• 21 de noviembre de 2024, 6:49
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La metamorfosis de Brasil

Por Lic. Alejandro Marcó del Pont

Quien nunca abandonó al pueblo, el pueblo nunca lo abandona (Lula da Silva)

El semanario británico The Economist, resume a Brasil en tres portadas diferentes sobre variaciones del Cristo Redentor. La primera, publicada en 2009, muestra la estatua del Cristo transformada en un cohete, impulsándose hacia los cielos, bajo el título “Brasil despega”, en la segunda, de 2013, la estatua del cohete está en picada, fuera de control, y la revista se pregunta: ¿Brasil lo ha echado a perder? Por último, en la tercera portada, que apareció en junio de 2021 y es la que seleccionamos para el artículo, una estatua inmóvil, posiblemente en coma, con una máscara conectada a un tanque de oxígeno, en referencia directa a la desastrosa gestión del país de la pandemia de COVID-19, da un diagnóstico inequívoco: “La década fatal de Brasil” como bien lo describe el artículo El regreso de Lula a un Brasil de rodillas.

Lula consiguió el sueño del progresismo y la derecha capitalista: austeridad, crecimiento económico, aumento del gasto social, inversión pública, pago de las deudas del país con el Fondo Monetario Internacional, las tasas de interés más alta del mundo, para festejo del sistema financiero, acumulación de reservas internacionales. Con un sistema neoextractivista, dado el boom de las materias primas, pudo repartir una parte de los beneficios. La exploración de Petrobras permitió descubrir enormes yacimientos de petróleo en aguas profundas, el sustento energético y el futuro del financiamiento de Brasil, motivo del golpe de Estado posterior.

Mientras los beneficios se expandían, se elevó la inversión social con un programa reconocidas mundialmente, Programa Bolsa Familia. Transferencias monetarias condicionadas a vacunación, escolarización, etc., cuyo objetivo fue apoyar a familias en situación de pobreza o extrema pobreza, al igual que ampliar el acceso a servicios de educación y salud, que sacó a 40 millones de brasileños de la pobreza extrema.

El aumento del salario mínimo por parte del gobierno convirtió a decenas de millones más en consumidores de clase media-baja, impulsando el mercado interno y, como consecuencia, se atrajeron las inversiones internacionales, el “Brasil que despega” de la primera de las portadas de The Economist. Una política exterior seductora, quizás lo más novedoso con una estrategia de autonomía a través de la diversificación, más el ingreso a los BRIC.

No se promovió ninguna reforma real de las estructuras de poder del país. El sistema fiscal continuó siendo regresivo, generoso con los multimillonarios y las empresas, egoísta con la clase media y los más pobres, que pagan elevados impuestos directos e indirectos. La reforma política quedó en el cajón del olvido, con su lamentable consecuencia, el golpe de Estado. No se tomó ninguna medida para reducir la influencia de los grandes grupos de medios privados –encabezados por la cadena de televisión Red Globo– que tienen prácticamente el monopolio de la audiencia.

Vale la pena destacar, porque es realmente desconocido para el mundo, las cuotas raciales: el cambio en el perfil y la utilización de la nota para el ingreso a las universidades federales a través la creación del ProUni (Programa Universidad para Todos), el acceso de jóvenes negros a la educación superior, brindando a personas con ese perfil la oportunidad de ingresar a universidades públicas y privadas. Esta idea, casi inimaginable para los negros en pleno siglo XXI, marca la sociedad de Brasil, solo el 5,5% de los jóvenes de este grupo racial, con edades entre 18 y 24 años, estaban en la universidad en 2005.

Como señaló Barack Obama, en 2009, Lula era el político más popular del mundo. En 2010, con un índice de popularidad superior a 80% y un aumento del PBI de 7,5%, el ex-obrero metalúrgico consiguió elegir a dedo a su sucesora, la economista Dilma Rousseff. Con el fin de la ola de las materias primas comenzó la debacle, impulsando políticas económicas neoliberales. Fin del consumo popular, la inversión pública, desaceleración económica, manifestaciones, exigencia de un Estado más eficiente, capaz de ofrecer a sus ciudadanos educación, sanidad y transporte de calidad. “Queremos servicios a la altura de la FIFA”. Todos sabemos cómo terminó.

Lo que uno podía criticar de los claroscuros de Lula, que permitieron que una clase política degradada, sin reforma, en complicidad con los medios y la justicia, pudiera dar un golpe de Estado, palidece ante la procesión de gorilas invisible como en el experimento psicológico que nadie ve ni detecta sus barbaridades, con anuencia de una derecha que prefiera cualquier cosa menos al PT.

Gracias a los gobiernos del expresidente Michel Temer y del presidente Jair Bolsonaro, Brasil es el segundo peor país del mundo para jubilados, según la empresa norteamericana Natixis Investment Managers. Michel Temer, padre de la Reforma Laboral de 2017, que acabó con más de 100 artículos de la Consolidación de las Leyes Laborales, fue “mejorada” por el presidente Jair Bolsonaro, quien envió la propuesta de reforma de las Pensiones en 2019. Los únicos sectores que se beneficiaron de las dos reformas fueron el empresarial, el militar y el financiero.

Los desastres económicos y la mutación de Bolsonaro, de militarista a centrista, resulta llamativo así cómo fue mutando Brasil, de manera constante y persistente, tanto la ideas de una tercera vía electoral como la eliminación de videos y mentiras subidos a redes sociales que permitieron ganar a Bolsonaro y que, ahora, se precipitan en una elección perdida.

