Acusaron a Daniel Rafecas de no investigar la denuncia de Nisman. Que su dictamen estaba influido por intereses de camuflaje. Lo señalaron por dos supuestos delitos. Por un lado, por una amenaza (inexistente) a un farsante –conocido como Waldo Wolff-- hoy devenido diputado nacional para vergüenza de los tribunos del pueblo. Luego de difamar a Rafecas se ha concentrado –escrupulosamente, por supuesto— en ejercer sus responsabilidades legislativas proponiendo trivias de información televisiva (confundida con cultura) a través de sus redes sociales.
La última semana el oficialismo (dentro del Consejo de la Magistratura) decidió no requerir su juicio político argumentando que no había causales valederas. Sin embargo, los curiosos evaluadores de las agachadas ceocráticas saben que la verdadera razón redundó en que no le daban los votos. Pareciera ser que los republicanos ediles empiezan a sentir el cansancio de los múltiples vapuleos diarios. Pero, para que su capitulación no sea tan evidente adelantaron su indulgencia a través del boletín oficial del gobierno: el diario Clarín.
El caso Nisman, la acusación a Daniel Rafecas, la prestidigitación grotesca de las causas que aterrizan en el despacho de un juez de servilleta, Claudio Bonadío, se han convertido en poco tiempo en el esc{ndalo jurídico más impúdico de la historia de nuestro país. Se acusó a un gobierno de pretender encubrir o perdonar a los acusados de un atentado y el encargado de confirmar dicho delito atestigua reiteradamente –sin que nadie lo escuche-- que eso es una patraña (Ronal Noble, director de INTERPOL) Se toma en cuenta la acusación de un Fiscal (Nisman) que claramente estaba digitado por “Jaime” Stiusso y servicios de inteligencia extranjero, quienes le depositaban cientos de miles de dólares en cuentas en EEUU y en Uruguay, que el funcionario curiosamente nunca declaró. Por dichos pagos está siendo investigada) bajo el archiconocido blindaje del silencio de los medios) la madre de Nisman quien era co-titular de las cuentas en Nueva York.
Desde hace dos meses hay cuatro encarcelados con prisión preventiva (Zannini, Esteche, D´Elia y Khalil) acusados del delito de encubrimiento a quienes se encierra sin que exista ninguna hipótesis de fuga o de entorpecimiento de la investigación. Se los encierra pese a que todos los datos existentes confirman que el memorándum no permitió (ni pretendió) el levantamiento de las alertas rojas, tal cual fue conjeturado en los disparatados dictámenes del fiscal Nisman.
El indudable suicidio del fiscal se ha trasmutado jurídica y mediáticamente en un homicidio cuyos ejecutores son fantasmas capaces de inmaterializarse sin dejar rastros en la zona más vigilada del país. La necesidad de contar con culpables entre los funcionarios del anterior gobierno y/o entre activistas contiguos aparece además como una demanda geopolítica de quienes buscan quebrar cualquier forma de multipolaridad, ubicando a la Argentina en el patio trasero de lo que el pentágono denomina el hemisferio occidental. La integración regional, la búsqueda emancipatoria de América latina prescindiendo del control político, ideológico y militar de EEUU se constituye en un delito que los militantes soberanistas deben sufragar –por ahora-- con cárcel y proscripción.
Pero el engaño está tamizado por la incerteza. Nunca es posible prever cuándo puede llegar a ser develada, descubierta. Ese es el terror del farsante: busca con desesperación cuidar e impedir que la verdad irrumpa. Vive paranoico barriendo debajo de la alfombra. Hasta que el montículo, la suciedad, el albañal o la simple rugosidad del tapiz hacen trastabillar el ungüento de la falacia. No hay fechas previsibles para ese momento. Pero aquellos que son aviesos lectores de historia saben que no hay escapatoria: Miguel de Cervantes Saavedra, el “manco” de Lepanto lo expresó mejor que nadie: “La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”.