• 21 de noviembre de 2024, 6:41
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La inmoralidad de acusar a un padre muerto

Por Araceli Bellotta

Las recientes declaraciones del Presidente sobre su padre, fallecido hace nada más que dos semanas, obligan a trascender las consideraciones políticas para ingresar en el campo de la moral. En un reportaje televisivo acusó a su padre de formar parte de un sistema extorsivo durante los gobiernos kirchneristas. “Es un delito lo que hizo mi padre”, sostuvo para despegarse de los escándalos de corrupción que rodean a su familia, sin aclarar que hace diez años, en 2009, Franco Macri dividió las acciones de SOCMA entre sus cinco hijos, y que el hoy Presidente de la Nación era quien manejaba al conjunto de empresas, según aseguró Luis Conde, ex abogado del recientemente fallecido.

El diccionario define a la moral como el conjunto de normas, valores y creencias tradicionalmente consideradas buenas dentro de una sociedad y una época determinada y que son tenidas en cuenta como modelo de conducta. En este sentido, estos valores van cambiando de acuerdo a la época con la evolución de la sociedad. Por ejemplo, en los tiempos de la colonia la esclavitud era aceptada sin cuestionamientos, o hace algunas décadas que una pareja conviviera sin casarse era condenado. Pero que un hijo acuse a su padre recién muerto para salvar sus propias culpas resulta inmoral en cualquier época.

Si no, veamos lo que sucedió hace más de un siglo para las elecciones de 1892, cuando Julio A. Roca levantó la candidatura de Luis Sáenz Peña para neutralizar la de su hijo, Roque Sáenz Peña.

Desde 1880, Roca manejaba los hilos de la política nacional a través del “Unicato”, una suerte de partido único basado en alianzas entre dirigentes sin la participación de los ciudadanos. Fue Roca quien señaló a su concuñado, Miguel Juárez Celman, como su sucesor en la presidencia en 1886, y fue él también quien apoyó al vicepresidente, Carlos Pellegrini, para que terminara el mandato de su pariente, que no logró superar la crisis de 1890, con Revolución del Parque incluida.

En las elecciones de 1892, un grupo de jóvenes que cuestionaba esa forma de ejercer el poder levantó la candidatura de Roque de 41 años de edad. Roca, al que apodaban el Zorro, se le ocurrió la jugada y cerró un acuerdo entre el Partido Autonomista Nacional, que él lideraba, y la Unión Cívica Nacional, conducida por Bartolomé Mitre, postulando al padre, Luis Sáenz Peña, que fue quien resultó electo.

Fue entonces cuando Roque decidió renunciar a su candidatura y le dirigió una carta a su padre que se publicó en los diarios y que marca una diferencia abismal con la actitud del actual Presidente. En el primer párrafo le dijo: “Mi querido padre: Circunstancias que son honrosas para el padre y para el hijo hacen surgir nuestros nombres como candidatos a la presidencia futura de la República, y lejos de mirar en aquel acto conflictos desagradables para la paz y los afectos del hogar, he recibido su nombre con el acatamiento del respeto filial y con los sentimientos de ciudadano amante de la patria y celoso de su suerte”. Y después le aclaró que renunciaba “sin experimentar contrariedad, creyendo sí que ninguna consideración de orden político puede desviar el impulso de mis sentimientos, atándolos a una lucha condenada por la naturaleza y por la sangre” y le aseguró que sus amigos recibieron con respeto su resolución “más del orden moral que del político”.

Y el padre, también le respondió públicamente: “Mi querido hijo: Tu sentida carta de ayer ha producido en mi espíritu la emoción más profunda, y ha conmovido intensamente mis afecciones más íntimas; cuando se tiene la felicidad de contar en el hogar con un hijo y un ciudadano de tus condiciones intelectuales y morales, se me ha de dispensar que ante todo levante mi espíritu con gratitud a la Divina Providencia que ha favorecido a mi familia con un hijo de estas condiciones”.

Después mencionó la actuación de Roque en su corta vida pública, y finalizó: “Pido disculpas a mis conciudadanos al consignar estos recuerdos; es que me siento satisfecho y tranquilo ante la actitud política del hijo cariñoso y del ciudadano que se revela en la carta que contesto. Con estos sentimientos, te saluda con el cariño de siempre tu afectísimo padre”.

Luis Sáenz Peña asumió la presidencia el 12 de octubre de 1892, pero apenas pudo gobernar tres años porque se vio obligado a renunciar envuelto en las peleas de las fuerzas políticas que lo habían apoyado, luego de la revolución radical de 1895. Concluyó su mandato el vicepresidente José Evaristo Uriburu.

Dos décadas más tarde Roque Sáenz Peña llegó a la presidencia de la República y asoció su apellido a la ley que transformó la política nacional, consagrando el voto secreto y obligatorio en 1912. La ley Sáenz Peña quedó en la historia, y también Roque, el hijo que honró a su padre aún cuando interfirió en sus planes políticos.

Fuentes:

Fuente: El Presente de la HIstoria

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