel central, que llevó a los malos gobiernos a crear un engendro peor. Petróleo, gas, litio, agroindustria, serán presa de este calcado Consenso de Washington II, el retorno o remixado, no importa cual, pero este es más violento, más cruel, más mortífero. Lo cierto es que financista, CEO de fondos de inversión, directores de organismos internaciones o bancos centrales nuevamente incursionarán en malas decisiones para la gente y muy buenas para su bolsillo. Nuevamente querrán dejar atrás la economía del purgatorio para encontrar una nueva prosperidad en la eternidad, reduciendo su deuda para purificar su alma, y es posible que eso pase, que puedan abandonar el purgatorio.

El intento será vano, la lógica de sus actos está en su esencia. El próximo ministro de economía de Argentina dijo: “La gente votó y convalidó el ajuste. Y eso es lo que vamos a hacer un brutal ajuste”. “Argentina no tiene financiación y no vamos a emitir. El único camino viable es el recorte abrupto del gasto”. Esta vez el desastre, el ampliar la pobreza, el quitar derechos, fue abalado por la gente. Nuevamente tendrán que volver a realizar actos de solidaridad para purificar el alma, pero el perdón no llegara jamás, porque ellos tampoco pueden dejar de obtener beneficios.

Fuente: El Tábano Economista

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