Primero, la idea de los “ni”, descontento con el expresidente Lula, debido principalmente a los escándalos de corrupción que llevaron a su arresto. Y en el caso de Bolsonaro, la principal crítica se refiere al enfrentamiento a la pandemia de COVID-19. Brasil es el segundo con mayor número de muertes causadas por la enfermedad en el mundo, con más de 670 mil. La idea de una tercera vía no cuajó nunca ni apareció esa alternativa.

Según el artículo El “mito” Bolsonaro, el regreso de Lula y las guerras virtuales en Brasil, el relevamiento de Novelo Data, desde enero de 2022 ya son más de 10.000 los videos subidos y luego eliminados por temor a represalias judiciales o económicas. Entre enero de 2019 y agosto de 2021, once canales de YouTube pro-Bolsonaro, que difundían informaciones falsas sobre urnas electrónicas, recaudaron más de 10 millones de reales, según Folha de Sao Paulo; hoy existe una carrera de bolsonaristas para ocultar videos en YouTube.

Pero la decisión de Lula de designar al conservador Geraldo Alckmin como candidato a vicepresidente constituye, según Breno Altman, una estrategia que apunta a reemplazar el debate izquierda/derecha por la discusión democracia/neofascismo, mismo debate que se da en Europa y, que, seguramente se dará en Argentina, donde la duda se encuentra del lado de la democracia. Aunque electoralmente conveniente, la incertidumbre sobre la posibilidad de lograr revertir las políticas neoliberales quizás sea el mayor interrogante.

Una de las dificultades para caracterizar el gobierno del presidente Jair Bolsonaro radica en que no existe un proyecto político claro que guíe las acciones, todo sucede sobre la base de la improvisación, dada la necesidad de mantener el poder. En principio, se apoyó esencialmente en las Fuerzas Armadas, y conformó un gobierno con un gran número de militares, incluso mayor que el de los presidentes generales de la historia. Este modelo esquizofrénico no duró mucho. La pandemia se encargó de derrotar la hegemonía militar en el gobierno.

El impacto de la pandemia en la economía, por la necesidad del distanciamiento social y la reducción de la actividad económica, también llevó al fracaso del poderoso ministro de Economía, Paulo Guedes, cuyo proyecto neoliberal se fue al espacio, con el país sumido en el desempleo, en la inflación y el hambre. Luego vino la metamorfosis de la transformación de un gobierno bonapartista en un gobierno reaccionario, con sesgo populista. Bolsonaro entregó el mando político del gobierno y del presupuesto de la Unión Centrão.

Quizás el tema más novedoso para la corrupción de Brasil fue el “presupuesto secreto”, que surgió con la Ley de Presupuesto 2020, para permitir el uso de miles de millones del presupuesto federal por parte de diputados y senadores de manera discrecional en gastos como obras, compra de equipos, etc., con poca transparencia. La mensalão, que fue un esquema de compra de votos de los parlamentarios, no tiene mucha diferencia con el presupuesto secreto, solo habrá que saber si se juzga o no.

Qué deja Bolsonaro. Bueno, la fundación Getulio Vargas realizó un estudio sobre Desigualdad y Bienestar durante la Pandemia en Brasil, que describe la fotografía a la que se enfrentará Lula en caso de salir victorioso en las elecciones.

La desigualdad: la pandemia suma otras tres centésimas al índice de Gini basado en el trabajo, llevándolo a 0,674, en el primer trimestre de 2021, récord histórico desde 2012.  Prosperidad: la renta media alcanza su punto más alto de la serie en R$ 1122, y en menos de un año cae un 11,3%, para alcanzar el punto más bajo de la serie histórica en R$ 995. Bienestar social: bienestar laboral en el 1T20 estuvo en empate técnico con el inicio de la serie histórica en 2012, es decir, no hubo progreso social neto en esta década. En el año siguiente a la pandemia, el bienestar cayó un 19,4 %, un nuevo mínimo de la serie. Los pobres perdieron más: el ingreso medio individual del trabajo, incluidos los trabajadores informales y los que no tienen trabajo, cayó 10,89% entre los primeros trimestres de 2020 y 2021. La caída del ingreso de la mitad más pobre fue de 20,81%, casi el doble que la media global.

En relaciones exteriores se intentará recuperar el prestigio y el liderazgo internacional de Brasil a través de la diplomacia, además de enfatizar la importancia de estrechar los lazos con los vecinos de América del Sur y el desarrollo conjunto e integrado de la región. Brasil adoptó una política universalista y de diversificación de socios, especialmente de los países del Sur Global, llamada por el excanciller Celso Amorim una política exterior orgullosa y activa. La diplomacia se utilizó para acercarse a las potencias regionales, promover la construcción de un orden multipolar y defender el multilateralismo, además de ser fuente de desarrollo económico interno.

Poner énfasis en América Latina, los países africanos y los BRICS, Unasur, Mercosur y CELAC, así como enfatizar la importancia de la integración como forma de inserción internacional. Trabajar por la construcción de un nuevo orden global comprometido con el multilateralismo, el respeto a la soberanía de las naciones, la paz, la inclusión social y la sustentabilidad ambiental, que contemple las necesidades e intereses de los países en desarrollo, con nuevos lineamientos para el comercio exterior, integración comercial y alianzas internacionales, seria central para América del Sur.

El Brasil de Lula ha dejado de existir, su metamorfosis fue siempre para peor. Volverlo a la normalidad no es una tarea sencilla, más aún con la grieta existente entre Occidente y Eurasia, equilibrio que tendrá que guardar uno de los miembros más importantes de BRIC ante la locura americana y la orfandad sudamericana de iniciativas de desarrollo en contraposición al progresismo posmoderno identitario.

Fuente: El Tábano Economista

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