1.
El concepto: la “grieta” la idearon los intelectuales
orgánicos del neoliberalismo depredador local para escindir al pueblo en su
beneficio. En su nombre se instaló el odio contra quienes lideraron el proyecto
que –durante más de una década—instauraron políticas de equidad, ampliación de
derechos y desarrollo económico, social, científico y tecnológico.
2.
Frontera: La “grieta” les sirvió a los sectores
hegemónicos par disimular, eludir y/o ocultar la contradicción real de nuestra
sociedad entre el pueblo y los sectores oligárquicos, articulados
internacionalmente al modelo que impone Estados Unidos.
3.
Motivación: Su objetivo deliberado fue trazar
una frontera artificial al interior de la sociedad argentina. Un límite ajeno
al trazo real que separa a dos sectores claros: aquellos que viven del trabajo
versus los que se enriquecen con variadas formas de la lógica rentista.
4.
Los beneficiarios: Pero dentro de ese universo
quien usufructuó más eficientemente con las divisiones y el odio que produjo
fue el sector más concentrado y monopólico de la sociedad. Más allá del lógico rechazo, la persistente
siembra del odio beneficia a quienes son minoría (las oligarquías rentistas,
financieristas) porque logran imponer un división ajena a la contradicción
entre proyecto nacional y modelo neocolonial.
5.
Demografía: la contracción real entre ambos
grupos ubica a un 10 % de la población argentina de un lado, expresados en las
diversas formas de oligarquías parasitarias, sean tributarias de improntas
financieras, cerealeras, mineras, energéticas o adscriptas al dispositivo
trasnacional sustentado en las patentes. Del otro lado se encuentra agrupado el
90 % restante. En la medida que esta delimitación objetiva aparece como
evidente, los sectores oligárquicos no tienen ninguna posibilidad de ofrecer el
proyecto electoral tentador a las grandes mayorías. Solo puede/pudieron
irrumpir desde “Cambiemos” inventando una grieta artificial, basada en un odio
irracional y un racismo acendrado, sedimentada con una gigantesca operación
simbólica digitada por los medios de comunicación y las agencias de
inteligencia, articuladas con los mismos prejuicios que sus auspiciantes e
impulsores.
6.
Los usuarios: Quienes consumieron activamente
esta grieta (de los dos lados del mostrador) no superaron en estos tres años y
medio el 50 por ciento de la sociedad. Eso significa que no todos los
ciudadanos fueron alcanzados por la contaminación de la violencia simbólica
desplegada básicamente por los medios hegemónicos. Esta cuantificación subraya
aún más la necesidad de plantear territorio de disputa elegidos desde el
campo popular, no tributarios de planificaciones tecnocráticas estipuladas por
las oligarquías.
7.
Deslizamiento: correr el límite les ha permitido
que sectores del pueblo odien a otros conglomerados del mismo pueblo. Y esto ha
sido logrado a través de la invisibilización de los proyectos en pugna.
Hablar de nombres (ejemplo CFK, después de mancharla cotidianamente) les permitió
eludir el debate de fondo de proyectos en disputa: Colonia especulativa o
Patria asociada al trabajo y al mercado interno.
8.
Agenda: sumarse a la agenda propuesta por la oligarquía
implica (con)cederle territorio a una aglomeración forzada y estigmatizante que le es mucho más funcional a los sectores dominantes que al pueblo, para darle
continuidad a los esquemas de dominación. Por el contrario, plantear una agenda
que se autonomice de la grieta (impuesta) deja a los sectores minoritarios sin basamento
eficaz de sectorización apócrifa.
9.
Miedo: La utilización de la “grieta”, por parte
del macrismo, tiene como destino la sedimentación del pánico social. Han impulsado –con bastante éxito—la
dicotomía forzada (civilización/barbarie) que los instituye como los pacifistas
republicanos opuestos a una horda de salvajes (el pueblo) que se niega a respetar
reglas del juego institucionales. Salirse del guión deseado por el poder supone
también separarse de ese etiquetamiento. Las banderas de Tierra, Seguridad,
Techo, Trabajo Educación, Salud y Comunidad --junto al permanente y sistemático
llamado a la Paz Social (congruente con la imagen del Papa)-- despedazan cualquier intento de imponer la
contradicción cultural planteada por el duranbarbismo.
10.
Esperanza: Con grieta solo hay conflicto. Eso es
lo que buscan. Quebrar desde adentro al pueblo. Con entusiasmos y convergencia
hay optimismo y fe en las propias fuerzas necesarias para superar (una y mil
veces) las ofensivas foráneas asociadas a los CEOs locales. Salir del discurso
de la grieta y enfrentar al 10 % ante el espejo de lo que realmente son, no
solo permite afrontar el próximo periodo electoral; supone la responsabilidad
de que nos impongan divisiones que siempre les han sido funciones a quienes (todavía) detentan el poder concentrado, en alianza con lógicas geopolíticas.
Como suscribiría, sin dudas, el autor de “Los Discursos sobre la Primera década
de Tito Livio: “vale todo, menos la ingenuidad”.