• 21 de noviembre de 2024, 6:57
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La Letanía de un Eterno Antón Pirulero

Por Carlos Caramello*


 

“Trabajé siempre para mi patria

poniendo voluntad, no incertidumbre”.

Manuel Belgrano

 

 

Dos marchas. Una Plaza. Una CGT. El Pueblo y los Trabajadores (como si fuesen actores diferentes). El rictus de una ausencia presidencial (en plena campaña). Dirigencia de gobierno a cuentagotas. Y la certeza de que, por una hendija, alguien miraba desde los interiores de la Rosada.

El reconocimiento de Alberto a la movilización cegetista chocó contra su silencio por la juntada en Plaza de Mayo… salvo por esa declaración de Gabriela Cerruti, flamante vocera, que explicó a Télam que “el acto del día de la lealtad no fue en contra de nadie”. Exégesis unilateral de la voluntad popular movilizada.

Dice el politólogo Gerardo Aboy Carlés por las redes: “Menudo problema político el de tener gente en la plaza y no poder hablarles porque sería peor”. Pero: ¿Sería peor? Es más: ¿podría ser peor?

Había alegría en la plaza y en las calles. El domingo y el lunes que fueron, ambos, 17 de octubre (recuerden para el resto de sus vidas este mes sin día 18). Hubo encuentro, y apretones, y sonrisas, y libertad… y también algún reclamo que se hubiese convertido en apoyo con sólo un gesto.

No había afán ofensivo. No estaban con el dedo levantado amonestando. Ya lo explicó don Arturo Jauretche "La multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor". No era a favor o en contra. Era peronismo. 

“¿Puedo abrazarlo?”, me dijo una mujer de edad indefinida pero con esa clara frescura de la que hablaba Juan Perón cuando explicaba que “jóvenes son aquellos que no tienen ni el cerebro marchito ni el corazón intimidado”. Acomodé el barbijo, abrí los brazos y la recibí como se reciben los compañeros. Cuando me apretó fuerte, susurró: “tranquilo, tengo como 15 vacunas”.

Eso andaba en la calle el domingo. Y también el lunes. Uno más espontáneo. Otro más movilizado. Y está bien. No hay que demonizar las estructuras. El tema es: ¿dónde andaba la dirigencia?

“Es un frente formado por kirchneristas y anti-kirchneristas”, mandó Roberto Navarro sin analgésicos ni ansiolíticos. Unidad hasta que duela. Pero que a los que más les duela sea a los que conducen, ¡por favor!. El dolor público; el malestar colectivo; el sufrimiento popular no debe ser moneda de pago para que algunos articulen en superestructura.

Piden que se los acompañe para ganarles a esos que quieren poner fin a las indemnizaciones, ajustar el salario, liberar los alquileres, privatizar la salud y la educación. Los que aumentan los precios, fugan dólares y prometen devaluaciones, amenazan desabastecimientos. Pero sólo dialogan con ellos. Y sólo parece preocuparles lo que ellos dicen. Mientras la Plaza y las calles… esperan.

Cada vez se hacen más imprescindibles otros mensajes. Otras obligaciones. Claridad. Concepción. Criterio.

Que la Plaza sirva para mostrar en los cenáculos internacionales que cientos de miles de argentinos quieren honrar las deudas, pero no a costa del hambre de los que no fugaron. Y nunca sin revisar el ticket. Porque perciben -vaya a saber por qué- que hay sobrefacturación y el interés les parece usurario.

Que la marcha obrera diga con toda claridad que es por la creación de puestos de trabajo pero, también por salarios dignos, precios adecuados y movilidad ascendente… para todos. No es la misma pelea en la soledad del despacho o la sala de reuniones que con la columna vertebral avanzando. 

Por ahí es la unidad. El Pueblo no especula. No se esconde detrás de las cortinas. No mira de costado. No tiene una identidad de focus-group. Ama, detesta, se enoja, se reconcilia, putea, transpira, llora y se ríe a los gritos, festeja... sufre. Todo de verdad. Con la franqueza llana de los que no te la mandan a decir.

Fijate, entonces, la Unidad. La naturaleza y el alcance de ese compromiso. El sustento del pacto. La letra gruesa del acuerdo.

No, no me malinterpretes: no te pido un concierto, ni siquiera unanimidad te pido. Pero, haceme la caridad y atendé el juego… Por lo menos, pagá el asado.

*Lic. en Letras

Foto: Tiempo Argentino

Fuente: Liliana López Foresi

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